El dije

Capítulo 3

Jessica llenó la bandeja de su amiga con tanta comida que Zoey estaba segura de que la vomitaría en cuanto intentara tragar todo eso al mismo tiempo. Trató de frenarla, pero cuando abría la boca para decirle que se detuviera, Jess fruncía el ceño y ponía todavía más cucharadas de arroz en el plato. Solo cuando se sentaron en la mesa, el día siguiente de la tragedia, pudo decir algo.

—¡No pretenderás que coma tanto! Engordaré como una vaca —se quejó.

Jessica le echó una mirada furibunda.

—No comiste nada anoche. Si sigues así, morirás por inanición.

Zoey se inclinó sobre la mesa.

—Solo me salteé una comida. Todos ustedes están exagerando, no necesito todo esto. —Y apartó el pedazo de carne magra que le había puesto en el plato—. Ni psicólogos ni que mis padres vengan por mí.

—Zo, ayer encontramos a Zack muerto en el sótano, te desmayaste y despertaste gritando que habían fantasmas en el cuarto —le recordó y ella cerró los ojos durante un momento, fastidiada por tanta insistencia.

—Me lo imaginé, fue un momento de debilidad mental. Y no me recuerdes lo de Zack; ya es lo bastante horrible como para seguir pensando en él.

«Cosa imposible», se dijo mientras lo decía. «¡Cómo no pensar en él!». Intentaba quitar la sangre de su mente, pero cuando lo lograba, el conejo de peluche y su extraño andar la volvían loca. No entendía demasiadas cosas y el dije de cristal y metal colgaba de su cuello, por debajo de la camisa que tenía puesta, como si pesara treinta kilos de más.

Estaba aterrada, bastante. ¿Confundida? También. Zackary Collins estaba muerto, pero no lo estaba. Podía tocarlo, verlo y hablar con él, pero no tenía vida. El collar no iba a salirse de su cuello hasta que muriera, cosa que seguramente sería pronto, y esa era la razón primordial por la que él no estaba fallecido como debería estarlo.

Jessica suspiró y miró hacia otro lado.

—Lo lamento, pero me preocupas. Lo amabas demasiado como para estar ahora tan… normal. Creo que esto es como el ojo de la tormenta, entrarás en paro de un momento a otro —murmuró, con un tono angustiado.

Cansada de los problemas, Zoey pinchó la carne.

—No estoy enferma, ¡es normal que estuviera shockeada! ¿Pero qué quieres que le haga? No es consciente. Me desperté, no recordaba nada… Estaba confundida y aún lo estoy un poco. Además… ―Su voz se fue apagando.

—¿Te duele, cierto? —Jessica la miró con los ojos aguados.

Ella asintió.

—No puedo creer que esté muerto —gimió, bajando la cabeza. Era la más pura verdad. El verlo merodeando por su cuarto hacia más posible que se situara en la realidad y comprendiera del todo que él, realmente, estaba allí.

Durante la noche había llegado a creer que se había vuelto realmente loca. Al irse al dormir, Zack había tomado forma de conejo y se había quedado bien quieto sobre un almohadón en el piso, en una esquina del cuarto. Ella se levantó varias veces para ver si seguía allí; y varias de esas veces él negó con la cabeza y le chistó, ordenándole que volviera a la cama. Otra prueba fehaciente era el dije que pendía de su cuello. Si el dije estaba allí, era porque Zack también lo estaba.

La cosa era simple, o al menos así la pintaba él por el momento, pero a ella se le tornaba más complicada conforme intentaba comprenderla: el collar la había tomado como dueña y no iba a dejarla ir hasta que muriera. Como era un objeto terriblemente poderoso, iban a matarla para quitárselo. Debido a que no había sido entrenada ni preparara para cuidar del dije, el anterior dueño, Zackary Collins no iba a poder descansar en paz. Debería protegerla, a ella y al dije, como castigo por no haber cumplido bien su parte en vida.

Bueno, al menos Zack lo entendía como un castigo, lo que para Zoey era terriblemente doloroso. Él seguía allí por su culpa, por haber tomado el collar.

Pero al final no se quedaba con solo eso: se preguntaba quiénes le habían ordenado volver, cómo es que tenía un cuerpo, quién le había dado el collar en primer lugar y quiénes eran los que querían obtenerlo.

Zack no parecía querer decir mucho sobre el tema. Era receloso con todo lo que rondaba al dije. Tampoco había querido explicar demasiado sobre lo que había visto en el más allá antes de volver y para ella eso era lo más extraño de todo. En cambio, él se pasó la primera mañana juntos repitiéndole que no debía hablar con nadie del tema, ni mostrar el collar ni apartarse de él. Ni Jessica podía saberlo.

En esos momentos el conejo estaba bien metido dentro de su mochila azul y Zoey no podía dejar de pensar qué pasaría si alguien espiara por el cierre.

—¿Por qué trajiste la mochila, si no tenemos clases hoy? ¿Qué llevas ahí? —preguntó Jessica, con interés, ladeando la cabeza. Por supuesto que buscaba hablar de otra cosa, algo que no tuviera que ver con sangre y chicos muertos.

Habían suspendido las clases durante dos días a modo de duelo, y para que los policías y detectives pudieran hacer mejor su investigación. Estos habían retirado lo que quedaba del muchacho el día anterior, por la noche, y ahora sus padres, destrozados por la pérdida, organizaban el funeral para la mañana siguiente. Mantendrían el cajón cerrado, los alumnos mayores de la escuela habían sido invitados y la dirección había preparado micros escolares para trasladar a los chicos a Carmen Elisa, donde sería enterrado.

Zoey olvidó que no tenía una buena excusa para la mochila, por lo que se encogió de hombros y mordió el pedazo de carne que acaba de cortar, como si fuera un cavernícola. Jessica entornó los ojos, notando el extraño actuar de su amiga, pero no dijo nada. Por más que le repitiera que estaba bien y que no había enloquecido, no podía evitar dudar.

Así, tratando de que Jess no dudara más de ella, procuró comer bien, incluso a pesar de que Zack le había suplicado que no se demorara mucho en eso. En ese momento, creía que lo mejor era mostrarse tranquila. Triste pero no psicópata.



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En el texto hay: maldicion, paranormal, magia

Editado: 27.03.2020

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