El Diario Asesino

E29: El Sacrificio de la Elegida

La puerta luminosa brillaba como si pulsara al ritmo de un corazón. Diana se detuvo al borde, sintiendo el calor que emanaba de ella y la presión invisible que parecía empujarla hacia adelante. Detrás de ella, el Vigilante permanecía inmóvil, observándola con una mezcla de curiosidad y resignación.

—¿Qué hay detrás de esta puerta? —preguntó Diana, su voz apenas un susurro.

—El fin del ciclo —respondió el Vigilante—, pero también el fin de ti. Si cruzas, el diario desaparecerá, junto con las líneas temporales que ha tocado. Pero eso requiere que alguien ocupe su lugar.

Diana sintió que el peso de esa verdad caía sobre ella como un manto frío. No era solo su vida lo que estaba en juego; era su esencia, su existencia misma.

Mientras tanto, Gabriel y Clara trabajaban desesperadamente en el laboratorio, analizando las palabras de la inscripción encontrada en las cenizas del diario destruido. Clara estaba convencida de que había una forma de salvar a Diana sin que tuviera que sacrificarse.

—Mira esto —dijo Clara, señalando un patrón en las partículas de energía residual del diario—. Creo que esta anomalía significa que el ciclo no es perfecto. Hay una debilidad, un momento en el que Diana podría liberarse.

Gabriel la miró con esperanza, pero también con duda.
—¿Y cómo la ayudamos desde aquí?

Clara guardó silencio por un momento antes de responder:
—Necesitamos encontrar una forma de estabilizar las líneas temporales para que ella no tenga que hacerlo sola.

De vuelta en el espacio fracturado, Diana recordó todo lo que había vivido: las pérdidas, los sacrificios, las veces que había estado a punto de rendirse. Se giró hacia el Vigilante.

—¿Por qué me muestras esto? ¿Qué ganas con todo esto?

El Vigilante dejó escapar una risa suave, casi humana.
—Yo no gano ni pierdo. Solo soy un observador, un guardián del equilibrio. Pero tú… tú tienes el poder de decidir.

En ese momento, la puerta empezó a temblar con más fuerza, como si la realidad misma estuviera colapsando. Diana sabía que no podía esperar más.

—Si cruzo, ¿qué les pasará a ellos? —preguntó, pensando en Gabriel, Clara y todos los que habían sido tocados por el diario.

—Serán liberados del ciclo —respondió el Vigilante—. Pero no recordarán todo lo que has hecho por ellos. Para ellos, será como si nada de esto hubiera sucedido.

Diana cerró los ojos, sintiendo el peso de esa decisión. No ser recordada era un precio cruel, pero si eso significaba salvarlos, estaba dispuesta a pagarlo.

Gabriel y Clara, al borde de un avance, intentaron comunicarse con Diana a través de la energía residual del diario. Gabriel cerró los ojos y, por un breve instante, pudo verla.

—¡Diana! —gritó—. No tienes que hacerlo sola. Estamos contigo.

Diana abrió los ojos y, por un momento, pudo sentir la presencia de Gabriel. Una lágrima rodó por su mejilla mientras sonreía débilmente.

—Gracias… pero este es mi destino.

Antes de que Gabriel pudiera responder, Diana cruzó la puerta. La luz la envolvió completamente, y el mundo comenzó a desmoronarse a su alrededor.

En el laboratorio, el diario reconstruido comenzó a desintegrarse, y las líneas temporales colapsaron en un destello final de energía. Clara y Gabriel quedaron en la oscuridad, con solo el eco de la voz de Diana resonando en el aire:

“No se puede cambiar el destino. Tal vez se pueda alargar… pero siempre encontrará su camino.”

El episodio termina con Gabriel mirando la nada, mientras Clara murmura con lágrimas en los ojos:
—Ella nos salvó… pero ¿a qué costo?




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