El Diario Asesino

E24: El silencio del creador

El aire era pesado y frío mientras Diana y Gabriel se encontraban de pie en la mansión destrozada, ahora más consciente de que las revelaciones anteriores eran solo la punta del iceberg. El diario, que había sido un enigma constante, empezaba a escribir por sí mismo. Las palabras en sus páginas brillaban como si fueran talladas por un fuego invisible:
“El tiempo siempre reclama lo que le pertenece.”

Diana sintió que sus manos temblaban mientras leía esas palabras. Gabriel intentó calmarla, pero ambos sabían que habían cruzado una línea de la cual no había retorno. Las visiones del creador encapuchado, la revelación de que el diario era una consecuencia de decisiones humanas desesperadas, y la presencia constante del Vigilante habían dejado claro que estaban jugando con fuerzas que no comprendían.

—Diana —dijo Gabriel, con el ceño fruncido mientras observaba las marcas que cubrían las paredes—, creo que esto no es solo una advertencia. Es un mapa del destino que alguien ha manipulado.

Diana, aún con la mirada fija en el diario, respondió en voz baja:
—Pero, ¿manipulado por quién? ¿El creador? ¿El Vigilante? ¿O por mí misma sin darme cuenta?

Las palabras en el diario cambiaron de nuevo:
“El ciclo debe completarse. La elección no es tuya.”

La habitación comenzó a temblar, y una grieta luminosa se abrió en el suelo frente a ellos. Era un portal. Gabriel intentó retroceder, pero Diana, impulsada por algo más allá del miedo, se inclinó hac”a la luz, como si una fuerza invisible la llamara.

—No lo hagas, Diana —dijo Gabriel, atrapando su brazo—. No sabemos lo que hay ahí.

Ella lo miró, con los ojos llenos de determinación.
—Es la única forma de detener esto. Debo saber la verdad completa. Si este ciclo debe terminar, lo haré en mis propios términos.

Antes de que Gabriel pudiera detenerla, Diana cruzó el portal. El mundo a su alrededor se desvaneció, y se encontró en una versión fracturada de la realidad. Era como si el tiempo mismo estuviera desmoronándose, con fragmentos de su vida, y de las vidas de otros que habían poseído el diario, flotando a su alrededor como espejos rotos.

Una voz resonó en el vacío. Era el encapuchado.
—Siempre terminan aquí, creyendo que pueden cambiar el curso del destino. Pero nunca entienden la verdad: el diario no es una herramienta, es una maldición. Una vez que lo tocas, formas parte de él para siempre.

Diana dio un paso adelante, enfrentando la figura que había visto antes.
—Entonces dime la verdad. ¿Quién soy en este ciclo? ¿Por qué fui elegida?

El encapuchado alzó una mano, y el vacío se llenó de imágenes: Diana encontrando el diario, sus intentos de cambiar su destino, cada decisión que la había llevado hasta ese momento. Pero también vio algo más: una versión más joven de sí misma entregando el diario a un desconocido.

—No fui elegida… —murmuró Diana, sintiendo cómo el peso de la revelación la aplastaba—. Yo misma lo inicié.

El encapuchado asintió.
—Y ahora debes decidir si quieres que el ciclo continúe o si estás lista para aceptarlo. Pero te advierto: detenerlo tendrá un precio.

De repente, Diana sintió una presencia detrás de ella. Era el Vigilante, observando en silencio, como si esperara su decisión.
—¿Cuál es el precio? —preguntó Diana, con voz temblorosa.

El encapuchado rió, un sonido frío y vacío.
—Tu propia existencia. Si eliges romper el ciclo, el diario desaparecerá… pero tú también.

Diana enfrenta la decisión más difícil de su vida, mientras las palabras “El destino nunca se rinde” aparecen en el diario, brillando como un último desafío.




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