La mansión estaba en calma. Pero no era una calma pacífica… era el tipo de silencio que viene después de una tormenta, cuando el aire aún huele a peligro, y los corazones siguen latiendo como tambores de guerra.
Kasutora se asomó al balcón de la torre principal. Desde allí podía ver todo: el jardín donde lo besaron, el pasillo donde sangró por primera vez, la sala donde ganó el respeto de los asesinos. Todo lo que antes fue desconocido… ahora era su hogar.
Ella apareció a su lado, con una taza de té y una sonrisa más tranquila de lo normal.
—¿En qué piensas? —preguntó, apoyando su cabeza en su hombro.
—En que hace un mes, creí que iba a morir aquí. Y ahora… estoy pensando en vivir.
Ella lo abrazó por detrás, como si pudiera evitar que el mundo lo alejara.
—Ya no estás solo. Ya no eres el chico del accidente. Ahora eres… uno de nosotros.
Kasutora miró el anillo en su dedo. Aún brillaba. Pero ahora no por miedo… sino por decisión.
—¿Y qué sigue ahora? —preguntó él.
Ella sonrió.
—El siguiente paso es que anuncies tu lugar en esta familia.
—¿Y cuál es mi lugar?
La voz del padre apareció desde la puerta, interrumpiéndolos:
—Eso es lo que debes descubrir. Pero ya no eres un huésped. Eres uno de los pilares. Y eso tiene consecuencias.
Kasutora se giró lentamente.
—¿Qué clase de consecuencias?
—La familia está por dividirse —dijo el padre con tono serio—. Hay otros parientes… de otras casas. No todos están de acuerdo con lo que pasó aquí. Vendrán por ti. Y por ella.
El viento sopló más fuerte. La calma estaba terminando.
—¿Estás diciendo que esto fue solo el comienzo? —preguntó Kasutora.
—Exactamente —dijo el padre—. Porque cuando alguien desafía la sangre… el verdadero destino comienza a moverse.
Kasutora bajó la mirada. Luego alzó la cabeza con decisión.
—Entonces que vengan.
Tomó la mano de su esposa. No era solo su amiga de la infancia. Ahora era su compañera de vida, de guerra… y de destino.
—El pasado me golpeó, el presente me puso a prueba… pero el futuro no me va a esperar.
Ella lo miró con orgullo.
—Y yo estaré contigo cuando ese futuro llegue.
Kasutora dio un paso al frente. La cámara de seguridad en el techo parpadeó. Un mensaje apareció en su celular.
“SE ACERCAN.”
Él lo leyó… y sonrió.
—Perfecto. Porque yo también me estoy acercando a ellos.
Y así terminó el primer libro.
No con una despedida, sino con una declaración:
El destino no espera.
Pero Kasutora tampoco.
Editado: 26.06.2025