El mundo sigue suspendido. Diana está rodeada por el campo infinito de relojes, cada uno reflejando momentos que no reconoce, pero que siente profundamente conectados a ella. Gabriel, ahora consciente, se sienta con dificultad, observándola con una mezcla de confusión y miedo.
-¿Qué pasó? -pregunta, con su voz rasgada.
Diana, incapaz de responder, siente el peso del diario latiendo dentro de ella como un corazón oscuro, cada pulsación una memoria ajena, cada respiración un eco de un tiempo que no vivió.
Antes de que puedan hablar más, un estruendo reverbera a través del espacio. Los relojes comienzan a romperse, uno por uno, enviando fragmentos de vidrio y engranajes al vacío. De entre las grietas emergen figuras: sombras humanoides con rostros vacíos y ojos como pozos de oscuridad.
Gabriel se pone de pie, tambaleándose, y extiende una mano hacia Diana.
-Debemos irnos. Sea lo que sea esto, no es seguro.
Pero Diana no puede moverse. Algo la mantiene anclada al suelo, como si los relojes estuvieran reclamándola. Una figura más grande emerge de las sombras, y su presencia eclipsa a las demás. Es el Dr. Harker, pero no como lo conocían. Su rostro está marcado por líneas de energía que brillan como relámpagos, y su voz resuena con un tono multiplicado, como si hablase desde todas las líneas temporales a la vez.
-Has tomado lo que no te pertenece, Diana. El diario no es un legado; es una sentencia.
Harker levanta una mano, y el tiempo parece retorcerse alrededor de él, distorsionando la realidad. Diana siente cómo su conexión con el diario la atrae hacia él, como si fueran polos opuestos de un imán inquebrantable.
-¿Qué quieres? -grita Diana, mientras lucha contra la fuerza invisible que la arrastra.
-Liberar al tiempo de su prisión, -responde Harker-, y tú eres la llave.
Gabriel, incapaz de contenerse, carga contra Harker, pero una onda de energía lo lanza al suelo como una muñeca de trapo. Diana, desesperada, siente un calor ardiente en su pecho: el diario. Sin saber cómo, lo invoca, y una versión luminosa del objeto se materializa en su mano, sus páginas ardiendo con palabras que cambian constantemente.
-Si el diario es una prisión, entonces también puede ser una solución, -dice Diana con determinación.
Harker sonríe, pero su expresión está cargada de desprecio.
-Crees que puedes controlarlo, pero el diario no sigue tus órdenes. Tú sigues las suyas.
En ese momento, una voz familiar surge detrás de Diana. Es Irene, la archivista, pero su forma es translúcida, como si fuera una proyección.
-Diana, no escuches sus mentiras. El diario no es una llave, es un candado. Pero para cerrarlo, debes enfrentarte a tu propio reflejo.
Diana se gira hacia Irene, confundida y aterrorizada.
-¿Qué significa eso?
Antes de que Irene pueda responder, Harker extiende una mano y la proyección se disuelve en un grito. Las sombras comienzan a rodear a Diana y Gabriel, sus formas deslizándose como aceite negro.
En un acto desesperado, Diana abre el diario, dejando que las palabras se derramen de sus páginas en un torrente de luz y oscuridad. Los relojes a su alrededor estallan en fragmentos brillantes, creando un vórtice que comienza a absorber todo a su alrededor, incluyendo a Harker y las sombras.
Gabriel logra alcanzar a Diana justo cuando el vórtice amenaza con tragarlos también.
-¡Cierra el diario! ¡Nos destruirá a todos!
Diana, luchando contra el poder del objeto, siente que algo cambia dentro de ella. Una conexión se forma entre ella y el diario, no de control, sino de comprensión. Las palabras en las páginas dejan de moverse, alineándose en una sola frase: "El tiempo siempre exige un sacrificio."
Con lágrimas en los ojos, Diana entiende lo que debe hacer. Mira a Gabriel, su rostro lleno de angustia.
-Prométeme que no dejarás que todo esto sea en vano.
Antes de que él pueda responder, Diana se lanza hacia el vórtice con el diario en sus manos, dejando atrás un grito que corta el aire.
El vórtice se cierra de golpe, y el mundo queda en silencio. Gabriel cae de rodillas, mirando el espacio vacío donde Diana estaba momentos antes. Los relojes han desaparecido, dejando solo oscuridad.
En la distancia, una luz tenue comienza a parpadear, y Gabriel se levanta con esfuerzo, dirigiéndose hacia ella. Pero la luz no es un faro de esperanza; es una puerta. Y al cruzarla, escucha una voz familiar susurrando:
-Esto no ha terminado.
El episodio concluye con Gabriel parado frente a un nuevo paisaje: una ciudad futurista, pero desierta, donde los relojes cuelgan del cielo como estrellas muertas. En su mano, una sola página del diario permanece, con el nombre de Diana escrito una y otra vez.
Editado: 06.01.2025