CAPITULO III
Pieles blancas
1
A lo lejos se veían tres figuras luchando por llevarse la atención de la oscuridad. Y eran una masa oscura notable. Colf le quitó el seguro a su fusil y de inmediato accionó el gatillo. Pero las balas no dieron en el blanco, que Piero estuviera enfrentando a los enemigos cuerpo a cuerpo dificultaba a Regrath dar un disparo claro.
Frex tenía a la mujer a la vista, Piero cayó de espalda a sus pies. Le goteaba sangre de una de las mejillas. Adelante pareció emerger dos criaturas blanquecinas.
Regrath vio como se le arrugaba la piel a la mujer, parecía derretirse, como si algo fundido habitara dentro de ella. Lo que quedó del ser humano que era antes, quizá era solo la silueta. Se acercaron a los agentes.
Para los dos más experimentados, lo que vieron no los sorprendió en absoluto. Pero al novato sí. Esta era su primera batalla o encuentro con un Higus. Parecían tener un manto en la cara, pero no era así. Simplemente no tenían rostro, sin ojos, ni nariz y boca. ¿Qué eran exactamente? Era una pregunta recurrente en los que investigaban a estos especímenes. Poco a poco fueron tornándose gruesas sus extremidades. Unos dedos largos germinaron de esa piel glutinosa. No supieron cómo hablaron, pero lo hicieron.
- ¡Váyanse, estúpidos humanos! -Dijo el que antes era una mujer bella y saludable.
-Lo siento, no tenemos permitido hacer tal cosa. Primera regla.
- ¡Nunca abandonaré la batalla, por más duro que sea! -Respondieron Piero y Regrath al unísono.
-Entonces morirán. Ya quiero saborear ese colágeno -expresó la criatura que antes era un posible hombre.
A los Higus les gustaba absorber el colágeno de los humanos, más como un trofeo que como una necesidad. ‹‹Esa frase la dicen todos›› pensó Piero, sospechaba que estaban programados para decirlo. No podía comprobarlo.
2
La noche parecía ser más espesa, incluso ahí dentro, en la holgura del lugar, daba la impresión de no haber espacio para moverse. La poca visibilidad favorecía a las criaturas.
Un sonido desagradable provenía de aquel cuerpo blanco, algo se abría lentamente, como una boca salivosa. Por supuesto, Regrath lo vio primero, del abdomen del Higus apareció una hendidura, sus intestinos saludaron al muchacho. La piel, la carne, todo babeaba. Un arma salió a flote, asida por esas manos obscenas, acariciada por esos largos tentáculos.
Regrath casi vomita, se agarró la boca con ambas manos. El Higus notando la alteración del joven soltó una risa burlona. Si hubiese tenido le habría picado un ojo.
-Perdón por eso -dijo la criatura, claramente excitada-. Es que está prohibido portar armas, así que he tenido que esconderla bien.
- ¡Eso es demasiado asqueroso! -Vociferó Regrath, con una expresión de repulsión. Esto alegró aún más al Higus.
Un disparo pasó cerca de la cabeza de la criatura. Su reacción fue increíblemente veloz.
- ¡Maldito! -Chilló Higus, claramente enojado.
Con un movimiento gimnástico la criatura tiró del gatillo. Sin embargo, antes que el disparo penetrara en la frente de Frex, este se había movido a la izquierda. Con las dos pistolas, el agente abrió fuego al enemigo. Desapareció.
- ¡El otro huye! -gritó Regrath, no obstante, Piero ya estaba tras el fugitivo.
-No pasarás de aquí, agente Nimés.
El asombro fue absoluto. Piero quedó desconcertado, solo los miembros de la agencia sabían su apellido, que era usado para acciones confidenciales. Una simple criatura no podría saberlo. Era información clasificada. El último al que había dado su nombre era al novato, lo observó suspicazmente, pero le pareció improbable que ese debilucho fuera un espía. ‹‹ ¡Imposible! ›› pensó.
- ¿Por qué sabes mi apellido? ¿¡Quién te lo dijo, bestia inmunda!? ¡Responde! -Piero no podía controlar su ira.
-No te lo diré -respondió Higus completamente sereno.
-No pierdas el tiempo, Piero. Cuando lo aprehendamos nos dirá todo lo que sabe. Estoy seguro.
- ¡Aprehenderme! ¿A mí? Eso es imposible, agente Chereforst -dijo la criatura, expectante por la cara que pondría Frex. Sin embargo, el agente permaneció imperturbable.
Con fastidio, la criatura pareció chasquear los dientes, pero obviamente no tenía uno solo. En la pared donde se encontraba Higus se formó un agujero enorme, un segundo más tarde y la criatura habría muerto en manos de Mir (el fusil de Regrath). La criatura accionó el gatillo de su arma repetidas veces, un disparo rasguño el hombro del novato. Piero se acercó y su escopeta gritó con furia, la expansión del impacto fue alucinante, pero una vez más el enemigo salió ileso.
Aprovechando la distracción de la criatura, Piero corrió en persecución del otro Higus. Al darse cuenta, la bestia saltó como un mono, dispuesta a clavarle esos dedos en la garganta del agente, demasiado tarde para darse vuelta y bloquear el ataque. Una cortada considerable apareció en el brazo izquierdo de Piero, rodó como una roca hacia atrás y una vez más la bestia atacó. Las pistolas y Mir cantaron al mismo tiempo, la criatura soltó un gemido de dolor, y el suelo vibró. Frex soltó sus armas, tapándose fuertemente los oídos.