El don de Flora (borrador)

2.La hermana desaparecida

Crystal

La princesa Daelyn es muy dramática, amable y a veces un poco terca, físicamente es hermosa; su cabello es castaño claro, sus ojos son de color dorados y no es tan alta, diría que es una belleza rara en el buen sentido. Sin embargo, en este momento hay cosas más importantes por la que debe preocuparse.

Su matrimonio, por ejemplo.

Quiere que la llame hermana, pero no puedo y tampoco quiero, no la considero mi hermana, solo Onie es mi única hermana.

Mi hermana al igual que yo, éramos casi gemelas, pero no lo somos porque era su mayor por un año. Ambas somos rubias y tenemos los ojos de color marrón.

Cuando los reyes adoptaron a Daelyn, un año después, Onie desapareció junto con su dama de compañía y su caballero, lo único que se supo de ella fue que tenía que ir a la mansión de Luna, hija de la condesa Rose, pero nunca llego. Nunca lograron encontrarla. La extraño mucho.

En el camino me encuentro con Hadrianus, se detiene a hacerme una reverencia y me sonrió:

—Lady Crystal, me alegro encontrarla —me mira de pies a cabeza, enarco una ceja —¿Por qué no está usando su atuendo para el entrenamiento?

Hadrianus, es un hombre muy alto y por ser un caballero tiene el cuerpo muy bien formado sin exagerar con tantos músculos, eso lo sé porque cuando me enseña a usar la espada él se quita su armadura. Físicamente debo admitir que no es feo, sus ojos son verdes como las hojas de la estación de la primavera y su cabello es tan negro que ni siquiera el sol lo puede aclarar.

Pasando un día, Hadrianus me entrena a practicar esgrima y tiro al arco. Él es muy hábil casi diría que nació con ese talento ya que no necesitó que lo enseñen, por eso le pedí a mi padre que él sea mi caballero. Pero creo que ha sido mala idea porque tengo la sospecha de que le gusto y eso sería mal visto.

Sin embargo, el rey ya escogió a un esposo para mí y es el príncipe Pedro, sus padres son los emperadores de Lira

—Se me olvido, pero tendré que posponerlo para mañana, tenemos que ir a un lugar.

—¿A dónde, mi lady?

—Al valle sagrado —contesto.

—¡¿Dónde viven los animales salvajes?! —se escandaliza mi dama de compañía. Me había olvidado que estaba a mi lado.

Últimamente me estoy olvidando algunas cosas.

—Como desee, mi lady, iré a preparar el carruaje.

—También prepara mi arco —mando, Hadrianus asiente y se va.

—¿Por qué quiere ir allá, princesa Crystal? —pregunta muy temerosa.

—Me llego un mensaje sin remitente diciendo que unos cazadores están matando a los animales en el Valle Sagrado, tengo que comprobar si eso es verdad.

***

El carruaje se detiene cuando llegamos, cuando bajo del carruaje, me tapo la boca para no gritar cuando veo a los animales muertos en todas partes. Mi corazón se parte de dolor, después de muchos años no sentía este sentimiento de tristeza y rabia al mismo tiempo. Me niego aceptar que están muertos así que me acerco para comprobar si de verdad están muertos.

—¡Mi lady, no se acerca es peligroso!

Lo ignoro y les digo lo siguiente:

—¡REVISEN SI ALGUNOS SIGUEN CON VIDA!

—Pero, princesa...

—¡HAGANLO YA! ¡ES UNA ORDEN!

Ambos obedecen, yo también hago lo mismo. De repente siento una sensación inexplicable, un sonido lento, mi cuerpo se dirige a un pequeño leopardo respirando despacio.

Esta vivo. Y también sé. no sé cómo, que es él único sobreviviente.

—Todos están muertos, mi lady.

—Él no, me llevare para que lo curen en el palacio, vamos. —cargo al bebe leopardo en mis brazos.

—¿Que haremos con los demás animales? —pregunta Leela.

Pienso que sería mejor irme yo sola con el bebe leopardo y dejar a los dos aquí para que entierre a los animales muertos, pero de pronto, una flecha se clava en el hombro de Hadrianus pero su armadura hace que la flecha solo rebote.

Hadrianus se pone delante de mí, cubriéndome.

—Hay que escondernos en ese árbol- señala el que está a unos veintes pasos a la derecha- aprovechemos mientras todavía no disparan, vayan primero yo las cubro —dice mientras saca una flecha, listo para disparar.

Asiento y las dos corremos hasta el árbol. Cuando llegamos los tres una idea improvisada se me viene a la mete.

Toma —le entrego el leopardo a Leela —ve al carruaje al palacio y pide al líder de los caballeros que vengan a ayudarnos y de paso entrega el leopardo a Claudius. Hadrianus acompaña a Leela hasta el carruaje, protégela. Yo me quedaré aquí.

—Mi lady, es mejor que los tres vayamos al carruaje —sugiere.

Niego con la cabeza.

—Tengo que quedarme aquí, quiero saber si él o la que nos atacó es quien mato a estos animales.

—Su majestad, sobre eso asunto lo puedo investigar mañana —Hadrianus otra vez.

—No, siento que esta es la única oportunidad que tengo. Leela ve rápido o ese Leopardo morirá —y si muere te juro que tú y tú —señalo a Hadrianus —morirán.

Sin pensarlo dos veces hacen lo que ordeno mientras yo me alisto para sacar un cuchillo que lo tenía escondido dentro en mis medias. De haber sabido que esto iba a pasar hubiera traído mi arco. No es la primera vez que paso esta situación en la que alguien me ataca, la primera vez fue cuando tenía quince años alguien me había atacado con un cuchillo en mi estomago cuando daba un paseo con Leela por el mercado.

Atrás de mi escucho la voz de alguien.

—Mire a quien tenemos acá. Princesa Crystal, me presento mi nombre es Orión soy un cazafortunas.

En un movimiento rápido tengo el cuchillo apuntando su cuello.




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