El diario de Damiana

Karla

 

Pasaron varios días después de aquel encuentro con Catiana.

Me sentía triste, melancólica, agobiada. Trataba de hablar con ella, pero no me recibía cuando iba a buscarla a su casa y el teléfono nunca lo contestaba. Realmente estaba reacia, negada a entablar una mediada conversación conmigo. Ella por su parte emprendió, lo que ella misma llamaba: la reconquista positiva del hombre que amaba. Llamaba constantemente a Daniel; algunas veces se presentaba en su oficina, lo invitaba a comer, a veces a tomar un trago. Al principio Daniel se mostraba renuente, pero yo le insistía en que la tratara con cortesía, que no la despreciara, ya que yo temía que recayera en el alcohol y nunca me lo perdonaría. Catiana se mantenía sobria, controlada, con pleno dominio de sus actos; yo no quería que ante un crudo desprecio de Daniel, ella fuese a reincidir.

Sabes que no estoy de acuerdo -recriminaba Daniel, molesto una noche, días después- Catiana puede hacerse ilusiones, puede hacerse ideas equivocadas y solo tú eres la responsable.

No te pido mucho, Daniel -rogaba insistente- Solo sé cortés con ella, acéptale una que otra invitación. Eso no nos hará daño a ninguno de los tres, yo confío ciegamente en ti, sé que me amas... solo te pido que intentes ser su amigo.

Sabes perfectamente que Catiana no quiere mi amistad.

Lo sé, pero confío en que, con el pasar del tiempo, ella comprenda la situación y se dé cuenta del error en que está.

Esa noche debí escuchar a Daniel. No debí ser tan obstinada e ilusa. Todo aquel bienestar que absurdamente intentaba procurarle a Catiana, me produjo el dolor más intenso que hasta entonces había experimentado en mi vida.

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Por otra parte, Jonathan se mostraba radiante.

Mi corazón rebozaba de dicha al ver en su rostro esa hermosa sonrisa que permanecía la mayor parte del tiempo. Su humor era excelente. Todo indicaba que lo ocurrido tiempo atrás, incluida Karla, ya no le afectaba. Se veía realmente feliz. Me visitaba constantemente, a menudo salíamos los cuatro, Jessica, Jonathan, Daniel y yo, de paseo, algunas veces solo salíamos a caminar. Almorzábamos juntos, asistíamos a eventos y reuniones sociales, en fin, éramos realmente una familia y eso hacía que mi pequeño mundo fuera sencillamente, maravilloso.

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Una mañana, dos semanas después del regreso de Catiana, Jonathan fue a visitarme. Ese día lo recuerdo en forma especial, ya que fue el comienzo de una horrible pesadilla.

Ese día cumplí siete meses de embarazo, por eso, Jonathan me llevó una enorme canasta de frutas y algunas cosas para la bebé. Llevaba algunos minutos de haberse despedido, cuando el timbre de la puerta sonó. Me dirigí inmediatamente a abrirla, pensando que era Jon que había olvidado algo.

¡Karla! -exclamé entre sorprendida e incrédula. Se arrojó en mis brazos sonriendo. Me sentía un poco aturdida por la sorpresa, pero muy, muy feliz.

Karla fue muy especial para mí. La apreciaba mucho y aunque nunca se lo dije, ella lo sabía perfectamente. No fuimos muy unidas, sus lazos de intimidad y cercanía eran mucho más fuertes entre ella y Jessica; pero teníamos una bella amistad que se fortaleció cuando ella y Jon se hicieron novios. Karla casi nunca reía, pero era una joven entusiasta, emprendedora, resuelta, aguerrida. Poseía una ternura innata que la hacía muy agradable. Siempre tenía para mí, un abrazo, aunque yo no se lo pidiera, pero ella sabía perfectamente cuando yo lo necesitaba. Realmente su ausencia inesperada me preocupó y su regreso en esos momentos, en verdad, me alegró. Desde que empezó a salir con Jonathan se mostró obsesiva, insegura, posesiva. Lo celaba hasta con su propia sombra (la de ella), y eso terminó por fastidiar y molestar a Jonathan. Ellos se amaban, eso lo sé, porque a Jonathan no solo se le notaba a leguas, sino porque se esmeraba en demostrárselo, en llenarla de afecto, en hacerla sentir segura, amada; pero eso para ella parecía no ser suficiente; cada vez le exigía más, cada vez se mostraba más testaruda y terminó arruinándolo todo. Ella lo amaba más que a su vida, pero no supo manejar todos esos confusos sentimientos.

Físicamente estaba un poco cambiada; estaba más delgada, su cabello negro que antes llevaba a la altura de las orejas, ahora estaba mucho más largo; debajo de sus ojos se dibujaban grandes ojeras y su mirada era triste y lejana. Pero pese a ello conservaba su elegancia, su delicadeza y hasta cierto grado, su encanto y eterna expresión de niña mimada.

Me pidió una copa de vodka y rápidamente nos pusimos al día de los eventos pasados.

En estos momentos estoy radicada en Milán -contaba animada- Tengo algunos proyectos interesantes con relación a algunos de mis diseños.

Eres una gran diseñadora de modas, Karla, sé que serás la sensación en esas pasarelas italianas -sonrió modesta. Guardó silencio por unos momentos, con su mirada distante y entristecida- ¿por qué te fuiste así, sin avisarle a nadie? -pregunté preocupada- La última vez que hablé contigo fue cuando me llamaste para encontrarnos en el parque y luego, no supe más de ti. Realmente me tenías muy preocupada.

Si, supe que estuviste preguntando por mí. Mi madre me lo hizo saber una vez que hablé con ella. Gracias -sonrió conmovida- Gracias por preocuparte -me abrazó triste- No era mi intención angustiarte, solo... necesitaba tomar distancia para poder pensar con claridad -respiró profundamente- Estaba echa un caos... sino me hubiese ido en esos momentos te juro que no sé qué hubiese sido de mí.

¿Y cómo te sientes ahora? -aunque la respuesta podía leerse fácilmente en su mirada.



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 13.04.2024

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