DIARIO DE ANA FRANK (parte 5)
Lunes 21 de septiembre de 1942
Querida Kitty:
Hoy me limito a noticias de la vida cotidiana. La señora Van Daan es insoportable: conmigo estalla a menudo, a causa de mi verbirragia sin fin. Nunca pierde ocasión de fastidiarnos. Su última manía es la de no lavar las cacerolas,. si hay algunas sobras, las deja dentro, en lugar de ponerlas en un plato de vidrio como nosotros solemos hacer, y todo eso se estropea. Y cuando a Margot le toca el turno de lavar la vajilla y encuentra siete utensillos para fregar, la señora le dice, despreocupadamente:
-¡Vaya, Margot, tienes trabajo para rato!
Papá y yo hemos hallado un modo de entreternenos. Me ayuda a establecer mi árbol geneológico paterno. Sobre cada miembro de la familia me cuenta una breve historia, y eso me hace sentir mi ancestro.
El señor Koophuis me trae libros cada quince días. Me entusiasma la serie Joop ter Heul. Todo cuanto escribe Cissy van Marxveldt me gusta sobremanera. Le leído Alegría de Estío por lo menos cuatro veces; y las situaciones burlesca siguen haciéndome reír.
Ha reanudado mis estudios. Me esfuerzo mucho con el francés, y cada día empollo conco verbos irregulares. Peter la ha emprendido con el inglés, con enormes suspiros. Acaban de llegar algunos libros de texto. Yo había traído una provisión de cuadernos, lápices, gomas y etiquetas. Escucho a veces la audición holandesa que transmiten desde Londres. El príncipe Bernardo acaba de hablar. La princesa Juliana tendrá otro hijo en enero, anunció. Me he alegrado. Aquí se sorprenden de que tenga tanta simpatía por la familia real holandesa.
Hace algunos días, los mayores juzgaban que, al fin y al cabo, yo era tan tonta. Aquel mismo día, tomé la firme resolución de trabajar más. No quisiera volver a encontrame en la misma clase a los catorce o quince años.
Enseguida se mencionó el hecho de que casi todos los libros de los mayores me estaban vedados. Mamá lee en este momento, Heeren, Vrouwen en KNechten, pero a mí me lo han prohibido; primero tendré que madurar más, como mi " talentosa hermana", que ya leyó esa obra. Se ha hablado también de mi ignorancia; yo nada sé de filosofía ni de psicología. ¡Quizá sea menos ignorante el próximo año!
(Acabo de consultar en en diccionario estas difíciles palabras).
Compruebo algo alarmante: no yengo más que un vestido de mangas largas y tres chalecos oara el invierno. Papá me ha permitido tejer un suéter blanco con lana de oveja; la lana no es muy bonita, cierto, pero su calor será una compensación. Tenemos más ropas nuestras en casa de otras personas; lástima que no podamos ir a buscarlas antes de que termine la guerra, y, aún así, quién sabe si las recuperamos.
Hace un momento, apenas terminaba de escribir sobre la señora Van Daan, ella tuvo la ocurrencia de entrar en la habitación. ¡Tac! Diario cerrado.
- - Qué, Ana? No me permites ver tu diario?
- - Me temo que no.
- - ¡ Vamos! Ni siquiera la última página?
- - No, ni siquiera la última página.
- Me ha dado un buen susto. En esa página ella no aparecía nada favorecida.
- Tuya,
- ANA
- Viernes 25 de septiembre de 1942
- Querida Kitty:
- Ayer estuve " de visita" en casa de los Van Daan para charlar un poco; es algo que hago de vez en cuando. A veces se pasa allí un momento agradable. Entonces, se comen bizcochos antipolillas ( la caja de lata la guardan en el armario que está lleno de bolas de naftalina), y bebemos limonada.
- Hablamos de Peter. Les dije que Peter me acariciaba a menudo y que a mí me gustaría que dejara de hacerlo pues me desagradaban tales demostraciones de parte de los muchachos.
- Con entonación paterna, ellos me preguntaron si en realidad yo no podía encariñarme con Peter; porque, según dijeron, él me quería mucho. " Ah, si?" Pensé, y dije:
- -¡ Oh, no !
- Dije también que por momentos Peter me parecía un poco torpe, pero que probablemente era tímido, como todos los muchachos que no estaban acostumbrados a altenar con chicas.
- Debo decir que el comité de regugiados (sección masculina), se muestra bastante ingenioso. Te relataré lo que han inventado para dar noticias nuestras al apoderado de la Travies, el señor Van Dijk, que ha guardado secretamente algunos de nuestros objetos personales y es amigo nuestro. Enviaron una carta mecanografiada a un farmacéutico se sirve entonces de ese sobre para enviar una respuesta. Tan pronto como ella llega, sustituyen la carta del farmacéutico por un mensaje manuscrito de papá, que ellos enseñan entonces al señor Van Dijk, parece haber pasado de contrabando por Bélgica y mandada vía Zelandia; éste puede leerla sin sospechar de la treta. Se ha elegido Zelandia porque es limítrofe de Bélgica, y, además, porque no se puede ir allí sin permiso especial, de manera que Van Dijk no podría comprobar si realmente estamo allí.
- Tuya,
- ANA
- Domingo 27 de septiembre de 1942
- Querida Kitty:
- Acabo de tener una gran discusión con mamá; los siento, pero no nos entendemos muy bien. Con Margot tampoco marchan las cosas. Entre nosotros no suelen darse el tipo de estallidos que hay en el piso de arriba, que son bastante desagradables. Estas dos naturalezas, la de mamá y la de Margot, me don totalmente extrañas. En ocasiones comprendo mejor a mis amigas que a mi propia madre. ¡Es una lástima!
- Discutimos con frecuencia problemas de posguerra; por ejemplo, cómo debe uno dirigirse a los sirvientes.
- La señora Van Daan está, una vez más de insoportable humor; es muy caprichosa, y guarda lo suyo bajo llave cada vez con mayor encarnizamiento. Mamá podría responder a la desaparición de un "objeto Frank" con la de un "objeto Van Daan".
- Así aprendería.
- Hay personas que se complacen en educar hijos ajenos, además de los propios. Los Van Daan pertenecen a esta categoría. No se ocupan de Margot: ¡ella es la cordura, la delizadeza y la inteligencia personificadas! Pero, al parecer, yo tengo defectos suficientes para los dos. Más de una vez sucede que, a la mesa, vayan y vengan palabtas de censura y respuestas insolentes. Papá y mamá me defienden con energía; si ellos, yo ya habría desistido. Aunque mis padres no cesan de reprocharme mi charla excesiva, recomendándome que no me entrometa en nada y sea más modesta, fracaso con frecuencia. Y si papá no se mostrara tan paciente conmigo, hace tiempo que habría abandonado toda esperanza de sastifacer a mis padres, cuyas exigencias, sin embargo, no son a tal punto difíciles debatemder.
- Si se me ocurre servirme poca verdura, que detesto, y yomar más patatas, los Van Daan, sobre todo la señora, protestan, dicen que he sido demasiado mimada.
- - Vamos, Ana, sívete un poco más de verdura.
- - No, señora, gracias -digo yo-; las patatas me bastan.
- - Las verduras son buenas para la salud. Tu madre lo dice también. Vamos, come un poco más -insiste- ella, hasta que papá interviene para aprobar mi negativa.
- Entonces, la señora estalla:
- -¡ Había que ve lo que sucedía en nuestra casa!
- ¡ En nuestra casa, por lo menos, sabíamos educar a los hijos! ¡Llaman ustedes educación a eso! Ana está terriblemente consentida. Yo no lo permitiría nunca, si Ana fuera mi hija...
- Es siempre el comienzo y el final de sus peroratas: "Si Ana fuera mi hija..." ¡Afortunadamente, no lo soy!
- Volviendo a este tema de la educación, un incómodo silencio siguió a mas últimas palabras de la señora Van Daan. Luego , papá repuso:
- - Yo considero que Ana está muy educada. Hasta ha aprendido a no contestar a sus largos sermones. En cuanto a las veruduras, observe su propio plato.
- La señora estaba derrotada, ¡y cómo!, papá aludía a la porción mínima de verduras que ella misma se servía. Se cree, sin embargo con el derecho de cuidarse un poco, porque sufre del estómago; se sentiría molesta si comiera demasiada verdura antes de acostarse. De cualquier modo, que me deje en paz y cierre la baoca, así no tendrá que inventar excusas estúpidas. Es gracioso verla enrojecer por cualquier pretexto. Como a mi nunca me ocurre, ella se molesta bastante.
- Tuya,
- ANA
- Lunes 28 de septiembre de 1942
- Querida Kitty:
- Ayer no alcancé a relatarte otra pelea más, a la que también quería referirme. Pero, antes otra cosa:
- Me parece extraño que las personas mayores regañen tan fácilmente por cualquier minucia; hasta ahora he creído que eso de pelearse era cosa de niños, y que con el tiempo se dejaba de hacer. Puede producirse una verdadera " disputa ", por una razón seria, pero las palabras ofensivas proferidas constantemente aquí no tienen ninguna razón de ser y están ahora a la orden del día; a la larga tendría que habituarme a ello. Ahora bien, no creo que eso ocurra, y no me acostumbraré nunca mientras esas "discusiones" ( utilizan esta palabra en lugar de pelea) se produzcan por mi causa. No me reconocen ninguna calidad, yo no tengo nada de bueno, estrictamente nada: mi apariencia, mi carácter, mis maneras son condenadas una detrás de otra, y minuciosamente criticadas, a juzgar ñor sus discusiones interminables. Pero hay algo a lo que nunca estuve acostumbrada: son esos gritos y esas palabras duras que estoy obligada a absorber poniendo buena cara. Es superior a mis fuerzas. Eso no puede durar. Me niego a soportar todas esas humillaciones. Les demostraré que Ana Frank no nació ayer; y cuando les diga, de una vez por todas, que comiencen por cuidar su propia educación antes de ocuparse de la mía, no podrán reaccionar y terminarán por callarse. ¡Qué maneras! ¡Son unos bárbaros! Cada vez que eso ocurre, quedo desconcertada ante semejante desenfado, y, sobre todo... ante semejante estupidez (la señora Van Daan); pero tan pronto como me recobre -y no ha tardar-, les contestaré de la misma manera y sin vueltas. ¡Así cambiarán de tono!
- Son en realidad tan mal educada, pretenciosa, terca, insolente, tonta, perezosa, etc., etc., como ellos pretenden? ¡Oh!, ya sé que tengo muchos defectos, pero cuertamente exageran. ¡Si supieras, Kitty, cómo me hacen hervir la sangre esas injurias e insultos!
- Pero no será por mucho tiempo más. ¡ Mi rabia no va a tardar en estallar!.
- Basta ya. Te he fastidiado bastante con mis disputas. Sin embargo, hubo una conversación muy interesante en la mesa, y tengo ganas de contártela. Hablámanos de la modestia extrema de Pim (éste es el apodo de papá). Las personas menos perspicaces suelen advertir tal hecho. De pronto, la señora Van Daan exclama:
- - Yo también soy modesta, y mucho más que mi marido.
- ¡ Qué descaro! ¡Sólo con decirlo demuestra su falta de modestia! El señor Van Daan, que juzgó necesario aclarar la referencia a su persona, contestó, muy tranquilo:
- - Yo no me empeño en ser modesto. Sé por experiencia que las personas modestas no van muy lejos en la vida.
- Y, volviéndose hacia mí:
- - Nunca seas modesta, Ana. ¡Así no llegarás lejos en la vida!
- Mamá aprobó este punto de vista. Pero la señora Van Daan tenía, naturalmente, que decir su palabra sobre un tema tan interesante como la educación. Esta vez, se dirigió, no directamente a mí, sino a mis padres:
- - Ustedes tienen un concepto singular de la vida, al decirle a Ana una cosa semejante. En mi juventud... Pero, ¡Ah, qué diferencia!
- Y estoy segura de que, en nuestros días, esa diferencia existe todavía, salvo en las familias modernas como la de ustedes.
- Este fue un ataque abierto a la forma en que mamá cría a sus hijas.
- La señora Van Daan se había puesto roja de emoción; mamá, en cambio, permanecía impasible. La persona que enrojece es arrastrada progresivamente por sus emociones y corre el riesgo de perder más pronto la partida. Mamá, con las mejillas pálidas, quiso zanjar esta cuestión lo más rápidamente posible, y apenas si reflexionó antes de responder:
- - Señora Van Daan, yo opino, efectivamente, que es preferible ser un poco menos modesto en la vida. Mi marido, Margot y Peter, los tres son demasiado modestos. Su marido, Ana, usted y yo no somos lo que se puede decir mpdestos, pero no nos dejamos atropellar.
- Entonces exclamó la señora Van Daan:
- - Querida señora, no la comprendo. Yo soy versaderamente la modestia personificada. Qué es lo que hace a usted dudarlo?
- - Nada en especial -reapondió mamá, ¡ pero nadie diría que usyed brilla por su modestia!
- A lo que replicó la señora Van Daan:
- -¡Me gustaría saber en qué carezco yo de modestia! Si no me oculase de mi misma, nadie aquí lo haría, y se me dejaría morir de hambre.
- Esta absurda observación hizo reír a mamá, lo que irritó más aún a ka señira Van Daan que continuó su perorata sazonada de palabras interminables, en un magnífico alemán -holandés y holandés -alemán, hasta que perdida en sus propias palabras, resolvió abandonar la habitación. Al levantarse, se volvió para dejar caer su mirada sobre mí. ¡ Era como para verlo! En ese momento yo tuve la desgracia de menear la cabeza, casi inconscientemente, con una expresión de lástima mezclada sin duda de ironía, a tal punto me sentía fascinada por su oleada de palabras. La señora se crispó, se puso a lanzar injurias en alemán, sirviéndose de una jerga sumamente vulgar. ¡ Era un lindo eapectáculo! Si bubiera sabido dibujar, la habría pintado en esa acctitud; a tal punto resultaba cómica, demasiado cómica, la pobre y estúpida mujer.
- Después de esta escena, de cualquier modo, estoy segura de una cosa: peleándose abiertamente una buena vez es como se aprende a conocerse a fondo. ¡ Es entonces cuando en realidad puede juzgarse un carácter!
- Tuya,
- ANA
- Martes 29 de septiembre de 1942
- Querida Kitty:
- ¡Las personas que viven escondidas pasan por experiencias curiosas! Figúrate que no tenemos bañera, y que nos lavamos en una artesa. Y como hay agua caliente en la oficina ( quiero decir en todo el piso inferior), los siete aprovechamos esta ventaja por turno.
- Pero como somos muy diferentes unos de otros -algunos se han mostrado más pudorosos-, cada miembro de la familia se reserva su rincón personal a guisa de cuarto de baño. Peter se da el suyo en la cocina, a pesar de la puerta vidriera. Cuando piensa bañarse anuncia durante media hora que no habrá que pasar por delante de la cocina. Esta medida le parece suficiente. El señor Van Daan simplemente no se baña por el momento, está esperando hallar el lugar más adecuado. Papá ha elegido la oficina privada como cuarto de baño, y mamá la cocina, detrás de la pantalla de la estufa; Margot y yo nos hemos reservado la oficina de delante. Se bajan las cortinas todos los sábados por la tarde; la que aguarda su turno espía, por una estrecha rendija, a la extraña gente de afuera que va y viene.
- Desde la semana última, mi cuarto de baño dejó de agradarme, y me puse, pues, a buscar una instalación más cómoda. Peter me dio una buena idea: colocar la tina en el espacioso W.C. de la oficina. Allí puede sentarme, hasta encender la luz, cerrar la puerta con llave, hacer correr el agua sucia sin ayuda de terceros, y estoy al abrigo de miradas indiscretas. El domingo utilicé por primera vez mi nuevo cuarto de baño y, resulta cómico decirlo, lo juzgo el más práctico de todos.
- La semana pasada, los plomeros trabajaron en el piso de abajo en la conexión de agua que debía ser llevada del W.C. de las oficinas al corredor. Esta tramsformación está destinada a impedir que se forme hielo em las cañerías, para el caso de que tengamos un invierno riguroso. Esta visita de los plomeros nos resultaba muy desagradable. No sólo no había que rocar los grifos del agua durante el día, sino que tampoco podíamos usar los W.C. Quizá no sea muy delicado contarte lo que hicimos, pero no soy tan remilgada como para no hacerlo.
- Desde que nos mudamos al anexo, papá y yo nos preocuramos un orinal improvisado, a falta de uno verdadero, sacrificando para ello dos grandes frascos de conserva de vidrio. Durante los trabajos, pusimos y utilizamos los recipientes en la alcoba. Con todo, eso se me antojaba menos horrible que permanecer encerrada rn una habitación, inmóvil en una silla, sin poder hablar durante todo el día. No puedes imaginar el suplicio de la señorita Cua-cuá. Ya durante las horas de trabajo no hacemos más que cuchichear; pero no hablar en absoluto y no moverse es cien veces más horrible. Después de tres días de este régimen, me sentía entumecida y tenía el trasero duro y dolorido. Afortumadamente, unos ejercicios físicos antes de acostarme me procuraron un cierto alivio.
- Tuya,
- ANA
- Jueves 10 de ocubre de 1942
- Querida Kitty:
- Ayer tuve un miedo terrible. A las ocho sonó el timbre con persistencia. Sólo se me ocurrió una cosa: que eran ellos. Pero todo el mundo afirmó que sólo se trataba de mendigos o del cartero, y me tranquilicé.
- Los días se vuelven muy tranquilos. Lewin, un joven químico y farmacéutico judío, trabajaba en la cocina de las oficinas para el señor Kraler. Conoce bien el edificio, por eso tenemos que un día se le ocurra subir para ver el antiguo laboratorio. Permanecemos inmóviles y silenciosos como ratas en su escindrijo. ¿Quién habría podido sospechar, hace tres meses, que Ana azogue sería capaz de quedarse quieta en una silla durante horas y horas, sin moverse?
- El 29 fue el cumpleaños de la señora Van Daan. Aunque no haya podido festejárselos en gran forma, se la agasajó con flores, regalitos y comida extra. Los claveles rojos de su marido parecen ser una tradición familiar. Hablando de ella, te diré que su constante coqueteo con papá me fastidia sobremanera. La acaricia la mejilla y los cabellos, se levanta la falda por sobre la rodilla, se hace la chistosa... todo para atraer la atención de Pim. Por suerte, él no la juzga bonita ni ocurrente, y no se presta a ese juego. Por si no lo sabes, soy bastante celosa por naturaleza, y eso me resulta insoportable. Mamá no intenta conquistar al señor Van Daan, y yo no he vacilado en decírselo a su mujer.
- Peter, es capaz de hacer reír de vez en cuando. Ambos sentimos predilección por los disfraces y eso el otro día fue causa de una gran hilaridad general. El apareció con un ajustado de vestido de cola perteneciente a su mamá, y yo, con su traje; él, con un sombrero de mujer, y yo con una gorra. Los mayores rieron hasta saltárselas las lágrimas. Nosotros también. Nos divertimos de veras.
- Elli compró en la tienda de Bijenkorf faldas para Margot y para mí. Son de pacotilla, de la peor clase, verdaderas bolsas de yute y costaron, respectivamente 24 y 7,5 florines.¡ Qué diferencia con las de antes de la guerra!
- Te anincio nuestra última diversión. Elli se las ha arreglado para hacernos llegar, a Margot, a Peter y a mí, lecciones de taquigrafía por correspomdencia. El año que viene, ya verás, esperamos ser expertos taquígrafos. De cualquier modo, yo me siento muy importante pensando que estoy aprendiendo seriamente esa especie de código secreto.
- Tuya,
- ANA
- Sábado 3 de octubre de 1942
- Querida Kitty:
- Ayer tuvimos otro alboroto. Mamá provocó una escena terrible y le dijo a papá todo lo que pensaba de mí. Luego se echóa llorar, yo también, y eso me dio un dolor de cabeza espantoso. Teeminé, por decirle a papá que lo quería a él mucho más que a mamá; él me contestó que eso pasaría, pero no lo creo. Es necesario que me esfuerce por permanecer tranquila con mamá; Papá querría verme solícita cuando mamá tiene dolor de cabeza o no se siente bien. Por ejemplo, debería llevarle algo sin hacerme rogar. Pero yo no lo hago numca. Dedico bastante tiempo al estudio del francés, y estoy leyendo La Belle Nivernaise.
- Tuya,
- ANA
- Viernes 9 de octubre de 1942
- Querida Kitty:
- Hoy no tengo que anunciarte más que noticias tristesy deprimentes. Nuestros muchos amigos judíos son poco a poco embarcados por la Gestapo, que no anda con contemplaciones; son transportados en furgones de ganado a Westerbork, un gran campo para judíos, en Drente. Westerbork debe ser una pesadilla : u solo lavabo cada cien personas, y faltan retretes. La promiscuidad es atroz. Hombres, mujeres y niños duermen juntos.
- Imposible huir. La mayoría está marcada por el cráneo afeitado, y muchos, además, por su tipo judío.
- Si eso sucede ya en Holanda, ¿qué será en las regiones lejanas y bárbaras de las que Westerbork no es más que el vestíbulo? Nosotros no ignoramos que esas pobres gentes serán exterminadas. La radio inglesa habla de cámaras de gas. Después de todo, quizá sea la mejor manera de morir rápidamente. Eso me tiene enferma. Miep cuenta todos esos horrores de manera tan impresionante, que ella misma se siente convulsionada. Un ejemplo reciente: Miep encontró ante su puerta a una vieja judía paralítica, aguardando a la Gestapo, que había ido a buscar un auto para transportarla. La pobre vieja se moría de miedo a causa de los bombardeos de los aviones ingleses y temblaba viendo los haces luminosos que se cruzaban en el cielo como flechas. Miep no tuvo el valor de hacerla entrar en su propia casa; nadie se hubiera atrevido a hacerlo. Los alemanes castigan tales acciones sin clemencia. Elli también tiene motivo para estar triste: su novio tiene que partir para Alemania. Ella teme que los aviadores que vuelan sobre nuestras casas dejen caer su cargamento de bombas, a menudo me millares de kilos, sobre la cabeza de Dirk. Bromas tales como que "nunca recibirá mil" y "una sola bomba basta", me parecen fuera de lugar. Cierto que Dirk no es el único obligado a partir; todos los días salen trenes atestados de jóvenes de uno y otro sexo destinados al trabajo obligatorio en Alemania. Cuando se derienen en el trayecto, en tal o cual cruce, algunos tratan de escapar o pasar a la clandestinidad; eso resulta a veces, pero en muy pequeña proporción.
- Aún no he terminado con mi oración fúnevre. ¿ Has oído hablar alguna vez de rehenes? Es su último invento para castigar a los saboteadores. La cosa más atroz que pueda imaginarse. Ciudadanos inocentes y absolutamente respetable son arrestados, y aguardan en la cárcel su condena. Si el saboteador no aparece la Gestapo fusila a un número de rehenes sin más rodeos. Los diarios publican a menudo las esquelas mprtuorias de esos hombres, ¡bajo el título de accidente fatal! ¡Hermoso pueblo, el alemán! ¡Y pensar que yo pertenecía a él! Pero no, hace mucho tiempo que Hitler nos hizo apátridas. Por lo demás, no hay enemigos más grandes que estos alemanes y los judíos.
- Tuya,
- ANA
- Viernes 16 de octubre de 1942
- Querida Kitty:
- Estoy muy ocupada. Acabo de traducir un capítulo de La Belle Nivernaise, anotando las palabras cuyo significado desconocía. He resultado también un difícil problema de matemárica, y he escrito tres páginas de gramática francesa. Me niego a resolver problemas de mayemática todos los días. Papá los detesta también: yo me las arreglo mejor que él, pero, a decir verdad, ni el uno ni el otro nos sentimos muy fuertes, de manera que, a menudo, necesitamos recurrir a Margot. Yo soy la más adelantada de los tres en taquigrafía.
- Auer terminé de leer Los asaltantes. Es encantador pero aún así está lejos de Joop ter Heul. En general, considero a Cissy van Marxveldt un autor formidable. Tengo la firme intención de permitir que mis hijos lean todos sus libros.
- Mamá, margot y yo somo de nuevo las mejores amigas del mundo; es mucho más agradable. Anoche Margot vino a tenderse a mi lado. Ambas en mi cama tan minúscula, no rienes idea de lo divertido que era. Ella me preguntó si un día podrá leer mi diario. Le dije que le permitiría leer ciertos pasajes; le pedí lo mismo en cuanto al suyo, y está de acuerdo. De una cosa a otra, hablamos del porvenir. Le pregunté qué quería ser, pero ella no quiere hablar de eso y lo mantiene en gran secreto. Habló vagamente de la enseñanza; no sé si ella hará algo en ese sentido, pero creo que sí. En el fondo, yo no debería ser tan curiosa...
- Esta mañana me tendí en la cama de Peter, después de echarlo de allí. Estaba furioso, lo que me importa bien poco. Ya es hora de que se muestre un poco más amablr conmigo; anoche le regaléuna manzana.
- Le he preguntado a Margot si me encuentra fea. Ella me ha dicho que tengo una expresión muy divertida y ojos bonitos.
- Bastante vago, ¿no te parece?
- Hasta la próxima.
- Tuya,
- ANA
- Martes 20 de octubre de 1942
- Querida Kitty:
- Aún me tiembla la mano aunque ya pasaron dos horas desde que recibí ese susto. En el edificio hay comco extintores de incendios. El carpintero, o quien sea que se encarga de esa tarea, tenía que venir a recargar los aparatos; estábamos al corriente, pero nadie nos había advertido que era para hoy.
- Sucedió que ninguno de nosotros estaba haciendo intento alguno de permanecer en silencio. De pronto oí desde el rellano fuertes martillazos del otro lado de nuestra puerta-armario. Inmediatamente pensé en el carpintero, y fui a decirle a Elli, que comía con nosotros, que no bajase. Papá y yo montamos guardia a la puerta para enterarnos en qué momento partía el obrero. Después de haber trabajado un cuarto de hora, dejó su martillo y sus otras herramientas sobre nuestro armario (así lo creímos) y golpeó a nuestra puerta. Todos palidecimos. ¿Había oído algo y quería examinar aquella armazón misteriosa? Se hubiera jurado que era eso: golpeaba, titaba, empujana sin cesar. Aterrorizada, casi me desvanecí pensando que aquel hombre, que nos era totalmente extraño, iba a descubrir nuestro hermoso escondite.
- Y en el preciso instante en que creí llegaba mi última hora, oí la viz del señor Koophuis, que decía:
- -¡Abranme!, ¿quieren? ¡Soy yo!
- Le abrimos inmediatamente. Se le había trabado el pestillo que sujeta la puerta del armario y del que los inciadoa se sirven desde fuera, por eso, nadie pudo prevenirnos de la hora de los trabajos, el obrero se había ido, y el señor Koophuis, al venir a buscar a Elli, no lograba avrir la puerta-armario.
- ¡Qué alivio! En mi imaginacióm, aquel tipo dispuesto a entrar a nuestro refugio asumía proporciones cada vez más formidabkes; a la larga, se había transformado en un verdadero gigante y en el gascista más fanático, por añadidura.
- Bien, afortunadamente, por esta vez, el miedo resultó infundado. Pero el lunes nos divertimos mucho. Miep y Henk Van Santen pasaron la noche con nosotros. Margot y yo dormimos con papá y mamá, con el fin de ceder nuestro lugar a los jóvebes esposos. Comimos deliciosamente bien. El festín fue interrumpido por un cortocircuito causaso por la lámpara de papá. ¿Qué hacer? Había otros tapones en la casa, pero la caja con repuestos se encuentra en el fondo del almacén; por eso, dar con él en la oscuridad era toda una empresa. Los hombres decidieron, sin embargo, arriesgarse, y después de diez minutos pudimos apagar las velas.
- Hoy madrugué mucho. Henk tenía que irse a las ocho y media. Miep bajó a la oficina después de un buen desayuno en familia, encantada de librarse del trayecto en bicicleta, porque llovía a torrentes.
- La semana próxima, Elli, a su vez, vendrá a pasar una noche con nosotros.
- Tuya,
- ANA
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