La noche era densa, y el aire parecía cargado de algo más que humedad. Diana no había dormido desde que encontró la extraña nota frente a su puerta: “No mires atrás. El diario no es tuyo.” Su mente era un torbellino de preguntas sin respuestas, y el diario parecía más vivo que nunca, con sus páginas revelando secretos que no había pedido conocer. Aquella madrugada, mientras revisaba nuevamente el libro, un dibujo apareció frente a sus ojos: una torre antigua, oscura, solitaria. Bajo el boceto, una única frase escrita en letras firmes: “La torre guarda lo que buscas, pero no lo que esperas.”
El dibujo era tan nítido que parecía haber sido arrancado de la realidad misma. Sin pensarlo mucho, Diana encendió su laptop y comenzó a buscar. Una búsqueda rápida la llevó a un artículo sobre una torre abandonada en las afueras de la ciudad, una estructura olvidada que había sido el centro de extraños rumores durante décadas. Las historias hablaban de desapariciones, de ecos inexplicables que parecían surgir desde las paredes mismas. Diana supo que debía ir allí.
Horas después, el cielo gris cubría la carretera mientras ella conducía hacia su destino. A medida que se acercaba, una sensación opresiva comenzó a apoderarse de ella. Era como si algo invisible la estuviera observando, esperando su llegada. La torre finalmente apareció entre la niebla: alta, robusta, pero de algún modo fracturada, como si hubiera resistido un tiempo que no le pertenecía.
La puerta estaba entreabierta. Diana no recordaba haber sentido un silencio tan absoluto en su vida. Cada paso que daba hacia el interior resonaba con una fuerza antinatural, como si el lugar mismo la estuviera absorbiendo. Dentro, el aire era pesado, casi irrespirable. Las paredes estaban cubiertas de marcas extrañas, símbolos que parecían tallados con prisa, como advertencias dejadas por manos desesperadas.
Avanzó con cautela, iluminando con su linterna los rincones oscuros. Todo parecía vacío hasta que lo vio: un espejo alto, cubierto de polvo, al final de un corredor angosto. Había algo inquietante en él, como si no reflejara simplemente la habitación, sino algo más profundo. Diana se acercó lentamente, y al limpiar la superficie con la mano, su propia imagen le devolvió la mirada, pero algo no estaba bien.
El reflejo no coincidía con sus movimientos. Mientras ella retrocedía, su imagen en el espejo permanecía inmóvil, mirándola con ojos que parecían brillar con una intensidad perturbadora. De repente, el reflejo sonrió, un gesto que no era suyo. Diana sintió un escalofrío recorrer su espalda, y el sonido de pasos detrás de ella la hizo girar con rapidez.
No había nadie.
Cuando volvió la mirada al espejo, este ya no reflejaba la habitación. Ahora mostraba otra escena: un cuarto lleno de libros y papeles desordenados. En el centro de la habitación, una figura estaba inclinada sobre una mesa, escribiendo frenéticamente en un diario idéntico al suyo. Diana observó con atención y, para su horror, reconoció a la persona: era ella misma.
El espejo comenzó a vibrar, emitiendo un zumbido que hizo que Diana diera un paso atrás. Entonces, escuchó una voz detrás de ella, baja, casi un susurro.
—El tiempo se está agotando.
Se giró, pero no había nadie. Sin embargo, el diario en su bolso comenzó a vibrar, como si tuviera vida propia. Lo sacó con manos temblorosas y lo abrió. Las páginas se movieron solas hasta detenerse en una nueva entrada que no recordaba haber escrito. La tinta parecía fresca:
“Cuando el reflejo habla, el tiempo rompe sus cadenas.”
Diana apenas tuvo tiempo de procesar esas palabras cuando el espejo se fracturó. Las grietas se extendieron rápidamente, pero en lugar de romperse, parecía abrirse hacia otro lugar, como una ventana a una realidad diferente. A través de las grietas, pudo ver algo que la dejó sin aliento: una versión de la torre, pero completamente diferente. En ese lugar, la estructura parecía intacta, luminosa, pero extrañamente vacía.
Antes de que pudiera decidir qué hacer, el reloj que había encontrado en el suelo de la torre comenzó a sonar. Las manecillas giraban rápidamente, deteniéndose bruscamente en las 3:33. Una fuerza invisible la empujó hacia el espejo, y el mundo a su alrededor se desvaneció en un estallido de luz y sombra.
Cuando abrió los ojos, estaba nuevamente en la torre, el espejo hecho pedazos y el reloj en su mano detenido. El diario, sin embargo, tenía una nueva inscripción:
“El reflejo solo muestra lo que estás dispuesta a ver. El tiempo no olvida.”
Diana salió de la torre con más preguntas que respuestas, pero una certeza crecía dentro de ella: alguien, o algo, estaba jugando con su destino. Y no estaba sola. Desde la distancia, un par de ojos seguían cada uno de sus movimientos.
Editado: 06.01.2025