El diario de Damiana

Una nueva esperanza

Llegó el día de la boda.

Daniel y yo nos casamos en invierno, en una pequeña pero bellísima capilla en las afueras de la ciudad. La recepción la hicimos en el jardín de la casa Regueiro.

Fue una boda sencilla, con pocos invitados. Tal como la queríamos.

Papá Ricardo me entregó en el altar y Jonathan y Jessica fueron nuestros padrinos de boda.

Esa tarde frente al altar, me encontraba llena de planes, sueños, grandes ilusiones, muchísimas expectativas.

Terminaría mi carrera de Economía, luego entraría a trabajar con Daniel y con Jonathan en la empresa que cada día se consolidaba mucho más.

Me prometí entonces que sería una excelente madre, no repetiría los errores de mi padre. Nunca abandonaría a ninguna de mis hijos a pesar de las obligaciones o compromisos que mi trabajo me impusiera y si era posible, abandonaría todo por estar al lado de ellos. (¡Qué irónico!) .......

Viviríamos en una enorme casa al este de la ciudad, con un inmenso jardín en donde construiría un invernadero y trabajaría en él los fines de semana, aunque en esos momentos no tenía ni idea de jardinería.

En fin... tendría una vida feliz.

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Días antes de la boda localicé finalmente a Harry.

Sin muchos detalles me dijo que había estado ocupado, que lamentaba haberme preocupado, pero toda su ausencia era debido al exceso de trabajo en la clínica.

El día de la boda estaba muy raro. Él casi nunca bebía y las pocas veces que lo hacía, bebía con moderación. Pero esa tarde, lo vi como nunca antes. Se embriagó tan rápido que pronto tuvimos que llevarlo a recostar en una de las habitaciones de la casa. Durante el poco tiempo que estuvo sobrio, se mantuvo distante, parco, callado. En un par de ocasiones me acerqué, pero no obtuve ninguna respuesta creíble, manifestaba estar cansado, agotado por la carga laboral. Rato después de ser llevado a la alcoba, fui a verlo, estaba realmente preocupada por su comportamiento, sabía que algo le estaba sucediendo. Él era un hombre muy tranquilo, alegre, controlado, todo lo contrario, a la persona que se presentó esa tarde a mi boda. Estaba acostado de lado en la cama, me acerqué y noté que estaba despierto, entonces me acerqué un poco más y me senté a su lado.

¿Qué te sucede? -pregunté angustiada- ¿Por qué estás así?, te noto triste, profundamente afectado por algo... nunca tomas y para que lo hayas hecho de esta manera debe haber una razón muy fuerte, dime, confía en mí -entonces se incorporó, sentándose frente a mí.

¿En verdad quieres saberlo? -preguntó mirándome como nunca antes lo había hecho. Asentí inquieta, extrañada ante su actitud- Me está matando verte vestida así -confesó desconsolado. Moví la cabeza confundida- ¿No lo entiendes aún?... Te amo, Damiana -sonrió envuelto en una profunda tristeza- Te amo más que a mi propia vida... y me parte en mil pedazos el alma, saber que definitivamente, desde hoy y para siempre, perteneces a otro hombre -no daba crédito a aquellas palabras que en mi cabeza sonaban absurdas, ilógicas... dolorosas. Mi corazón latía perturbado, confundido. No podía ser cierto, él era mi amigo, mi mejor amigo, ¿por qué?, ¿por qué?

No es cierto, Harry -supliqué atormentada- Solo estás ebrio y el alcohol te hace decir locuras.

Es porque estoy ebrio que te lo estoy diciendo. De otro modo, nunca hubiese tenido el valor de hacerlo. Por eso me aleje. En verdad me alegró que tú y Andrés se reconciliaran porque te amo tanto que no soporto verte sufrir, y si estar con él te hace feliz, de algún modo, eso para mí está bien. Pero una cosa es aceptarlo y otra, soportar más tiempo la idea de verlos juntos. Me hace mucho daño. Así que me alejé... pero eres tan terca, tan obstinada que quisiste traerme de vuelta a esta pesadilla que es verte en los brazos de otro, y mucho más doloroso aún, cuando ese otro es mi mejor amigo.

No es cierto -negué, fingiendo una sonrisa- Estás ebrio, por eso dices esas tonterías. Anda, descansa, cuando estés sobrio verás que nada de esto es cierto, que todo no se trató más que de un mal entendido, anda, acuéstate -intenté acostarlo, pero una vez puse mis manos en sus brazos, me atrapó con tal fuerza que me arrojó en dos segundos en la cama- Suéltame, Harry -pedí atribulada una vez me aprisionó con su cuerpo- Déjame, por favor -me miró arrepentido, atormentado. Se levantó y salió de la habitación.

No daba crédito a la escena vivida. No era cierto. ¡No podía ser cierto!

Regresé al jardín y Daniel me informó que Jonathan había llevado a Harry a su apartamento. Preguntó preocupado lo sucedido, según él, Harry se veía bastante descompuesto y con una sonrisa fingida le dije que solo eran pataletas de borracho. Nada importante.

En verdad, quería convencerme de que todo aquello no era cierto. Que todo no se trataba más que el resultado de los tragos. Así que, aunque con gran esfuerzo, saqué la desagradable escena de mi cabeza. Y traté, en lo que me fue posible, de seguir disfrutando de mi boda.

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La noche de bodas, llovía cantidades.

Daniel y yo la pasamos en Villa Andrés. Después de despedirnos de los invitados partimos para la hacienda.

Esa noche mientras estábamos sentados al pie de la chimenea encendida, veíamos el caer de la lluvia por la ventana. Estábamos cubiertos con una enorme manta. Hacía mucho frío afuera, pero entre los dos nos abrigábamos con el calor que emanaban nuestros cuerpos.

Aquella fue una noche increíble.

Sentíamos que era el inicio de una nueva vida juntos; sentíamos que habíamos alcanzado la mayor felicidad y que ya nada podía arrebatárnosla, nada.



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En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 13.04.2024

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