La dualidad del comportamiento humano, como fenómeno complejo, presenta una fascinante simetría con los principios de la física cuántica, especialmente en la relación entre observador, percepción y la naturaleza misma de la realidad. Al igual que la luz se comporta de manera distinta dependiendo de cómo se la observe, lo mismo ocurre con las acciones y motivaciones humanas, las cuales, al ser interpretadas, se distorsionan o se redefinen según la perspectiva del observador. Este fenómeno se convierte en una especie de relatividad moral, donde lo que es considerado bueno o malo, hermoso o horrible, correcto o incorrecto, depende enteramente del punto de vista de quien juzga.
El Observador: Un Factor de Transformación
El concepto de que el observador influye en la percepción de la realidad es uno de los pilares de la física cuántica. La famosa dualidad onda-partícula de la luz es un claro ejemplo de cómo una misma entidad, en este caso la luz, puede comportarse de manera diferente dependiendo de cómo se la observe. En el experimento de doble rendija, la luz se comporta como una onda cuando no se observa, pero se comporta como una partícula cuando se mide directamente. Este fenómeno parece sugerir que la realidad no es fija ni objetiva, sino que está influenciada por el actuar del observador, por su intención, su moralidad, su psiquis y, de alguna manera, por sus propios condicionamientos culturales, históricos y emocionales.
Lo mismo ocurre con la moralidad humana. Las acciones de un individuo, o incluso su naturaleza interna, pueden ser interpretadas de manera diferente por distintos observadores, que proyectan su propio sistema de valores, creencias y perspectivas personales sobre esas acciones. Lo que para un observador es un acto heroico y sublime, para otro puede ser una comportamiento egoísta o cruel. Esta multiplicidad de interpretaciones no hace sino reflejar la naturaleza relativista de la moral humana, que está condicionada por factores externos (cultura, historia, geografía) y factores internos (emociones, experiencias personales, psicología).
La Moralidad Humana: Un Juego de Ondas y Partículas
Dentro de este contexto, la moralidad puede entenderse como una rejilla, un filtro a través del cual la luz (la acción humana) es interpretada. Al igual que la luz se refracta al pasar por diferentes medios, las acciones humanas se transforman dependiendo de la rejilla a través de la cual son vistas. Esta rejilla no es solo un constructo moral, sino también un conjunto de creencias, convicciones y valores que se adquieren a lo largo de la vida. La moralidad, entonces, no es algo fijo ni absoluto, sino que varía de acuerdo a la percepción y la interpretación de cada observador.
De esta manera, el alma humana, como luz primordial, busca atravesar esta rejilla del cuerpo y la psique. Esta luz, en su pureza, es un potencial de acción y pensamiento, esperando convertirse en una onda o una partícula según las circunstancias, el contexto y, especialmente, el observador. Así, cuando una persona actúa de manera altruista, su acción puede ser vista como una onda de compasión y amor; pero cuando actúa de forma egoísta o destructiva, esa misma luz puede ser percibida como una partícula de odio o violencia. El alma, en este sentido, no es fija ni predestinada, sino que se convierte en lo que se le permite ser a través de la interacción con el mundo exterior y el observador de ese mundo.
La Calma del Hombre: El Control del Temple
La frase "Es más dueño el hombre que lo es sobre su temple que del mundo entero" refleja una idea fundamental en este contexto: el verdadero poder del ser humano no reside en su capacidad de controlar o manipular el mundo exterior, sino en su capacidad de gobernar su propia naturaleza interna, su moralidad, sus impulsos y reacciones. Al igual que la luz se comporta como onda o partícula según la observación, el comportamiento humano, sus acciones y pensamientos, también pueden transformarse dependiendo de cómo el individuo las observe y las regule.
En este sentido, la calma y la reflexión se convierten en herramientas esenciales para dirigir la luz interna de cada ser humano. Cuando uno es capaz de mantenerse en equilibrio y no dejarse arrastrar por las mareas emocionales del entorno, actúa como un observador consciente de su propia luz, eligiendo de manera activa si se comportará como onda (expansión, amor, generosidad) o como partícula (rigidez, violencia, egoísmo). Así, el alma humana, que en su forma más pura es una luz capaz de atravesar cualquier rejilla, tiene el potencial de convertirse en una fuerza creadora o destructiva, dependiendo de las elecciones que haga cada individuo sobre cómo se comporta, cómo se regula y cómo responde a los estímulos del mundo exterior.
La Relatividad de la Percepción: Cambios y Condiciones Variables
Además de la moralidad individual, también debemos considerar que cada observador humano está condicionado por factores externos e internos que afectan su percepción de la realidad y, por lo tanto, de las acciones humanas. Así, los patrones geográficos o temporales juegan un papel fundamental en cómo las acciones y comportamientos son interpretados. Lo que puede ser visto como "aceptable" en un contexto cultural puede ser "inmoral" o "atroz" en otro, y lo que puede ser considerado "correcto" en un momento histórico específico puede cambiar con el tiempo.