El Diario Asesino

36. 9 Días⌛

El cursor había dejado de parpadear en la pantalla del ordenador de Alex, pero su mente seguía llena de preguntas. Aquella noche, después del inquietante mensaje "No busques más" que había recibido, algo dentro de él exigía acción. Con el diario en la mano, sintió que cada fibra de su ser vibraba con una urgencia inexplicable, como si el destino mismo lo llamara a descubrir la verdad oculta tras esas palabras.

Alex cerró la puerta de su apartamento, dejando atrás el eco de sus propios pasos. La lluvia seguía golpeando la ciudad, pero ahora el sonido parecía cargar una melodía de advertencia. Con determinación, se puso su abrigo y salió en busca de respuestas. La pista más clara que tenía era el nombre “Gabriel”, aquel susurro escrito en la oscuridad, y la enigmática mención de un dispositivo para alterar el tiempo que había vislumbrado en fragmentos del Diario.

Su primera parada fue la vieja biblioteca del barrio, un edificio olvidado en el que se rumoraba que los secretos del pasado se guardaban en silencio entre estanterías polvorientas. Mientras caminaba por las calles empapadas, su mente repasaba aquella extraña escena de su infancia: la silueta de la mujer bajo la farola, que lo había observado sin decir palabra. Esa imagen, en la que parecía reconocer algo familiar, se mezclaba con los nuevos mensajes del Diario, creando una red de memorias y enigmas que se extendían a lo largo del tiempo.

Al llegar a la biblioteca, Alex se encontró con un ambiente desolado: luz tenue, aromas a papel envejecido y madera gastada, y un silencio que parecía hablar. Caminó entre las estanterías hasta llegar a la sección de archivos históricos. Allí, entre viejos periódicos y documentos olvidados, encontró una carpeta etiquetada como “Crónicas del Tiempo”. Con manos temblorosas, la abrió y empezó a hojear las páginas amarillentas.

En una de ellas, apareció una mención críptica:
"El dispositivo, la llave del destino, yace en el eco de la historia."

El mensaje lo dejó perplejo. ¿Qué dispositivo? ¿Una máquina capaz de alterar el flujo del tiempo? La idea le resultaba tan absurda como fascinante. Mientras pasaba las páginas, encontró varias referencias a un objeto misterioso, mencionado en leyendas urbanas y en relatos de viajeros temporales. Sin embargo, lo más desconcertante fue un recorte de periódico con una fotografía borrosa de un reloj de bolsillo antiguo, con las manecillas girando en direcciones opuestas. En la parte inferior, apenas legible, se encontraba la palabra “Gabriel”.

Alex sintió que todo empezaba a encajar: el Diario, la imagen de aquella mujer, la mención del dispositivo… Era como si el tiempo mismo estuviera dejando pistas en cada rincón. Decidido a seguir la pista, salió de la biblioteca y se dirigió hacia el viejo barrio industrial, donde se rumoraba que un antiguo taller había sido escenario de experimentos extraños relacionados con el tiempo.

Mientras caminaba, su mente vagaba entre recuerdos y proyecciones. Imágenes de la silueta que había visto de niño se mezclaban con la sensación de urgencia de encontrar el dispositivo. La lluvia, ahora más ligera, parecía limpiar las calles, pero no lograba disipar la densidad de las dudas que lo asediaban.

Al llegar al taller, Alex encontró la puerta entreabierta, como si lo invitaran a entrar. Dentro, la penumbra era casi total; solo unos rayos de luz se colaban a través de las ventanas rotas. El ambiente estaba impregnado de un olor a metal oxidado y aceite viejo. Con la linterna en mano, exploró cada rincón, hasta que encontró un viejo mural en una de las paredes. Entre garabatos y símbolos extraños, distinguía la imagen de un reloj con sus manecillas dispersas en un caótico movimiento. Y, en una esquina del mural, casi oculta entre sombras, apareció una inscripción:

"El destino se reescribe cuando el tiempo se fractura."

Alex se quedó inmóvil, sintiendo que cada palabra resonaba en lo más profundo de su alma. ¿Era posible que el Diario tuviera el poder de alterar la realidad, de forzar a las personas a vivir en un ciclo sin fin? ¿Y qué papel jugaba él en todo esto?

Mientras exploraba el taller, encontró un baúl de madera con candado oxidado. Con esfuerzo, logró abrirlo. Dentro, entre herramientas y piezas mecánicas, había un dispositivo peculiar. Era un reloj de bolsillo, pero de un diseño muy sofisticado, con grabados que recordaban a símbolos antiguos. Las manecillas se movían en direcciones contradictorias, y en el fondo, había una pequeña caja metálica que parecía contener algo precioso.

Alex lo sostuvo, sintiendo que en sus manos tenía la llave de un misterio mucho mayor. En ese instante, su teléfono vibró con un nuevo mensaje:

"No busques más. El destino ya ha sido marcado."

La voz era fría, distante, pero la urgencia en esas palabras lo hizo estremecer. Con el dispositivo en su poder, la mente de Alex comenzó a trabajar a mil por hora. Imaginó que el aparato era la clave para viajar en el tiempo, para reescribir el final de una historia que ya parecía escrita de antemano.

Mientras tanto, en otro lugar, en un rincón oscuro de la ciudad, Diana se debatía entre el deseo de regresar al mundo real y la imposibilidad de escapar de la marea del tiempo. Ella había encontrado en el Diario la fuerza para desafiar al destino, pero cada intento de alterar su curso la dejaba con cicatrices invisibles. Con determinación, se había prometido que no se dejaría consumir. Sin embargo, las sombras de su pasado y los mensajes en el Diario le decían lo contrario.

El eco de sus recuerdos se mezclaba con la realidad; su voz, en sueños, le susurraba:
"No te rindas. El tiempo aún te pertenece, pero no de la forma que crees."

Pero esa noche, el destino le exigía algo más. Y mientras Alex sostenía el dispositivo, el Diario, y el enigmático mensaje, la historia comenzaba a girar en torno a una pregunta ineludible:

—¿Podrá el tiempo ser vencido, o estamos destinados a repetir lo que ya ha sido escrito?




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