La noche era inquietantemente silenciosa. Gabriel y Lucien estaban en el apartamento de Diana, mirando el diario sobre la mesa como si fuera una bomba a punto de estallar. Desde su regreso, el objeto parecía emitir una energía distinta, casi viva. Las palabras en su cubierta seguían ilegibles, pero había algo nuevo: un símbolo grabado en la primera página. Era un círculo incompleto, atravesado por líneas que se extendían como raíces.
—¿Qué significa esto? —preguntó Gabriel, rompiendo el silencio.
Lucien, aún recuperándose de sus heridas, se inclinó sobre el diario.
—No lo sé, pero no estaba allí antes. Algo ha cambiado.
Antes de que pudieran discutir más, las luces del apartamento parpadearon. Un frío intenso invadió la habitación. Y entonces, la puerta se abrió. Diana estaba allí, de pie, con el rostro pálido y la mirada perdida.
—¿Diana? —susurró Gabriel, dando un paso hacia ella.
Ella alzó una mano para detenerlo.
—No… no te acerques.
Su voz era firme, pero había un temblor en ella. Diana entró lentamente, cerrando la puerta detrás de ella. Parecía agotada, como si hubiera cargado con el peso de siglos.
—¿Cómo… cómo volviste? —preguntó Lucien, incrédulo.
Diana caminó hasta la mesa y fijó la vista en el diario.
—No lo sé del todo. El portal me llevó a un lugar... fuera del tiempo. Allí vi cosas. Fragmentos. Momentos que no entiendo.
—¿Y el diario? —preguntó Gabriel, señalándolo.
Ella lo miró con una mezcla de temor y resignación.
—El diario me trajo de vuelta. O tal vez nunca me dejó ir.
Gabriel frunció el ceño.
—¿Qué significa eso?
Diana se sentó y tomó el diario en sus manos.
—Cuando estaba allí, entendí algo. El diario no es un objeto cualquiera. Es una manifestación. Fue creado por alguien con un conocimiento tan vasto que desafía todo lo que entendemos. Pero ese conocimiento... lo destruyó.
Lucien frunció el ceño.
—¿Quién lo creó?
Diana pasó la mano por la portada del diario, como si intentara sentir algo.
—Un hombre llamado Ezra Thorne. Él quería controlar el tiempo, dominarlo. Pero sus experimentos lo llevaron al límite de la cordura. Este diario… es el resultado de su obsesión.
De repente, el símbolo en la primera página comenzó a brillar débilmente. Diana lo señaló.
—Esto es una marca. Un mapa. Nos está guiando.
Gabriel miró el símbolo y luego a Diana.
—¿Guiándonos a dónde?
Ella levantó la vista, su mirada decidida.
—A un lugar que él llamó el Archivo del Tiempo. Allí es donde empezó todo. Y si queremos respuestas, debemos encontrarlo.
La habitación volvió a llenarse de frío, y las luces parpadearon nuevamente. Esta vez, un susurro recorrió el aire, un murmullo que parecía provenir del diario. Diana lo cerró de golpe, y el sonido se detuvo.
—No hay tiempo que perder —dijo ella, poniéndose de pie—. Si el diario está reaccionando, significa que alguien más está buscando lo mismo.
Lucien la miró con recelo.
—¿Quién?
Diana hizo una pausa, su rostro ensombrecido.
—El Vigilante no es el único. Hay otros. Y no todos están interesados en detener el ciclo. Algunos quieren que continúe.
Gabriel se acercó a ella, su preocupación evidente.
—Diana, apenas acabamos de salir de una pesadilla. ¿Y ahora esto?
Ella lo miró, con una tristeza que lo dejó sin palabras.
—No tenemos elección, Gabriel. Si no descubrimos el origen del diario, estaremos condenados a repetir todo esto.
El episodio termina con Diana, Gabriel y Lucien saliendo del apartamento, con el diario en sus manos. Mientras se alejan, la cámara se fija en una figura que los observa desde las sombras: el Vigilante, cuyos ojos brillan con una intensidad perturbadora.
En su mano, sostiene un fragmento de página que parece estar arrancado del diario. Con una sonrisa enigmática, murmura:
—El Archivo del Tiempo… está más cerca de lo que creen.
Editado: 14.01.2025