El tiempo parecía detenerse en la mansión desmoronada donde Diana y Gabriel buscaban respuestas. Los ecos de las revelaciones del episodio anterior aún resonaban en sus mentes: el diario había pasado por las manos de muchas personas, pero su creación era un misterio envuelto en una serie de decisiones que nunca deberían haberse tomado.
La búsqueda los llevó a una habitación escondida detrás de un espejo roto. El aire era pesado, y las paredes estaban cubiertas de marcas talladas, como un diario visual de un loco atrapado en su propia mente. En el centro de la habitación, una mesa sostenía un antiguo cofre cerrado con candados corroídos. Alrededor de este, había fragmentos de papel quemados con palabras apenas legibles: “El Vigilante… destino… fracturas en el tiempo”.
Diana tocó el cofre con cautela, sintiendo cómo un escalofrío recorría su cuerpo. Gabriel, siempre atento, sacó una pequeña linterna y la dirigió hacia las marcas de las paredes. Fue entonces cuando lo vio: un grabado en el idioma antiguo que habían encontrado en el diario.
—Esto… esto parece un mapa —susurró Gabriel, mientras trazaba con los dedos los relieves de la inscripción—. Pero no es un lugar… es un evento.
Diana lo miró, su mente conectando piezas que no había visto antes.
—El diario no se creó en un lugar físico. Fue… un accidente en el tiempo. Algo que alguien no debía hacer.
De repente, un fuerte golpe resonó en la mansión, como si algo hubiera chocado contra las paredes externas. Ambos se miraron, sus corazones latiendo al unísono. Una risa distorsionada llenó el aire, y las luces de la linterna comenzaron a parpadear.
—No están solos —dijo una voz que parecía provenir de todas partes.
Era el Vigilante.
El espacio a su alrededor se distorsionó, y las paredes se transformaron en un flujo interminable de imágenes de las vidas de las personas que habían tocado el diario. Una mujer llorando mientras quemaba páginas, un hombre huyendo mientras las palabras aparecían en su piel como tatuajes, un niño escondiendo el diario bajo el suelo de una iglesia.
El Vigilante se materializó, sus ojos como dos abismos.
—Creen que buscan respuestas, pero lo que encontrarán los destrozará.
Gabriel se interpuso entre Diana y el Vigilante.
—¿Por qué no nos dices la verdad de una vez? ¿Quién te creó? ¿Por qué existes?
El Vigilante sonrió, pero no respondió. En cambio, extendió una mano hacia Diana, quien sintió que su mente se llenaba de visiones: un laboratorio oscuro, un hombre trabajando febrilmente en un experimento que involucraba tiempo, y un diario que parecía surgir de las cenizas de algo mucho más grande.
—No fui creado. Fui forjado —dijo finalmente el Vigilante—. Por aquellos que no podían aceptar las consecuencias de sus propios actos.
Antes de que pudiera seguir, un estallido de luz los envolvió. Gabriel y Diana se encontraron en un lugar completamente diferente: una versión deteriorada de la mansión, pero desprovista de tiempo, como si estuvieran atrapados entre momentos.
En el centro de la sala, una figura encapuchada estaba escribiendo en un diario idéntico al suyo. Cada palabra que escribía parecía alterar la realidad a su alrededor, y los fragmentos de tiempo se reunían como un rompecabezas imposible.
—Ahí está —dijo Diana, con voz temblorosa—. El verdadero creador.
La figura levantó la cabeza, y aunque su rostro estaba oculto, su voz era clara y helada.
—¿Por qué vienen a destruir lo que ni siquiera comprenden?
Gabriel se lanzó hacia él, pero una barrera invisible lo detuvo. Diana, en cambio, dio un paso adelante, levantando el diario que sostenía.
—No queremos destruirlo. Queremos saber por qué.
El encapuchado rió, un sonido que reverberó en el espacio infinito.
—¿Por qué? Porque el tiempo nunca se mantiene estable. Porque el destino es solo una ilusión. Este diario es la prueba de ello.
El Vigilante apareció detrás de ellos, observando sin intervenir. Diana sintió que cada palabra del encapuchado era una verdad que no estaba lista para aceptar.
Finalmente, la figura señaló el diario en las manos de Diana.
—Lo que buscas no está aquí. Está en ti.
Con esas palabras, el espacio comenzó a colapsar. Diana y Gabriel fueron arrojados fuera del bucle temporal, de vuelta al mundo real, pero el eco de las palabras del encapuchado permaneció.
El episodio termina con Diana mirando el diario, mientras nuevas palabras comienzan a aparecer en sus páginas: “El ciclo nunca fue un accidente. Fue una elección”.
Editado: 14.01.2025