El diario de Damiana

Cinco años. Parte II

Hace un año murió papá... si... papá...

Víctor murió hace cinco años cuando ingresé a este hospital, junto con todo lo demás...

Su deceso se dio a causa de un enfisema pulmonar, producto de su desagradable y crónico vicio de fumar.

Mi padre siempre fue un hombre sano, saludable, fuerte, en ocasiones salía a correr; en la casa tenía un cuarto condicionado con aparatos de gimnasia, los cuales usaba regularmente, ya que, trataba siempre de mantenerse ejercitado. Pero tenía la mala costumbre de fumar habanos y eso hizo que su estado físico fuese desmejorando. Al principio, solo lo hacía ocasionalmente, luego después de la cena; algunas veces se encerraba en su estudio o se iba para el jardín y ahí fumaba uno o dos puros. Poco a poco fue incrementando su consumo, tanto que, para los días en que discutí con él y me fui de la casa, su mano nunca estaba libre, siempre ocupada por uno de sus fastidiosos tabacos cubanos.

Cuando sucedió todo aquello con Beatriz, se abandonó completamente en su hábito. No atendía a ninguna razón. Letty, quien lo cuidaba entonces, se desgastaba en ruegos y súplicas para que dejara de una vez por todas, aquella costumbre que lo estaba llevando lentamente a la muerte. Sordo, insensible a cualquier lógica se empecinó aún más en ello.

Días antes de su muerte, estuvo aquí en el hospital. Una mañana como cualquier otra, miraba por la ventana de mi habitación cuando Harry me anunció su visita. No quería verlo. Realmente no sé qué sentí en esos momentos. Mis sentimientos estaban completamente bloqueados, aislados, inmovilizados.

Te aconsejo que lo recibas. Víctor no se ve nada bien. Cualquier cosa que haya pasado entre ustedes en el pasado, debes dejarla ahí, él es tu padre y sean cuales sean las razones de su visita debes recibirlo.

De pronto se apareció frente a mí, un hombre mayor, extremadamente delgado, con su piel agrietada y sus ojeras acentuadas; agobiado por una tos persistente, inclemente, incesante. Casi no pude reconocerlo. Era una persona completamente diferente, estaba totalmente cambiado. Harry entonces salió de la habitación.

¿Qué haces aquí? -pregunté una vez salí de mi asombro.

Quería verte... necesitaba verte -guardé silencio. Con movimientos torpes, lentos y pausados se sentó frente a mí.

¿Qué tienes?, ¿por qué estás así? -pregunté más por curiosidad que por preocupación. No contestó, solo me miró fijamente y sus ojos poco a poco se humedecieron.

La vida es injusta, ¿sabes? -dijo al fin- Una vez, por soberbia, te dije que no quería volver a verte, ahora por mi enfermedad, posiblemente no vuelva a hacerlo -bajó la mirada, se veía realmente agobiado; una fuerte pena lo acongojaba; sin embargo, en ese momento, mi árido y yermo corazón no supo, ni quiso, ni pudo congraciarse con su dolor- Hace mucho tiempo que quería verte, pero no había tenido el valor suficiente para venir hasta acá. Es más, hay muchas cosas que quisiera decir, pero... -sacó del bolsillo de su chaqueta un sobre cerrado y extendió su mano temblorosa hacía mí- No soy capaz de decirlas, toma -pidió entregándome el sobre. Vacilante, indecisa lo tomé entre mis manos- Te amo, Elizabeth, nunca, en ningún momento dejé de hacerlo... perdóname... yo fui un... -se levantó- Solo quiero que sepas que siempre fuiste mi favorita -sonreí distante, sin ganas- Cuando puedas y quieras puedes regresar a casa, a la casa que nunca debió dejar de ser tu hogar -se dirigió a la puerta- Adiós, mi pequeña Elizabeth -me miró largo rato y luego salió.

Me quedé mirando fijamente el sobre en mis manos. Harry entró y se sentó a mi lado.

¿Cómo te sientes? -preguntó preocupado.

Realmente no lo sé. No pude sentir... fue como si... mis sentimientos estuviesen escondidos, atrapados en algún resquicio de mi corazón. Frente a mí, estaba mi padre y yo, solo veía a un hombre viejo, enfermo, nada más.

Tranquila, todo eso hace parte de tu estado depresivo. Poco a poco tus sentimientos regresaran, ya lo verás.

Pero no quiero, no quiero que vuelvan. Tengo en mis manos esta carta y no sé si quiero leerla, temo que su contenido pueda hacerme daño, lastimarme y no quiero sufrir más.

¿Quieres que la leamos juntos? -lo miré nerviosa- Ven -la tomó en sus manos y desdobló el papel- Voy a empezar.

 

"Mi pequeña Elizabeth...

Cuánto tiempo he tardado para escribir esta carta..."

 

Espera... -lo detuve- No sé si quiero escuchar yo...

Tranquila -tomó mis manos- Sino quieres que yo la lea no lo hago, lo dejamos para después. O si prefieres, tú la lees a solas.

No, no quiero leerla sola... continúa, por favor.

 

"Cuánto tiempo perdido por culpa de mi maldito orgullo.

Sé que es muy tarde, pero... ¡Perdóname!... Perdóname por haber sido tan injusto contigo.

Perdóname porque solo hasta ahora te he llegado a comprender.

Debí comprender hace mucho que ya eras una mujer y que merecías que te escuchara y no que me portara como un vil y cobarde miserable. Pero me dejé cegar por la belleza y la juventud de una mujer que nunca debí cambiar por ti... por ti que eras mi niña, el tesoro más grande que me dejó tu madre".

 

Cerré los ojos agobiada por las emociones que se despertaban lentamente y me invadían mientras escuchaba aquellas palabras escritas en esa carta.

 

"Perdóname, pequeña.

Hoy con lágrimas en mis ojos y un remordimiento que no me permite morir en paz... te ruego sepas perdonar a tu padre... un hombre, o mejor... un miserable que no supo conservar el amor más puro y más dulce que mujer alguna le pudo ni le podrá tener.



#7 en Joven Adulto
#175 en Novela romántica

En el texto hay: romance, drama, amor

Editado: 13.04.2024

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.