el destino no espera

Seis asesinos y un voto

La sala del juicio no era realmente un tribunal. Era una habitación secreta, subterránea, construida bajo la mansión con paredes de piedra, antorchas encendidas y una única mesa larga al centro. Era el lugar donde la familia decidía… sobre la vida o la muerte.

Kasutora fue llevado allí sin mucha explicación. Solo le dijeron que el consejo de los seis hermanos lo había convocado. Ella quiso acompañarlo, pero no se lo permitieron.

—No te preocupes —le dijo él antes de entrar—. Esto es solo otro paso.

—Prométeme que saldrás de ahí —le pidió ella, con el rostro pálido.

—Lo haré. Aunque tenga que arrastrarme.

Cuando entró a la sala, todos los hermanos estaban ya sentados. Incluso el más pequeño, que rara vez hablaba. El padre no estaba. Esta vez, la decisión era completamente de ellos.

—¿Qué ocurre? —preguntó Kasutora, con el anillo brillando en su dedo.

El hermano mayor fue el primero en hablar.

—Has demostrado fuerza. Y coraje. Pero eso no es suficiente para ser parte real de esta familia.

—¿Entonces qué falta?

El segundo hermano, una mujer de mirada afilada como una daga, respondió:

—Falta que votes… y que aceptes que, si tu voto es equivocado, podrías perderlo todo.

Kasutora frunció el ceño.

—¿Votar sobre qué?

Un proyector encendió una pantalla. En ella, apareció la imagen de otro miembro de la familia, alguien que había traicionado una misión y estaba escondido. Su nombre: Akira. Exmiembro. Primo de los hermanos. Huyó tras enamorarse de alguien fuera del “código de sangre”.

—Nos traicionó. Como tú, se enamoró. Pero él sí huyó. Queremos saber qué decides tú: ¿perdón o sentencia? —dijo el tercer hermano.

Kasutora apretó el puño.

—¿Y esto qué tiene que ver conmigo?

—Mucho —intervino el cuarto hermano—. Porque si eliges perdonarlo… te perdonas a ti mismo también. Pero si eliges castigo, estás aceptando completamente nuestra ley.

El silencio cayó.

Kasutora miró cada rostro. Algunos lo observaban con dureza, otros con curiosidad. Todos esperaban su decisión.

Respiró hondo. Luego se levantó.

—Yo voto… por el perdón.

Un murmullo recorrió la sala.

—No porque esté de acuerdo con su huida —continuó—. Sino porque nadie debería ser condenado por amar. Si él se equivocó, que lo enfrente… pero con dignidad, no con muerte.

El silencio fue reemplazado por susurros. El hermano mayor se levantó.

—Cinco votos quedan.

Los otros hermanos comenzaron a hablar.

—Yo voto castigo.
—Yo voto perdón.
—Castigo.
—Perdón.
—Castigo.

Tres votos a favor del castigo. Dos del perdón. Faltaba uno.

El hermano mayor caminó lentamente hasta el centro de la sala. Todos lo miraron. Incluso Kasutora contuvo la respiración.

—Mi voto… es por el perdón —dijo al fin.

Kasutora alzó la vista, sorprendido.

—¿Por qué… tú?

El hermano mayor lo miró serio.

—Porque tú elegiste quedarte, aunque sabías que no encajabas. Akira no. Tú eres diferente… pero eres fuerte. Él solo huyó. Pero no merece morir por ello.

Los seis asesinos habían votado. Y por primera vez en años, ganó el perdón.

Kasutora salió de la sala, con el corazón latiendo rápido. Ella lo esperaba en las escaleras.

—¿Y…?

Kasutora sonrió.

—Seis asesinos… y un voto de fe. Eso bastó.

Ella lo abrazó, y él susurró al oído:

—Ahora sé que no estoy solo.



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En el texto hay: supervivencia, accion, romanse

Editado: 26.06.2025

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