El laboratorio estaba en silencio, pero no era un silencio de paz. Era un silencio lleno de tensión, de preguntas sin respuesta. Clara observaba el diario vacío frente a ella, el cual parecía haberse apagado por completo tras la última aparición de la página. Gabriel, sentado al borde de la habitación, miraba hacia el suelo, su mente atrapada en la imagen de la figura que creyó ver entre las sombras.
—¿Estás segura de que el diario ya no funciona? —preguntó Gabriel, rompiendo el silencio.
Clara negó con la cabeza, su mirada aún fija en el objeto.
—No sé qué significa que esté vacío, pero siento que no hemos terminado con esto.
Gabriel se levantó de golpe, sus pasos tensos mientras caminaba hacia Clara.
—Tiene que haber una forma de traerla de vuelta. Algo que no hemos visto. Diana no pudo desaparecer así.
Clara se giró para enfrentarlo, su tono lleno de frustración.
—¡Eso es lo que intento descubrir! Pero el diario ya no sigue las mismas reglas. Es como si todo hubiera cambiado después de lo que hizo.
Antes de que Gabriel pudiera responder, una ráfaga de viento cruzó el laboratorio, aunque las ventanas estaban cerradas. El diario, inerte hasta ahora, emitió un leve zumbido, apenas audible. Clara y Gabriel se congelaron, observando cómo un destello tenue recorría la cubierta.
—¿Lo viste? —preguntó Gabriel, acercándose lentamente.
Clara asintió, sacando un guante del bolsillo para tocar el diario. Pero antes de que pudiera rozarlo, el objeto vibró y una palabra apareció en el centro de la página en blanco: Gabriel.
Ambos intercambiaron miradas de asombro y temor. Gabriel extendió la mano, tocando el diario con cuidado. En ese instante, una ráfaga de imágenes invadió su mente: Diana corriendo por un pasillo oscuro, gritando su nombre; la figura del Vigilante observándolo desde las sombras; y, finalmente, la inscripción que Diana dejó: “El destino no es el fin. Es solo el comienzo de algo más.”
Cuando retiró la mano, su rostro estaba pálido.
—La vi —susurró.
Clara lo miró con preocupación.
—¿Qué viste?
Gabriel respiró hondo, tratando de controlar el temblor en su voz.
—Diana… Está atrapada en algún lugar. No sé dónde, pero está intentando decirnos algo.
De repente, el diario comenzó a llenarse lentamente con palabras, pero no en una línea coherente. Eran frases inconexas, fragmentos de ideas. Clara se inclinó para leerlas:
“El puente está roto. El ciclo no se detiene. Las sombras… buscan… el nexo.”
Ambos intercambiaron miradas.
—¿Qué significa eso? —preguntó Clara, aunque sabía que Gabriel no tendría una respuesta.
—Significa que ella está luchando —dijo Gabriel con firmeza—. No ha terminado. Y nosotros tampoco.
Esa noche, Gabriel regresó a su casa, pero el eco de las imágenes no lo dejaba en paz. Cada vez que cerraba los ojos, veía a Diana atrapada en un lugar que no podía describir, pero que sentía extrañamente familiar. Las sombras que la rodeaban parecían vivas, observándolo como si supieran que él estaba mirando.
De repente, un sonido lo sacó de sus pensamientos. Un leve golpe en la ventana. Cuando la abrió, solo encontró el viento frío de la noche. Pero cuando miró hacia el suelo, vio algo que lo hizo detenerse: una hoja arrancada del diario, con una frase escrita en la misma letra de Diana:
“El destino te necesita. El ciclo todavía se mueve.”
El episodio termina con Gabriel sosteniendo la hoja, mirando al horizonte oscuro. En la distancia, por un breve instante, vuelve a aparecer una figura borrosa que se parece a Diana. Pero antes de que pueda reaccionar, esta se desvanece nuevamente.
Editado: 14.01.2025