el destino no espera

El juicio del hermano mayor

La mañana amaneció cargada de un silencio incómodo. El canto de los pájaros parecía fuera de lugar entre las miradas tensas que cruzaban la casa. Nadie hablaba. Nadie reía. Todos esperaban una sola cosa: el juicio del hermano mayor.

Kasutora se había duchado temprano, tratando de calmar los temblores de su cuerpo con el agua fría. La escena de la noche anterior le rondaba la cabeza como un eco sin fin. ¿Por qué lo habían atacado? ¿Qué secretos escondía esa familia? ¿Y por qué su amiga, esa chica alegre que una vez le prometió no olvidarlo, parecía tan rota por dentro?

El salón principal estaba dispuesto como una especie de tribunal. Alfombras negras, cojines ordenados en círculo y, al centro, un asiento más alto que los demás. Allí se sentaría el hermano mayor: Hiroshi.

Hiroshi era imponente. Su rostro tenía la marca de los años de lucha, con una cicatriz en la ceja derecha y una mirada que congelaba la sangre. Era el líder no oficial de los seis hermanos y también el más temido. Nadie en esa casa se atrevía a contradecirlo… excepto ella.

—¿Qué estás haciendo, Hiroshi? —dijo ella con firmeza, entrando al salón junto a Kasutora.

Hiroshi giró el rostro lentamente hacia ellos. No dijo nada. Sólo levantó una ceja.

—¿Intentar matar a mi prometido es tu forma de protegerme? —añadió ella, sin quebrarse.

Hiroshi suspiró y se sentó.

—Si va a formar parte de esta familia… tiene que demostrar que puede sobrevivir a ella —dijo al fin—. Nosotros no vivimos en un mundo normal, hermanita. Somos armas. Criados para obedecer. Para defender… o matar.

Kasutora dio un paso al frente. —No necesito su aprobación —dijo, serio—. Pero si esto es una prueba, la enfrentaré. No por orgullo. Sino por ella.

Un murmullo recorrió la sala. Hiroshi entrecerró los ojos.

—Muy bien. Entonces... será un juicio de sangre.

—¿Qué significa eso? —preguntó ella, preocupada.

—Un combate. Uno contra uno. El que quede de pie… gana mi respeto.

Kasutora no dudó. Asintió.

—Acepto.

Más tarde, en el patio trasero, los dos hombres se enfrentaban bajo la luz del sol. No había armas. Solo puños, velocidad… y rabia contenida.

El combate fue brutal. Hiroshi era fuerte, demasiado. Pero Kasutora tenía algo que el mayor no: determinación nacida del dolor. Cada golpe que recibía lo hacía recordar el accidente, la soledad, la lucha por sobrevivir. Y cada golpe que daba… era por ella.

Al final, con la respiración entrecortada y la ropa rasgada, Kasutora se mantuvo en pie mientras Hiroshi caía de rodillas, con una risa ronca.

—Eres terco… como yo lo era a tu edad —dijo—. Supongo… que puedo aceptarte.

Ella corrió hacia Kasutora, abrazándolo sin decir palabra. Solo lo apretó fuerte, como si temiera perderlo otra vez.

Hiroshi se levantó lentamente.

—Bienvenido a la familia, Kasutora… Pero recuerda: esta familia… aún guarda sombras que no has visto.

Y con esa advertencia, se retiró.

Kasutora, jadeando, entendió que ese solo había sido el primer paso. Y que el verdadero peligro… apenas comenzaba.



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En el texto hay: supervivencia, accion, romanse

Editado: 26.06.2025

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