Diana aterriza en un lugar completamente distinto tras cruzar el portal: una ciudad desolada, suspendida en el tiempo. Los edificios parecen antiguos, pero sus relojes de torre giran al revés, y la luz del sol titila como si el cielo estuviera a punto de romperse. Confundida y desorientada, Diana intenta orientarse con el dispositivo, pero este emite chispas y deja de funcionar. Está sola, con una única pista: el nombre Lucien.
Mientras explora, un leve murmullo la pone en alerta. La ciudad no está vacía. Las calles están ocupadas por figuras cubiertas de sombras, casi humanas, que parecen congeladas en distintas poses. Al intentar pasar cerca de ellas, una de las figuras mueve la cabeza, y sus ojos brillan con una luz roja. Diana contiene la respiración y se aleja lentamente, entendiendo que cualquier ruido podría delatar su presencia.
En el centro de la ciudad, encuentra un mural desgastado con un mensaje: "El tiempo devora a los débiles, pero recompensa a los audaces. Busca al Guardián del Horizonte." Al tocar el mural, una pequeña puerta se abre en una pared cercana, revelando una escalera que desciende hacia un sótano oscuro.
Diana desciende con cautela, iluminando el camino con un fósforo que encontró en su bolsillo. La escalera la lleva a una especie de bodega subterránea llena de relojes rotos, todos detenidos en diferentes horas. En el centro de la habitación hay una figura masculina encadenada a un trono hecho de engranajes y piezas de metal. Su rostro está oculto tras una máscara tallada con símbolos extraños.
-¿Eres Lucien? -pregunta Diana con voz temblorosa.
La figura levanta lentamente la cabeza, y su voz resuena como un eco distante.
-Ese nombre pertenece a quien solía ser, no a quien soy ahora.
Diana insiste en que necesita su ayuda, pero Lucien, con un tono grave, le advierte que ayudarla podría traer consecuencias irreversibles.
-El diario no es solo un objeto. Es un sistema. Cada movimiento que haces dentro de su red tiene un costo. Y tú... tú ya has alterado más de lo que deberías.
Lucien, que parece saber más de Diana de lo que admite, le revela que el dispositivo que lleva no es solo una llave, sino también un ancla.
-Cada vez que lo usas, el diario gana más control sobre ti. El Vigilante lo sabía, pero nunca te lo dijo.
Diana, frustrada y ansiosa, exige saber cómo detener el ciclo y destruir el diario. Lucien le responde que la única manera de hacerlo es llegar al Nexo del Tiempo, el corazón del diario, donde convergen todas las líneas temporales. Sin embargo, advierte que el camino es mortal y que necesitará a alguien con un vínculo con el diario para cruzar.
-Gabriel -dice Diana, casi en un susurro.
Lucien asiente lentamente.
-Pero no está listo. Y tú tampoco.
Antes de que puedan continuar, un sonido ensordecedor llena la bodega. Las paredes comienzan a temblar, y Lucien grita:
-¡Nos han encontrado!
Figuras encapuchadas, similares a las que atacaron la biblioteca, irrumpen en el sótano. Diana intenta activar el dispositivo para escapar, pero este no responde. Lucien, con una fuerza inesperada, se libera de una de las cadenas y lanza una explosión de energía que detiene momentáneamente a los atacantes.
-¡Corre, Diana! -le grita mientras las figuras comienzan a rodearlo.
Diana duda por un instante, pero finalmente encuentra un pasadizo secreto que Lucien señala con un gesto. Mientras corre, escucha las palabras finales de Lucien antes de que la puerta se cierre detrás de ella:
-El Vigilante no es tu enemigo... pero tampoco es tu aliado.
Diana emerge en una zona desconocida, un paraje desértico iluminado por un cielo púrpura lleno de estrellas fugaces. Exhausta y confundida, revisa el dispositivo, que finalmente se reactiva, proyectando un mapa con un único punto brillante: el Nexo del Tiempo.
Mientras trata de decidir su siguiente movimiento, una voz conocida surge detrás de ella.
-¿Pensaste que podrías escapar tan fácilmente?
Es Gabriel, pero algo en él ha cambiado. Sus ojos están marcados por un brillo extraño, y su expresión es fría e implacable.
-Gabriel... ¿qué está pasando? -pregunta Diana, retrocediendo.
Gabriel sonríe, pero no hay calidez en su gesto.
-No soy quien crees que soy.
Gabriel sostiene el diario, mientras el cielo sobre ellos comienza a fracturarse como un espejo. Diana, atrapada entre la verdad y el peligro, comprende que el final está más cerca de lo que pensaba.
Editado: 06.01.2025