El Diario Asesino

E25: El peso de la eternidad

El vacío a su alrededor parecía expandirse con cada latido del corazón de Diana. Frente a ella, el encapuchado y el Vigilante aguardaban, sus presencias opuestas como guardianes de dos caminos irreconciliables. El diario, sostenido firmemente entre sus manos, parecía latir como si tuviera vida propia. Las palabras “El destino nunca se rinde” brillaban con una intensidad que le quemaba la mirada.

Diana cerró los ojos por un instante, intentando procesar la verdad que acababa de descubrir: ella misma había iniciado todo. Todo lo que había vivido, cada muerte, cada giro desgarrador, cada pérdida… todo había sido consecuencia de sus propias acciones.

—Esto no tiene sentido —susurró, aunque su voz resonó en el vacío—. Si yo lo inicié, ¿por qué no lo recuerdo?

El encapuchado inclinó ligeramente la cabeza, su rostro permanecía oculto en sombras.
—La memoria es un sacrificio que se paga por alterar el curso del tiempo. Aquella versión de ti lo sabía. Creó el diario y lo entregó, sabiendo que este momento llegaría.

Diana tragó saliva, sintiendo el peso de sus decisiones, decisiones que aún no recordaba haber tomado. Sus dedos temblaban mientras pasaba las páginas del diario. Las palabras cambiaban constantemente, como si el objeto se resistiera a ser entendido.

—¿Y si destruyo el diario? —preguntó, rompiendo el silencio.

El encapuchado no respondió, pero el Vigilante, que hasta entonces había permanecido inmóvil, dio un paso adelante. Sus ojos brillaban con un destello de algo que parecía compasión.
—Si lo destruyes, liberas el ciclo —dijo con voz profunda—. Pero el ciclo te reclamará. Toda línea de tiempo que el diario haya tocado se fragmentará, incluida la tuya. Tú… dejarás de existir.

El eco de esas palabras pareció reverberar en su pecho. Diana miró al Vigilante, buscando algo, cualquier señal de esperanza.
—¿Y si no lo destruyo?

El encapuchado se rió, un sonido áspero y vacío.
—Entonces el ciclo continuará. Otra versión de ti tomará tu lugar. Seguirás viviendo, pero nunca escaparás. Serás atrapada en un destino que tú misma elegiste… y que nunca podrás deshacer.

La desesperación comenzó a apoderarse de ella. ¿Era esto lo que su madre había intentado advertirle? ¿Era este el precio de intentar jugar con las reglas del tiempo? Diana sintió un nudo en la garganta al recordar los rostros de las personas que había perdido, las vidas destruidas por el diario.

—Siempre hay un precio —murmuró para sí misma.

El encapuchado levantó la mano, y el vacío se transformó. Ahora estaba rodeada por versiones de sí misma, cada una viviendo un momento diferente de su vida. Algunas estaban felices, otras lloraban, y otras enfrentaban horrores que ni siquiera podía imaginar. Todas compartían algo: el diario siempre estaba allí, en sus manos.

—No importa lo que elijas, siempre terminamos aquí —dijo el encapuchado, señalando las múltiples versiones de Diana.

Gabriel apareció a lo lejos, llamándola desesperadamente desde el otro lado del portal. Su voz era como un ancla, tirando de ella hacia la realidad.
—Diana, no estás sola. Tienes que volver. ¡No dejes que te controle!

Ella lo miró, sus ojos llenos de lágrimas. Pero incluso mientras lo hacía, una parte de ella sabía que él no podía entender el peso de la elección que debía hacer.

Diana se volvió hacia el encapuchado y el Vigilante.
—Si destruyo el diario, ¿qué le pasará a las personas que amo?

El encapuchado no dijo nada, pero el Vigilante habló con franqueza:
—Ellos seguirán, pero el impacto que tu existencia tuvo en sus vidas desaparecerá. Serás un vacío en sus recuerdos.

Diana apretó los puños, la decisión consumiéndola. ¿Podría sacrificar todo lo que era para detener el sufrimiento? ¿O era egoísta querer aferrarse a una existencia que estaba condenada desde el principio?

El diario brilló con una intensidad cegadora, como si supiera que el momento había llegado. Las palabras finales aparecieron en sus páginas:
“Solo hay un final verdadero. Escoge.”

Diana al borde del abismo, sostiene el diario mientras las lágrimas resbalan por sus mejillas. Frente a ella, el encapuchado y el Vigilante esperan su decisión, y detrás, la voz de Gabriel aún la llama. El reloj invisible del tiempo sigue marcando, un recordatorio de que no tiene mucho tiempo para decidir.




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