El diario de Damiana

Amigas. Parte 2

 

Yo no entendía por qué los señores Martin, no hacían nada por ayudar a su única hija. No entendía por qué, por un momento en sus vidas, no dejaban sus negocios a un lado y atendían lo único verdaderamente importante e invaluable que poseían: CATIANA. Por eso, una mañana muy temprano, decidí ir al edificio donde estaban sus oficinas. Tenía que aprovechar la oportunidad de que se encontraban en el país, pues quién sabe cuándo los volvería a encontrar y la situación de Catiana no daba espera. Al llegar, fue un poco complicado lograr que me atendiera alguno de los dos. El señor Martin estaba en una junta y la señora Danna estaba atendiendo a unos socios extranjeros que llegaron a cerrar un negocio que venían planeando meses atrás y era el motivo principal de su estancia en la ciudad por esos días. Pese a ello, no desistí y aunque perdí toda la mañana y una buena parte de la tarde, al final logré mi objetivo, el cual era hablar con uno de los Martin.

Danna Martin definitivamente no pudo atenderme porque la reunión con sus socios se había extendido y esta era ‘inaplazable’. Pero el señor Nelson canceló una de sus citas ‘importantes’ para ‘regalarme unos minutos’.

Sé breve, Damiana -pidió una vez me senté frente a su lujoso escritorio de mármol negro. Su magnífica oficina estaba acicalada de colores limpios y sobrios; los acabados daban una apariencia cálida debido a los efectos de los cristales esmerilados que adornaban las amplias ventanas; sus pulidos pisos estaban arropados por una enorme y costosísima alfombra de color blanco y dorado que contrastaba maravillosamente con los muebles y el escritorio principal; era tan magnífica que casi intimidaba al pisar- Disculpa, pero, solo podré atenderte unos minutos, la próxima cita no la puedo cancelar por nada.

¿Ni siquiera porque vengo a hablarle de su hija? -pregunté enojada. Me miró confundido- Señor Martín, como no tengo mucho tiempo, seré breve como me lo ha pedido -respiré seria- Catiana necesita ayuda. Está en un grave estado depresivo que la ha llevado a refugiarse en el alcohol. Yo no le puedo decir el por qué, ni las razones de todo ello, a mí no me corresponde dárselas… Pero si necesito que usted y la señora Danna me ayuden a convencer a Caty para que asista a terapia.

¿De qué estás hablando? -preguntó sin entender nada de lo que le estaba comunicando- Ella está bien - señaló un poco molesto- Está perfectamente. Yo la he visto, está rozagante. Es más, anoche llegamos a casa, un poco tarde en realidad y la encontramos durmiendo tranquilamente en el sofá... no creo que por eso necesite ayuda, ni mucho menos que la asista un psiquiatra.

Señor Martin, ¿está seguro que era dormida lo que estaba? -pregunté irritada- Se tomó la molestia de llamarla y verificar que Catiana solo dormía?

No lo consideré necesario.

Ya veo. Puedo preguntarle algo y de antemano le pido disculpas si sueno un poco tosca -consintió desinteresado- ¿Ustedes realmente aman a Catiana?

¿Qué clase de pregunta es esa? Por supuesto que si -contestó tranquilo- Ella es lo más importante en nuestras vidas. Es cierto, últimamente ha estado un poco irascible, algo malhumorada, pero es porque está en época de exámenes y eso la tiene un poco tensa; ella siempre ha sido una excelente estudiante y...

Señor Martin… -lo detuve desconcertada- Catiana abandonó la universidad, hace semanas que no asiste a clases.

Eso es imposible, ella misma…

Me resulta realmente perturbador darme cuenta de lo poco que conocen de la vida de Catiana. Es triste, además, comprobar lo poco que se preocupan por ella -me levanté tomando mi cartera- Catiana necesita ayuda y con urgencia y si usted no me ayuda… téngalo por seguro que encontraré el modo de hacerlo sola.

Espera Damiana -se levantó igualmente- No sabía nada de lo que me estás contando -aceptó por fin, en una actitud más comprometida- No pensé que mi hija nos mintiera de esa manera -confesó preocupado.

No solo a ustedes les miente. Ella está por fuera de toda proporción -manifesté triste, afligida- Si no la ayudamos ahora, después puede ser demasiado tarde.

Minutos más tarde salí de su oficina. Me sentía realmente abrumada y fue entonces cuando pude comprender, realmente, la enorme soledad de Catiana. Por primera vez en 12 años de amistad, supe que yo no era la única que vivía sumergida en un profundo abandono. Todas las veces que Catiana me hizo compañía y me brindo apoyo, yo también se lo estaba ofreciendo a ella.

De la conversación con Nelson Martin solo pude sacar de positivo el hecho de que, por lo menos, intentaría hablar con Catiana y de esa charla él sacaría sus propias conclusiones, entonces de considerarlo necesario, iría en busca de un buen profesional que atendiera a Catiana.

Ese mismo día traté de hablar con ella, pero me fue imposible localizarla, e, infortunadamente, después todo fue en vano.

Catiana…

Jessica…

Karla…

Todas ellas de una u otra manera me preocupaban.

No terminaba de aceptar que Catiana sufriera por un hombre que insistía en despreciarla.

No entendía por qué Karla había huido sin ninguna explicación.

No entendía el desinterés de Jessica.

¡No entendía nada! ¡No terminaba de concebir qué era lo que estaba pasando!

Lo peor era que no sabía qué hacer y, mucho más lamentable era que, ya, nada se podía hacer.

NADA.

 



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 13.04.2024

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