La luz se disipó lentamente, dejando un silencio abrumador. Diana abrió los ojos, pero el mundo que esperaba ver ya no existía. No había rastro del vacío, ni del Vigilante, ni del encapuchado. Estaba en un espacio extraño, una combinación de realidades superpuestas: fragmentos de su hogar, el laboratorio de su madre y la mansión, todos mezclados en un caos inquietante.
El diario ya no estaba en sus manos, pero algo persistía en el aire, una energía residual que hacía que su piel hormigueara.
—¿Qué es esto? —susurró, su voz resonando como un eco en el ambiente.
Una figura surgió de entre las sombras. Al principio, Diana pensó que era el encapuchado, pero pronto se dio cuenta de que era alguien más. La figura era alta y delgada, y aunque llevaba una capa similar, su rostro era el suyo. Una versión más joven de sí misma.
—¿Eres… yo? —preguntó Diana, retrocediendo instintivamente.
—No exactamente —respondió la figura con una voz tranquila, casi melancólica—. Soy lo que queda de ti. La parte que sacrificaste al destruir el diario.
Diana sintió un escalofrío recorrer su cuerpo.
—¿Por qué estás aquí?
La figura sonrió ligeramente.
—Porque el ciclo no termina con un simple acto de voluntad. El diario fue destruido, pero las líneas temporales que tocó todavía existen, y tú estás atrapada en medio de ellas. Lo que hiciste rompió las reglas, y ahora el tiempo busca corregirse.
De repente, el entorno comenzó a cambiar de nuevo. Diana vio flashes de Gabriel llamándola, de su madre en el laboratorio, de momentos que no reconocía pero que sentía profundamente conectados con ella. La figura avanzó hacia Diana, extendiendo una mano.
—Tienes una última elección que hacer, Diana. Puedes quedarte aquí, en esta fractura, y permitir que el tiempo siga su curso sin ti. O… puedes intentar regresar, pero con un precio.
—¿Qué precio? —preguntó Diana, sintiendo que la desesperación la ahogaba.
La figura bajó la mano y respondió con calma:
—Tu regreso reanudará el ciclo, aunque no exactamente como antes. Algo o alguien tendrá que ocupar el lugar que el diario dejó vacío.
Diana cerró los ojos, recordando las palabras del encapuchado y del Vigilante. Todo lo que había hecho había sido para liberar a las personas que amaba, para evitar que alguien más quedara atrapado en este juego cruel.
—No puedo permitir que esto continúe —dijo Diana, abriendo los ojos con determinación—. Si alguien debe ocupar ese lugar, seré yo.
La figura asintió, como si hubiera esperado esa respuesta.
—Entonces, prepárate. Tu sacrificio será recordado solo por aquellos que logren escapar del ciclo.
Antes de que Diana pudiera responder, la figura levantó una mano, y el espacio se llenó de una luz cegadora. Todo su ser fue consumido por esa energía, y la sensación de ser dividida en mil fragmentos la invadió.
Cuando la luz desapareció, Diana se encontró de pie en un campo vacío. El cielo era gris, y una brisa fría acariciaba su rostro. A lo lejos, vio una figura caminando hacia ella. Era Gabriel.
—¡Diana! —gritó él, con los ojos llenos de alivio.
Diana quiso correr hacia él, pero algo la detuvo. Una sensación extraña en su pecho, como si algo invisible la anclara al suelo. Gabriel llegó hasta ella y la tomó de las manos.
—Pensé que te había perdido para siempre.
Diana sonrió débilmente, pero no respondió. Sabía que algo había cambiado. Aunque estaba de vuelta, ya no era completamente ella misma.
El episodio termina con Diana mirando al horizonte mientras una sombra se forma detrás de ella. Sus últimas palabras resuenan en su mente:
“Tal vez no puedo cambiar el pasado, pero puedo proteger el futuro… aunque eso me consuma.”
Editado: 14.01.2025