El diario de Damiana

Mira el atardecer

Una tarde, ocho meses después de haber ocurrido todo aquello, Hary me invitó a que saliéramos un rato, según él, necesitaba distraerme un poco; llevaba mucho tiempo sin tomar aire fresco. Realmente me sentía mejor, con ayuda de las terapias logré trazarme un nuevo proyecto de vida, proyecto que me ayudaba a recuperar la fe, que me inducía a tener nuevamente esperanzas. Quería iniciar mi carrera, trazarme nuevas metas.

Esa tarde fue en verdad, bastante grata. Al lado de Harry, siempre me sentía tranquila, en total calma. Junto a él me sentía protegida, acompañada. Al atardecer, sentados en la terraza de un acogedor restaurante cerca de la playa, conversamos un poco de todo lo que había sucedido. Me sentía libre de todo aquel sufrimiento que rodeaba la treta de Catiana y la posterior perdida de la bebé. Harry intentaba abogar a favor de Daniel, insistía en explicarme que todo no se trataba más que de una vil trampa de Catiana para separarnos y que con mi comportamiento reacio y severo a no querer escuchar a Daniel, estaba siguiendo el sucio juego de Catiana y le estaba dando la victoria.

Han pasado por muchas cosas para estar juntos, ¿por qué él arriesgaría todo por Catiana?, ¿cómo puedes creer en las mentiras de Catiana y no en el amor que tú y Andrés sienten el uno por el otro?

Hagamos algo -le pedí tomándolo de las manos- No hablemos más de Daniel, no quiero seguir hablando de él. Quiero seguir disfrutando de este día a tu lado -asintió conforme- Ah, se me olvidaba contarte... ya me llegó el tablero de ajedrez que tu padre me envió. Es... ¡Maravilloso! -exclamé extasiada. Harry sonrió divertido y satisfecho.

Veo que mi padre te está consintiendo demasiado -exclamó fingiendo recelo- Ese tablero era su favorito. Lo obtuvo en una subasta después de una ardua disputa entre ofertantes.

Es hermosísimo -exclamé fascinada- Las piezas están finamente detalladas, con figuras de guerreros y monarcas, cada una mide unos 30 cm de alto. Y el tablero... ¡waooo! es de mármol.

- Si, claro que si -afirmó Harry, riendo complacido- No te miento. Era su favorito. Pero se lo ganaste en franca lid, compitieron y él perdió.

Sigo insistiendo en que me dejó ganar -Harry rio nuevamente.

¿Por qué haría tal cosa?

Porque soy irresistiblemente encantadora -reímos con tantas ganas que los demás comensales nos miraron con reserva, pero también con interés- Compórtate Harry, que nos van a sacar del lugar por escandalosos.

Están celosos, no se divierten como nosotros.

En eso tienes toda la razón -aseguré en total acuerdo- Sobre todo las chicas, no hay en este sitio mejor compañía que la que mía, te miran con interés pero... eres tooodo mío -reímos una vez más, pero con un poco más de prudencia- Mira el atardecer -le mostré emocionada, un rato después- Ya se está ocultando el sol, mira que fascinante imagen -admirada y maravillada me quedé observando fijamente como se extinguían los últimos rayos, dando paso a una majestuosa gama de colores y formas- ¿Qué sucede? -pregunté sonriente al descubrir que Harry no estaba interesado en el ocaso, sino en mi rostro.

Eres más hermosa que esa puesta de sol, ¿por qué perderme tanta belleza viendo un ocaso, cuando puedo disfrutar del esplendor de tu rostro? -mis mejillas se llenaron rápidamente de color y un tibio aire recorrió mi piel. Sonreí bajando la cabeza.

Eso fue lindo, Harry, gracias -exclamé con la voz baja, envuelta en una confusa emoción y un intrincado sartal de sentimientos encontrados. Se inclinó un poco hacia adelante y con mis manos rodeadas por las suyas las levantó dándoles un tierno beso. Conmovida, con el corazón cautivado me levanté de la silla. Harry a su vez lo hizo y sujetándome suavemente por la cintura, me dio un fuerte abrazo... yo me abracé a él igualmente al sentir tanta, tanta dulzura, tanta ternura. Con sus ojos cerrados, aferrado a mí, sentí tanta calidez, tanto amor que por un momento me perdí en todo aquello que se sentía tan maravilloso.

Se separó un poco y me miró fijamente, acariciando con una mano mi rostro y con la otra mi cabello. Tenía su mirada profunda, intensa, su rostro cercano al mío, sus labios ligeramente entreabiertos. Podía sentir su exquisito perfume, su tibio aliento. Y debo confesar que me agradaba, más de lo que en esos momentos aceptaba.

Segundos después sonrió.

Ven acá -me abrazó nuevamente, solo que este abrazo era el mismo abrazo de amigos que nos dábamos siempre. Sonreí igualmente, abrazándolo fuertemente- Sabes que te quiero mucho, ¿verdad?

Si lo sé -contesté con una gran sonrisa- Y yo a ti, te adoro.

Como si nada hubiese pasado, seguimos conversando por un rato más, sobre nuestros proyectos y planes futuros. Luego cenamos y Harry me llevó de regreso a casa.

Una vez en el interior de la habitación recordaba con agrado la escena vivida con Harry. No sabía en realidad qué era lo que había pasado. Solo sabía que mi corazón latía presuroso, mis mejillas se encendían y una sonrisa se dibujaba en mi rostro cada vez que evocaba el instante en que estuvimos tan cerca.

En esos momentos me sentí compactada, completa, feliz.

Rápidamente me reprendí,

Era lógico que mi situación con Daniel, me estaba llevando a límites peligrosos.

Desde la noche que lo vi donde Catiana, no le había permitido siquiera que se me acercara. Me sentía profundamente lastimada, herida, dañada. Entre él y Harry manejaban la versión de la trampa, del ardid maquinado por la mente perturbada de Catiana. Hasta Jonathan, Jessica, Adreyna y el mismo papá Ricardo, intercedían a su favor. Para mí, era algo difícil de creer. Yo lo había visto desnudo, ebrio, saliendo de la alcoba de Catiana y esa escena estaba imborrable en mi cabeza. Yo dudaba de su inocencia, pensaba que de alguna manera él estaba involucrado con Catiana. Esa tarde me dijo que estaría en su oficina, pero no, no estaba en su oficina, estaba con Catiana; además, él no sabía que yo me encontraría con Catiana, se lo oculté por temor a que se negara, como todos los demás lo hacían, a que me encontrara con ella fuera de la casa; así que era posible que en realidad se estuviesen viendo, así que yo pensaba que Catiana había sacado provecho de la situación. Realmente no creía en la trampa, en cambio si creía que, si había un engaño, era por parte de Daniel. Lo peor era que inconsciente e inevitablemente lo asociaba con la perdida de la niña y eso... eso era realmente lo que me alejaba de él... culpable o no culpable, mi mente y mi corazón lo consideraban el principal responsable.



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 13.04.2024

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