El Diario Asesino

E33: El Fin del Ciclo

El silencio llenaba el aire cuando Gabriel cerró el diario por última vez. El campo desolado a su alrededor parecía inmóvil, como si el mundo se hubiera detenido en un suspiro contenido. Pero en su interior, una tormenta rugía. Había fallado. Diana se había desvanecido en el nexo, y todo lo que quedaba era un vacío insoportable que ni siquiera el diario podía llenar.

Clara, a unos pasos de él, rompió el silencio:
—¿Crees que realmente se fue? —preguntó, con un atisbo de esperanza en su voz.

Gabriel miró el horizonte, sus ojos reflejando un dolor que parecía eterno.
—No lo sé. Pero sé que no puedo seguir viviendo sin encontrar la respuesta.

El diario comenzó a brillar de nuevo, rompiendo el momento. Clara retrocedió mientras Gabriel lo sostenía con ambas manos. Las palabras “El ciclo ha terminado… por ahora” aparecieron en su portada, pero debajo, nuevas líneas comenzaron a formarse, escritas con una caligrafía que conocían demasiado bien: la de Diana.

“Gabriel, si lees esto, significa que el ciclo está cerrado, pero no destruido. No pude salir del nexo. No aún. Pero hay algo más allá de este final… algo que nos da una oportunidad. Lo que se perdió puede encontrarse, pero el precio será alto. El destino no puede ser cambiado, solo alargado. Pero tal vez, en esa extensión, podamos encontrar un nuevo comienzo.”

Las palabras desaparecieron tan rápido como habían llegado, y el diario se cerró de golpe. Gabriel y Clara intercambiaron miradas, comprendiendo al mismo tiempo que esto no era una despedida definitiva.

—¿Qué hacemos ahora? —preguntó Clara.

Gabriel respiró hondo, apretando el diario contra su pecho.
—Encontramos el final que ella mencionó. Si el ciclo realmente terminó, entonces hay algo más esperando. Algo que no hemos visto aún.

Semanas después…

Gabriel y Clara habían pasado días revisando las notas del laboratorio de la madre de Diana, buscando cualquier indicio de cómo abrir un nuevo camino hacia el nexo. Cada pista los llevaba a un callejón sin salida, pero Gabriel se negaba a rendirse. Una noche, mientras revisaba las últimas palabras que Diana dejó, notó algo extraño en el diario: un símbolo que brillaba tenuemente bajo la luz de la luna.

Era un círculo incompleto con una línea recta atravesándolo, como una grieta. Gabriel lo reconoció: era el mismo símbolo que había visto en el nexo.

Clara, al notar su expresión, se acercó.
—¿Lo encontraste?

Gabriel asintió.
—No es solo un símbolo. Es una coordenada. Diana nos dejó un rastro.

Sin perder tiempo, ambos se dirigieron al lugar que indicaba el diario: un acantilado olvidado, donde las olas chocaban furiosas contra las rocas. El viento era helado, y el cielo estaba cubierto de nubes que prometían tormenta.

Allí, al borde del acantilado, encontraron algo que no esperaban: una pequeña caja metálica, enterrada en la tierra. Gabriel la sacó con cuidado, sus manos temblando. Al abrirla, encontraron una sola nota, escrita con la misma caligrafía de ”iana:
“El destino siempre encontrará su camino. Pero, si estás aquí, significa que has desafiado esa verdad. Recuerda, no se puede cambiar el destino. Tal vez alargarlo, pero siempre terminará igual… a menos que seas tú quien escriba el siguiente capítulo.”

Debajo de la nota, había un pequeño fragmento del diario original. Clara lo sostuvo, sus ojos llenos de asombro.
—¿Esto significa…?

Gabriel asintió, su rostro endurecido por la determinación.
—Significa que esto no termina aquí.

Gabriel, ahora solo, se encontraba nuevamente en el campo desolado donde había perdido a Diana. El fragmento del diario brillaba en su mano, emitiendo un calor extraño que no había sentido antes. Miró al cielo, recordando las palabras de Diana, su voz resonando en su mente como un eco distante:

“El destino siempre encontrará su camino.”

Pero entonces, algo cambió. Una brisa cálida acarició su rostro, y en el horizonte, una figura comenzó a materializarse. Era borrosa al principio, como un espejismo, pero cada paso que daba hacia él la volvía más clara.

—¿Diana? —susurró, casi sin aliento.

La figura se detuvo a unos metros de distancia. No dijo nada, pero su silueta irradiaba una familiaridad inconfundible. Gabriel dio un paso hacia ella, pero antes de que pudiera alcanzarla, la figura desapareció, dejando solo un leve susurro en el aire:

“No se puede cambiar el destino, pero tal vez… podemos escribirlo juntos.”

El episodio termina con Gabriel mirando al horizonte, una chispa de esperanza brillando en sus ojos.

El diario, ahora completamente en blanco, se cierra por sí solo, dejando la sensación de que la historia no ha terminado, sino que apenas comienza.




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