Crystal
En mi reino existe una ley: Si el primer hijo del rey nace mujer, será la princesa hereda, pero si después el rey llegará a tener un varón, pasará a ser el príncipe heredero, la primera hija solo llevará el título de princesa.
Solo pido a los dioses que sea mujer. Desde niña me he preparado para ser la perfecta futura reina y el bebé de la reina no será un obstáculo en mi futuro. Tendré que idear un plan.
Siento la mirada de mi dama en mí, esperando que le diga algo o quizás ver una reacción mía.
—Prepárame el baño —Asiente y retira.
Tengo muchas cosas que pensar, primero; la noticia sobre la princesa Daelyn, segundo que mi prometido ama a otra y tercero... voy a tener un... una hermana. ´Hermana, mi verdadera hermana Oni, hace mucho tiempo que no pienso en ella, si estuviera viva ella ya tendría diecinueve años, creo que la extraño, me hace falta su presencia.
Dos hermanas ya no están y una viene en camino. Diría que fue un gusto conocer a Daelyn, pero la verdad es que no, una plebeya como ella no merecía estar en la realeza, quise que aceptará casarse con ese príncipe para no verla y también porque habrá guerra cuando sea reina y ella no se serviría ni como carnada.
—Princesa, su baño está listo.
—Puedes retirarte.
Camino en mi dirección al baño, al llegar me quito la ropa quedando completamente desnuda, mi cabello está muy largo, llega casi a mi cintura creo que debería cortarlo un poco. Entro a la bañera y dejo que el agua tibia relaje mi cuerpo, mientras el agua hace su trabajo me hago una pregunta: ¿Podré amar a alguien, así como Pedro ama a Rani?
***
—¿Este vestido lo eligió el príncipe para usted? — pregunta Hadrianus.
—Si —respondo.
—Es... bonito —miente.
—Se verá hermoso cuando yo lo use, puedo vestirme ropa de plebeyos e igual me veré hermosa —digo con orgullo.
—Usted se verá hermosa con todo lo que se ponga, princesa Daelyn. —comenta mi dama.
El vestido es hermoso para otras damas, pero para mi no. Siempre suelo usar vestidos con tonos oscuros porque siento que me hace sentir superior, sin embargo, hoy, el príncipe me dio un vestido color rosa con algunas tonalidades blancas y joyas de plata.
Tocan la puerta y mi dama abre la puerta. Entra el príncipe y me observa con aprobación. Él usa un traje blanco con algunos detalles dorados, tengo que admitir que se ve apuesto, su piel bronceada y su cabello ondulado combina lo que lleva puesto.
—¿Vamos? —extiendo su mano hacia a mí. Tomo su mano y salimos juntos de la habitación.
Caminamos por un pasillo largo, tan largo como el silencio de ambos. No quiero hablar porque no tengo nada que decir. Seguimos bajando la escalera hasta llegar donde hay dos soldados.
—Invite a Rani.
—¿Invitaste a tu amante? —pregunto molesta.
—No la llames así, tú y yo no estamos casados.
—Mínimo me debes respeto— suelto su mano— Además, ¿cómo vas a invitarla? solo gente importante puede entrar.
—Si la dejará entrar, las invitaciones tienen el sello real y el de ella también.
No sé qué pensar, ¿Por qué siento que soy la villana en su historia de amor? Yo solo cumplo mi deber quisiera salir de aquí y cancelar el matrimonio, pero no puedo contradecir las órdenes del rey. Toma mi mano de nuevo y bajamos las escaleras, observo muchas personas desconocidas para mí, mi ánimo esta decayendo. El príncipe Pedro me lleva a conocer muchas personas a todas ella saludos, solo me dedico a saludar ya que no sé hablar el idioma.
Para el momento del baile el príncipe y yo damos inicio con el primer baile. La música me da tranquilidad y puedo bailar sin estar tan tensa. Después de que la música termine el rey me invita a bailar y acepto.
—Bailaría conmigo, Pedro —esa voz es de una mujer.
Volteo a ver quién es y creo que la dueña de esa voz es Rani porque veo a Pedro y a ella muy felices, ambos mirándose. Parece que, en este salón, solo están ellos, los invitados y yo no existimos.
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Editado: 09.02.2025