El Diario Asesino

E15: Caminos inversos

Gabriel camina lentamente por la ciudad desierta. Los edificios futuristas se extienden hacia el cielo como torres de cristal roto, reflejando fragmentos de un sol pálido y distante. Todo está en un inquietante silencio, roto solo por el tic-tac constante que parece emanar desde el aire mismo. Los relojes flotantes se balancean como si fueran péndulos de una maquinaria invisible, cada uno marcando una hora diferente.

En su mano, la página arrancada del diario vibra ligeramente, como si estuviera viva, guiándolo hacia algo. En su centro, el nombre "Diana" resalta como un eco que se repite infinitamente. Gabriel, lleno de una mezcla de desesperación y determinación, sigue el camino que la página le indica.

A medida que avanza, comienza a ver sombras moviéndose entre las estructuras. No son personas; son distorsiones, figuras que parecen desvanecerse tan pronto como las enfoca. Cada paso se siente más pesado, como si la gravedad del lugar intentara detenerlo. Finalmente, llega a una plaza central, donde un enorme reloj de péndulo domina el paisaje. Su tic-tac es ensordecedor, y en el centro de su esfera, el rostro de Diana aparece, congelado en un grito de desesperación.

Gabriel cae de rodillas, susurrando su nombre.

-Diana... ¿dónde estás?

Antes de que pueda reaccionar, el sonido de pasos lo saca de su trance. Una figura emerge de las sombras: es Lucien, el hombre que Irene mencionó antes de desaparecer. Lucien es alto, con ojos que parecen contener galaxias enteras y un aire de autoridad que intimida incluso a Gabriel.

-Llegaste más rápido de lo que esperaba, -dice Lucien, con una voz grave pero serena.

Gabriel lo observa, intentando evaluar si es un aliado o un enemigo.

-¿Quién eres tú? ¿Qué es este lugar?

Lucien sonríe, aunque hay tristeza en su expresión.

-Este es el Horizonte del Tiempo, un punto donde las líneas temporales colapsan y convergen. Aquí es donde el diario obtiene su poder. Y yo... soy el guardián de esta prisión.

Gabriel se pone de pie, sosteniendo la página con fuerza.

-Diana está aquí, ¿verdad? La escuché, la sentí.

Lucien asiente lentamente.

-Ella está aquí, pero no como la conocías. El sacrificio que hizo la ha conectado con el núcleo del diario. Ahora, ella es parte de su ciclo eterno.

Gabriel niega con la cabeza, incapaz de aceptar lo que oye.

-Tiene que haber una forma de sacarla. Ayúdame.

Lucien suspira y extiende una mano hacia el reloj gigante.

-Hay una manera, pero no es fácil. El diario no es solo una herramienta; es una trampa. Cada sacrificio lo fortalece. Si quieres liberarla, deberás enfrentarte a su núcleo y destruirlo. Pero al hacerlo, podrías desencadenar algo peor.

Gabriel mira el reloj, y por primera vez siente el peso de lo que está a punto de enfrentar.

-¿Algo peor?

Lucien lo observa con una expresión oscura.

-El tiempo no tolera ser alterado. Si destruyes el núcleo, el equilibrio del tiempo mismo podría romperse. Pero si no haces nada, Diana estará atrapada para siempre, y el diario continuará atrapando más almas.

Gabriel no necesita tiempo para decidir.

-Haré lo que sea necesario.

Lucien sonríe apenas, como si esperara esa respuesta.

-Entonces, prepárate. Porque enfrentarte al núcleo significa enfrentarte a todo lo que temes, todo lo que amas, y todo lo que odias.

Lucien conduce a Gabriel hacia una puerta tallada en el suelo de la plaza. Sus bordes brillan con una energía pulsante, y cada paso que dan hacia ella parece distorsionar el espacio a su alrededor. Cuando la puerta se abre, un vórtice de luz y oscuridad los envuelve, transportándolos al corazón del diario.

El núcleo es un lugar caótico: palabras flotan en el aire como hojas arrastradas por el viento, mientras engranajes gigantes giran sin control. En el centro, una figura está suspendida, rodeada por corrientes de energía que parecen desgarrarla y reconstruirla al mismo tiempo. Es Diana.

Gabriel corre hacia ella, pero una fuerza invisible lo detiene. Las palabras que flotan comienzan a formar figuras familiares: el Dr. Harker, el Vigilante, incluso una versión de Gabriel mismo. Todos se interponen entre él y Diana, atacándolo con recuerdos dolorosos y visiones de futuros que podrían suceder.

Lucien grita desde la distancia.

-¡Es una prueba! ¡No luches contra ellos, enfréntalos!

Gabriel, temblando, cierra los ojos y deja que las visiones lo golpeen. Ve a su madre muriendo, a Diana sacrificándose, a sí mismo quedando solo una y otra vez. Pero en lugar de resistirse, acepta cada uno de los momentos, dejando que el dolor lo atraviese.

Cuando abre los ojos, las figuras se disuelven, y la barrera que lo separaba de Diana desaparece. Se acerca a ella, pero al tocarla, siente una resistencia. Diana abre los ojos, pero su mirada está vacía.

-No puedo salir, Gabriel. El diario me pertenece ahora.

-No, -insiste Gabriel-, te voy a sacar de aquí. Juntos.

La energía a su alrededor comienza a intensificarse, y Lucien grita desde atrás.

-¡Rápido! Si no destruyes el núcleo ahora, se cerrará para siempre.

Gabriel mira el diario flotando en el aire, su núcleo palpitando como un corazón oscuro. Sabe lo que debe hacer, pero también sabe lo que eso significa.

Gabriel termina tomando una decisión desesperada. Susurra algo al oído de Diana, y con lágrimas en los ojos, extiende una mano hacia el núcleo, listo para hacer el sacrificio final.




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