el destino no espera

El Anillo

La noche estaba tranquila, pero el corazón de Kasutora latía como si algo se preparara para romper el silencio. Habían pasado dos días desde el pacto de sangre. Las heridas aún estaban frescas, pero ya no dolían tanto como la incertidumbre de lo que vendría.

Esa noche, ella lo llevó al jardín, el mismo donde se habían besado por primera vez… donde también casi lo matan.

—¿Recuerdas este lugar? —preguntó, tomando su mano vendada.

—Cómo olvidarlo —respondió él, con una sonrisa leve—. Nuestro primer beso… y mi primer bala.

Ella rió, aunque con una sombra de nerviosismo.

—Hoy no hay disparos. Solo una pregunta.

Se puso frente a él, con las manos temblorosas. De su bolsillo sacó una pequeña caja de terciopelo negro. Kasutora abrió los ojos, sorprendido.

—¿Qué es eso?

Ella no habló de inmediato. Abrió la caja y adentro, había un anillo sencillo, de plata, con un pequeño símbolo grabado: dos espadas cruzadas sobre un corazón.

—Este anillo fue de mi madre —dijo en voz baja—. Ella fue la única que se enamoró fuera de la familia… y sobrevivió para contarlo.

Kasutora lo tomó con delicadeza. El frío del metal contrastaba con el calor de su pecho.

—¿Estás segura?

—No quiero que me respondas ahora. Solo quiero que lo lleves. Que lo sientas cerca. No es una promesa cualquiera… es un voto silencioso. Uno que solo entenderemos tú y yo.

Kasutora deslizó el anillo en su dedo anular, sin apartar la vista de ella.

—¿Y qué significa exactamente?

—Significa que no importa cuántos cuchillos intenten separarnos… mientras tengas ese anillo, nunca estarás solo.

Hubo un silencio, profundo y suave. El viento soplaba con calma, como si la noche misma aprobara aquella unión silenciosa.

Entonces, entre los arbustos, una figura los observaba. No con odio… sino con nostalgia. El hermano mayor. El mismo que intentó matar a Kasutora.

Esa misma noche, lo encontró en el pasillo, sin que nadie más lo viera.

—Vi lo que hizo mi hermana —dijo el hermano, con la voz rasposa.

Kasutora no respondió. Solo lo miró.

—Ese anillo no es un juguete. Es una llave… y una carga.

—Estoy acostumbrado a las cargas —respondió Kasutora.

El hermano se cruzó de brazos.

—Entonces no lo pierdas. Porque el día que lo hagas… la familia entera se romperá.

Kasutora apretó el puño. El anillo brilló con la luz de la luna.

—No lo perderé. Porque si este anillo es su símbolo… también es mi escudo.

Esa noche, mientras todos dormían, Kasutora permaneció despierto, mirando el anillo.

El destino no espera... y él tampoco pensaba retroceder.



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En el texto hay: supervivencia, accion, romanse

Editado: 26.06.2025

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