El diario de Carolina

CAPÍTULO 3: FUGITIVA

Bajé rápidamente la escalera mientras podía escuchar los gritos de mis padres llamándome, pero yo no quería ver a nadie, porque si desconfiaban de mi yo no tenía porque responder.
 Nuevamente mi corazón latía acelerado mientras tomaba mi mochila y bajando a toda velocidad corrí hacia la cocina, mirando hacia atrás noté como los policías llevaban lentamente hacia afuera a mi abuela, luego de un suspiro salté por la ventana la cual estaba abierta, había un gran arbusto que rodeaba toda la casa, lo salté y corrí  por el patio trasero del vecino y luego a la casa de atrás del mismo, corriendo a toda velocidad llegando a la carretera, comenzando a llorar…no podía hacer mas que eso, no sabía que pasaba, unos momentos de calma no saciaban el suspenso y adrenalina que me asechaba últimamente. Solo escapaba porque no quería seguir viendo a mis padres, ni mucho menos a los policías que habían creído todas aquellas falsas acusaciones en mi nombre y aunque quisiera retractarme ya estaba huyendo y no podía volver atrás.


Doblando la esquina se aproximaban patrulleros, me asusté lo suficiente como para correr por un callejón que había entre dos casas, que llevaba a la calle siguiente, estaba mirando reiteradas veces hacia atrás, pero al mirar adelante…todo se apagó.
No sabía exactamente cuanto tiempo pasó, pero lo primero que vi fue estar dentro de un automóvil en movimiento, podía escuchar los suspiros desesperados del conductor mientras todo me daba vueltas, la voz en mi cabeza resonaba como ecos que estremecían mi cuerpo,  pero al intentar hablar parecía completamente dormida, no podía levantar ninguna parte del cuerpo, me sentía completamente muerta corporalmente.
Cuando el auto se detuvo inesperadamente alguien abrió la puerta de mi lugar tomándome en sus brazos, logré ver a unos médicos que me esperaban con una silla de ruedas en lo que parecía ser las afueras del hospital de la ciudad, una vez arriba me llevaron dentro del mismo y sin importar cuanto me esforzaba, no podía hablar, solo salían de mi boca balbuceos de lo que intentaba ser una frase coherente.
—Hola, quédate tranquila, soy la doctora Melisa Bustos, te vamos a poner en esta camilla y vamos a ver como estas ¿ok? —Dijo una voz cerca de mí.
Estando en la silla de ruedas mis mareos estaban calmados, pero cuando me ayudaron a pararme para ir hacia la camilla nuevamente, todo dio vueltas en un segundo, se sentía completamente horrible, entonces la doctora colocó en mi boca un algodón secando la sangre que corría, no me había dado cuenta pero estaba completamente lastimada, la sangre estaba saliendo de mi nariz y un corte cerca de la boca, al parecer tenía sangre cerca del oído por que esta me comenzó a pasar el algodón por ese sitio.
En aquel momento pude ver al conductor que me había atropellado, al menos fue lo suficientemente distinto como para llevarme al hospital…no muchos aceptan el error que efectúan e intentan solucionarlo, huir no es la mejor opción y yo no lo quería entender, lo miraba desde la camilla sin poder aunque sea preguntarle su nombre.
—Te vamos a hacer algunos estudios por la pequeña convulsión que tuviste— Dijo la doctora mirándome a mi y seguido al conductor desconocido.
—No llegó a ser un accidente, solo la tiré con mi auto…llegué a frenar a tiempo, estaba convulsionando en el suelo, pero luego de eso se calmó y la traje— Dijo el misterioso conductor completamente asustado.
— ¿Sufres de convulsiones? — Preguntó la doctora.
—Nunca tuve una.
—Fue una convulsión post traumática— Agregó la doctora—. Te quedarás aquí luego de los estudios para ver si sufres una secuela…del contrario, te dejaremos ir.
Pasé mas de tres horas encerrada frio hospital haciéndome estudios en mi cabeza, como dije antes, si todo está peor puede estarlo mucho más, hasta por un momento pensé que regresar, no sería tan malo, pero tenía miedo, había generado problemas en mi escuela, había sido llamada por la policía y escapado, no quería que me vieran en un hospital, no podía resistirlo, me sentía culpable por todo, me preguntaba a cada segundo donde se encontraría Ezequiel…sus ojos llorosos no se borraban de mi mente, pero después de que encontraran su camisa completamente llena de sangre, sus padres enloquecieron y aunque fue buscado, en ningún momento hablaron de el por los medios de comunicación, lo mantenían en secreto, en nuestra escuela nos prohibieron contar sobre el interrogatorio que nos hicieron.
Pero los ojos de sus padres se posaron en mí cuando los policías aparecieron en la escuela y todos, absolutamente todos los supuestos testigos dijeron que lo vieron conmigo, y como algunos como Emilia y Nicolás se negaron a declarar y fueron obligados, me veía obligada a decir toda la verdad de lo sucedido.
Pero no podía hacerlo frente a mis padres, no quería que mi madre supiera que tenía el diario, estando distanciada demasiado con mi abuela, no quería que se dejaran de hablar para siempre y pues que mi madre también dejara de hablarme por haber estado con ella ya que lo tenía absolutamente prohibido, a pesar de que a veces me dejaba… pero era cuando ella llegaba tarde del trabajo y no quería que “estuviera sola en casa” cuando casi la mayor parte de mi vida lo estuve.
El sonido de la puerta abriéndose detuvieron mis largos pensamientos, era el conductor y la doctora  que se acercaban hacia una cama donde estaba, la sala estaba completamente vacía a excepción de mi y una mujer dormida en una silla con su hijo dormido en una camilla que se encontraba en la extremidad de la sala, esa escena la verdad que me llenó de impotencia.
—Vamos a tener que llamar a tus padres—Dijo la doctora lamentándose—.
Durante todo el tratamiento que me hicieron para verificar que todo en mi cabeza estuviera bien, les insistía que no llamaran a mis padres, pero ya era imposible resistirme, así como había hecho todas esas barbaries podía enfrentar a mis padres y a la policía con la verdad.
— ¿Tienes algún número a mano? — Prosiguió la doctora—.
Antes de que pudiera decir una sola palabra el joven cuyo nombre ni siquiera sabía me miró para luego devolver la mirada a la doctora astutamente.
—Ella traía una mochila consigo— Dijo aquel joven—.creo que podría tener algo ahí.
La doctora asintió con la cabeza y yo me levanté bruscamente haciendo que un gran mareo diera vuelta toda mi vista mientras el conductor abandonaba la sala.
— ¡Tranquila, es necesario que vengan para que todo este bien! — Insistió la doctora—.
-N-no ¡no lo es-estará! — Dije con dificultad mientras sentía como mis ojos dolían.
Dos doctores me sostenían de los hombros con una cara pacifica, pero mi exaltación hacía que toda la sala pareciera una sala de tortura, el tiempo pasó volando y entró el conductor con mi mochila a la sala, seguido de esto me miró sonriente y la comenzó a abrir mientras por mi parte miraba alrededor preocupada de cómo podrían reaccionar a eso. Me molestó que no preguntaran si podían tocarla, eso fue verdaderamente imprudente.
—Esto solo tiene ropa, y algunas cosas sin sentido alguno que llevarías en una mochila— Mencionó el conductor.
— ¿Por que habrás huido con eso? — Dijo la doctora riendo.
Juraría que en ese momento no se de donde me salieron fuerzas para soltarme de los doctores y correr agarrándome de toda pared y  objeto que tuviera adelante, viendo mis pies cruzarse de manera horrible por el mareo.
Los bordes fríos del suelo raspaban mis pies mientras corría, sentía que estaba completamente muerta corporalmente, pero parecía que todo estaba a mi revés, los patrulleros estaban rodeando el hospital junto con mis padres y mi abuela, al parecer habían seguido al conductor y todo era mas que una trampa a pesar de estar mal herida mientras tapaba mis ojos de la luz de los reflectores de las patrullas de estos.
Por obra del destino, caí nuevamente al suelo inconsciente, todo puede cambiar drásticamente, no importa de que lado de la balanza estés… dependiendo de nuestras situaciones emocionales o como quisiéramos reaccionar ante el miedo y las acusaciones, cualquiera puede generar un cambio en tu vida, incluso un pequeño niño, todos tienen sentimientos y esto se refleja en acciones o traumas futuras.
Había despertado en una camilla del hospital nuevamente, mi abuela me estaba sosteniendo de la mano, sentada a una silla a mi lado.
—Aun te creen sospechosa— Me dijo—.Tu madre no sabe que tienes el diario, pero no pudo evitar culparme de algunas cosas porque te encontraron en el hospital a cuadras de mi casa.
Cuando pude recobrar del todo la conciencia, reflexionando todo un segundo, yo les había dado mi diario a los policías, ahí estaba todo, mis padres debían declarar y así mismo enterarse de todo lo sucedido.
— ¿Cómo fue esto posible? — Pregunté.
—Eso puedo explicártelo yo—Dijo el jefe de policía, Martin, entrando a la sala-. Cuando saliste, y los policías también, me acompañaron, alguien mas entró a la comisaría para borrar registros y extrañamente robar tu diario. No llegamos a leer nada.
— ¿Por qué alguien haría algo como eso? — Pregunté asustada—.
—No tengo idea— Contestó—. Pero el policía de seguridad estaba noqueado y desnudo, le quitó el uniforme para evitar ser reconocido...pero por lo visto solo quería el diario.
Mi abuela se quedó en silencio al igual que yo mientras mirábamos al jefe de policía, todo se volvía escalofriante, pensar que alguien solo quería algo de mi propia pertenencia y solo eso, daba que pensar.
 Martin me explicó que me dejaría ir… lo cual no significaba que me iban a dejar libre, ya que los padres se Ezequiel seguían viéndome como una asesina y secuestradora, pero existía la posibilidad de que aquella persona que robó el diario estuviese detrás del secuestro de Ezequiel, ya que la única forma de dejar de ser culpable, es culpando a alguien mas y aquel diario mostraba mi inocencia. 
Después de todo debía regresar a casa, los policías hablaron con mis padres y parecía que todo estaba mejor aunque la confianza de ellos hacia mi se difuminó un poco.
Parecía que por fin tenía un poco de paz, pero no sabía lo que se acercaba y lo que ya me estaba acechando, regresar a la escuela obviamente se sentía difícil pero debía hacerlo para poder mostrarme como inocente ante la ley y los padres de Ezequiel.
En ese momento me sentí con miedo, miedo de que alguien desconocido haya estado siguiéndome y conociendo todos mis secretos por el diario y que también, probablemente haya estado detrás de la desaparición de Ezequiel, mi vida llena de rutinas estaba lentamente cerrándose en un vórtice de miedo y lucha por mantener la cordura.



 



#2775 en Detective
#838 en Novela policíaca
#8722 en Thriller

En el texto hay: asesino, colegio, terror

Editado: 11.05.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.