El diario de los susurros

Capítulo 6: Rescate final

Frotó sus manos, estaban heladas, normalmente resistía bien al frío cuando había humedad, pero no era ese tipo de frío. La primavera estaba tardando en empezara y no veía la hora de que eso sucediera. A pesar de que el cambio de estación ya se había hecho, esa mañana hacian tres grados bajo cero. 

Sopló un poco de aire caliente en sus palmas y las refregó, Ainara estaba tardando demasiado en abrirle la puerta y estaba empezando a considerar meterse en la casa con algún truco de los suyos. Realmente repudiaba el frío seco, pero era mejor que el calor.

La vio llegar, estaba realmente desabrigada, era una loca. ¿Cómo podía estar así? 

—Hey, buen día —habló tranquila la chica demonio, tenía puesto una pollera, sandalias y una musculosa, solo verla así le molestaba.

—Estás loca —murmuró mientras la saludaba—. Te vas a resfríar por estar desabrigada —comentó molesta.

—Estoy bien, entra —le permitió ingresar al edificio en el que vivía.

— ¿Por qué debía venir tan temprano? ¿No podía esperar? —le preguntó una vez que ingresaron al asensor.

—En lo absoluto —habló con tranquilidad. Hizo una pausa para tratar de plantear el tema con sutileza. Había aprendido de sus errores y entendía que presionar a las personas para obtener una respuesta no siempre era buena idea—. No has tomado una decisión de lo que haremos después de encontrar a los gemelos —le comentó de forma distraída, no quería demostrarle que estaba un poco asustada por las vueltas que darían el destino. No tenía idea de como se iban a resguardar una vez, estaban bastante jodidos, pero claro, ella aún no se había percatado de ello.

Ingresó a la casa y saludó respetuosamente a los padres de Ainara, luego tomó asiento frente a ellos junto con su amiga.

—Bueno, es hora de decir la verdad. Tenemos poco tiempo y mucho que planear.

~Y~

Candela suspiró, miró hacia la izquierda, allí había un sanatorio mentla, habían recorrido kilómetros buscando a la pelirroja y según Marcos se encontraba allí. 

—Bajemos —dijo Candela—. Seta, Guadalupe, quédense acá y cuiden a Marcos —pidió con voz tranquila.

— ¡¿Qué?! —exclamaron ambos irritados.

—No pueden concentrarse y esto puede ser peligroso —trató de mantener su voz tranquila, pero sabía que pronto perdería los nervios.

—Por favor, déjanos ir —le pidió Guadalupe nerviosa, necesitaba que todo saliera bien, quería curar a los gemelos de una vez. Necesitaba que sus amigos volvieran con ella, que todo vuelva a la normaldiad.

Suspiró, sabía que eso iba a terminar muy mal, pero entendía la necesida dde ambos. 

—Entiendan que... —trató de hablar pero el grito de Marcos la interrumpió.

— ¡Yo atraparé a Emma! —exclamó el pelirrojo con mucha efusividad bajando del auto.

Gabriel corrió detrás de él con miedo de que alguien se diera cuenta de que tenían al muchacho en su poder y estaba frente a ellos. Aunque quizás ni siquiera piensen en que se encontraría en frente de ellos, quizás pensaban que estarían huyendo. No lo sabía, no estaba seguro de nada en esos momentos, solo de que debía ser rápido.

Después de la estúpidez que había hecho la noche anterior se sentía viviendo casi al límite constantemente. Cuando por fin reunió todo su valor para besarla tan solo unos instantes después de hacerlo salió huyendo del lugar. Su pulso desde que se levantó esa mañana estaba por las nubes, había elegido un mal momento para hacer sus tonterías.

Se concentró nuevamente en el presente, a unos pasos se encontraba su protegido, sentado en el piso como un niño. Se acercó lentamente a él tratando de no asustarlo y hacer que salga corriendo nuevamente. 

— ¿Queres que te diga lo que sucederá, palito? —escuchó en un susurro, se paró frente a él lentamente , sus pupilas contraídas, la sonrisa torcida de su rostro era tétrica, pero a la vez, su nariz rosadita, sus oyuelos y sus mejillas sonrojadas eran una contradiccion que al ángel le encantó—. Pronto habrá un cambio, el que nunca tuvo que ser condenado volverá, el más temido... va a destruir el mundo, se encargará de destrozarnos... uno por uno. Todos moriremos, no importa lo que hagamos —se rió de forma macabra.

—Marcos —se acercó a él con una voz tranquila—. Tenemos que volver al auto, vamos —le pidió con dulzura acercandose a él.

El muchacho se acercó al rostro del muchacho y apoyó los labios en los del ángel mientras negaba con la cabeza, se alejó y siguió sonriendo. No era un beso, solo se había apoyado en él de una forma algo extraña.

—Vamos, por favor —le pidió cruzándose de brazos, estaba nervioso, no quería retrasar más la misión. 

—No, yo quiero atrapar a Emma —respondió imitando el accionar del ángel.

Suspiró, sabía que no podía contra los caprichos del chico, lo notó durante todo el viaje. Si él quería que pararan para comer helado tendrían que parar porque sino no dejaría de quejarse. Esa locura se asemejaba a mostrar el estado mental de un chico de 14 años, pronto 15, lleno de caprichos, bromas infantiles y cosas que en el normalmente no se veían, quizás su infantilidad es opacada en parte por las acciones irracionales que toma y esa oscuridad que cargaba su aura y presencia

—Está bien, pero debes ser super silencioso, ¿entendido?

— ¡Si! —exclamó el muchacho abrazándolo. 

Caminaron con relativa tranquilidad para encontrarse con el resto del grupo. Uriel, Mateo, Seta, Guadalupe, Nina, Candela y Lilim los estaban esperando.

—Es extraño —susurró Candela—. No hay protecciones mágicas —aseguró la muchacha. 

—No siento ninguna presencia —aseguró Lilim seria, como siempre.

— ¿Entonces solo entramos? —pregunto Uriel en voz baja.

—Al parecer sí —dijo Seta, estaba por acercarse a la entrada iluminada, pero Mateo lo detuvo.

—En ese caso no necesitamos entrar todos. ¿Verdad? —dijo Marcos.

—Con Guadalupe fijaremos un perímetro y trazaremos un camino en el que podamos proteger a quienes traígan a Candy y Marcos —sentenció Nina—. También me gustaría llevarme a Seta y Mateo.




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