El diario de los susurros

Capítulo 2: La guerra

Era de noche y Lilim seguía acostada en su cama, mirando el techo. Respiró hondo y trato de cerrar los ojos, estaba cansada, pero no lograba dormir. Su corazón bombeaba sangre con mucha lentitud, su cuerpo no quería moverse.

Se hizo un bollito, una lágrima traicionera rodó por su rostro. No se molestó en limpiarla, nadie la estaba viendo y no necesitaba fingir. Se puso de lado, vio la cama desordenada de Candy, su corazón se apretó aún más.

A veces la imaginaba que ella volvía, arrastrando sus pies y mochila, agotada, dejaba sus cosas tiradas por cualquier lado y se disponía a dormir, sin molestarse en ordenar nada... Si fuera así ella la seguiría, al encontrarse todo tirado le vertería agua en la cabeza y eso desencadenaría una feroz y amistosa pelea.

Cerró sus ojos con fuerza y trató de alejar ese pensamiento de su cabeza. No podía seguir así, no quería seguir así. Sabía que eso pasaría en algún momento, después de todo era humana y no viviría mucho.

Sabía que estaba en el tramo final de su vida en la tierra, tendría que volver al infierno. Había tratado de retrasar su partida por su corazonada, la cual le decía que su protegida seguía viva. Hace poco había hablado con Ainara, puesto que quería saber el porcentaje de probabilidad de realización tenían sus sueños. Después de unos días de prueba y error, determinaron que los sueños de ella tenían un 90% de probabilidades de ocurrir. El otro 10% de error asumía que era en realidad menor, que si falló fue por culpa de su interpretación.

A su vez, Belén había tenido una convulsión hace poco, en la que veía una especie de sala en la que la torturaban. Su corazonada seguía ahí debido a que la muchacha tenía "Pensamiento", la habilidad de meterse en la cabeza de las personas, espiar pensamientos, recuerdos, emociones.

Una parte de ella le decía que eran sus gemelos, que era su amiga viva que le permitió ingresar en su cabeza a Belén, pero la otra parte, la más racional, le decía que podía ser el triste caso de cualquier persona sufriendo las consecuencias de alguno de sus actos.

Se levantó y caminó con paso lento hasta la otra cama, se hundió entre las almohadas con lágrimas en los ojos. Dejó que el perfume invadiera sus fosas nasales, volvió a hacerse un bollito.

<<No puedo, no puedo más... ya llegué a mi maldito tope. No tengo mis habilidades, ni mi hacha, no logro llegar a mi transformación final, tengo que volver al maldito lugar que me maltrató durante años... perdí a mis primeros compañeros, perdí a mi mejor amiga y ahora estoy perdiendo mi grupo>>pensó muy dolida. Durante años se había aferrado a la esperanza, sin pensar en lo que perdió, concentrándose solo en lo que le quedaba y en lo feliz que era teniendo eso. Ya no tenía nada de lo que usaba para aferrarse y mantenerse en pié...

Ya no hay nada.

Cerró sus ojos con fuerza.

"Por favor, ven por mi" 

Abrió los ojos sorprendida, ¿que había sido eso?

— ¿Candy? —preguntó mirando toda la habitación cuidadosamente, esperando encontrarla.

La realidad la golpeó más duro de lo que había pretendido, tomó su cabeza con fuerza.

<<Genial, ya me volví loca>> pensó con una sonrisa ladina.

Pasaron los minutos y escuchó como la puerta sonaba con suavidad, limpió las lágrimas, que aún caían de su rostro, con su mano y trató de poner su mejor cara de nada, después de todo ella no sentía nada. Ella no DEBÍA sentir nada.

 —Lilim—se asomó Seta por la puerta, su cara de nada cambió a una de sorpresa entera.  ¿Qué hacía ese muchacho allí y a esa hora? Desde hace mucho tiempo que solo aparecía de día—. Hay noticias, baja ahora —diciendo esto salió del cuarto.

Suspiró para hacer una mueca de dolor. Seta se veía muy emocionado y eso le llamaba la atención, debía de ser algo realmente bueno. Una parte suya le decía que realmente no habría nada bueno que pudieran decirle, la otra trataba de mantenerse concentrada. Realmente tenía ganas de hacer cosas realmente malvadas en las personas que cuasaron eso.

Se levantó, seguía arrastrando los pies. Fue hacia las escaleras, allí se encontró con el ángel, el cual no le quietaba de encima la mirada. Él no disimulaba en lo absoluto su mal estar, él era un ángel, los ángeles podían sentir cosas, los ángeles podían llorar, podían sentirse dolidos.

"Lo extraño mucho" eso era lo único que se repetía en la cabeza del alvino. No podía dejar de repetir en su cabeza el recuerdo del desastre que fue esa pelea final, ese intento fallido de rescate y ese funeral desastroso. No podía perdonarse por no haber actuado de otra forma. 

<<Cariño, por favor... despierta>> pensó al ver el cuerpo inconsciente de Marcos. Sabía que no valía la pena intentar decirlo en voz alta, puesto que no podría oírlo.




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