Durante la época en que comencé a escribir, siendo un niño de poco menos de 5 años, me inicié con letras simples, sobre cosas cotidianas, mi madre (Q.E.P.D) conservaba un documento original de una canción, compuesta por tres versos, titulada “globo en el aire” que ya había escrito y casi firmado para ella. Debo aclarar, sin que deseé presumir de ello, que aprendí a leer y escribir antes de cumplir los 4 años.
Desde niño, en vez de juguetes preferidos, tuve libros preferidos. Me fascinaban los libros de Biología y de Medicina de mis Tíos, ambos eminentes Médicos que han sido para mí el prototipo de sabiduría que anhelaba emular. Y mi mejor ejemplo de vida. Aún recuerdo algunas páginas de uno de esos libros en particular, titulado “Bios Vida” , sólo recuerdo una autora, aunque en mi sub consciente creo que eran al menos tres, Esperanza Barajas (podría buscarlo por internet y poner completos los datos, pero eso sería hacer trampa cuando lo que deseo es hacer un recuerdo sincero, con todo y sus defectos). Con sus imágenes de portada de algunos espermatozoides de ciencia ficción (equipados con luces si mal no recuerdo la imagen) y algunas imágenes del interior de Dinosaurios… Era mi libro favorito. Pero no me quedé sólo con una temática en mis libros -de haberlo hecho, probablemente hubiera sido médico-, pero mi curiosidad me hacía leer un poco de todo, así que mi mente se halla diseñada como un rompecabezas lleno con imágenes de libros de anatomía, y una de las frases de Shakespeare (1564-1616) diciendo en una voz muy cercana a la mía, en mi cabeza… “”¡Que obra maestra es el hombre!” (Hamlet).
Esta frase me guía desde mi infancia, y me lleva a ver al ser humano desde la perspectiva de un admirador, un admirador de la complejidad que este representa, y que es capaz de crear.
Pero, mi infancia fue especialmente marcada por un libro… Jean-Baptiste Poquelin (1622-1673), era el autor. Mejor conocido como Molière, escritor cuyo lenguaje exagerado me fascinaba, me atraía la idea de ser tan expresivo y culto, sus palabras me inspirarían de por vida. A algunos lectores les parecerá un tanto “rebuscado” mi estilo y manera de decir las cosas, pero es solo mi propia y muy personal manera barroca de expresarme y divertirme con el lenguaje.
Procedo a explicar el porqué de este gusto tan especial, históricamente, durante el reinado de Luis XIV, el arte de la conversación se hizo más delicado y refinado, pero al mismo tiempo, tan amanerado, que apenas era posible decir nada sin los circunloquios adecuados y de rigor, algo muy parecido a las palabras sacramentales que usamos los abogados, expresiones en latín que dan énfasis y veracidad a nuestras palabras y afirmaciones y que en lo profesional, separan a los recién iniciados en el sacerdocio de la abogacía, de aquellos más experimentados. (elitista… verdad?)
La perífrasis era de necesidad absoluta, y su excelencia se medía por su mayor o menor longitud. El francés era la lengua más refinada del mundo. La elevada cultura de la gente de esos salones, no podía simplemente permitirse ni tolerar que alguien fuese tan vulgar como para hablar de “agua”, en vez de “elemento líquido”. En el lenguaje de los iniciados, las orejas eran “las puertas del oído”, espejo se expresaba como “el consejero de las gracias” y un simple sorbo de agua era (vaya si eran exagerados) “un baño interior”… Y otras mil similares.
Molière, declara la guerra a estos artificios haciendo burla desde el escenario del teatro, exagerando, esos artificios. En lugar de decir “pensaré en ello”, declara en su obra Las Preciosas Ridículas “Pescaré en el estanque de mi memoria con la caña de mis pensamientos”. Elegante y efectivo…
Mi estilo de escritura suele usar este recurso, y a veces, lo confieso, exagero aún más. Sólo en broma diré, que la expresión ha de evolucionar siempre encaminando la lectura, para mi propia diversión.
De un a) Pensaré en ello. Y un b) Pescaré en el estanque de mi memoria con la caña de mis pensamientos… me gusta usar un, c) Habré de pescar en el estanque turbio de mi memoria con la caña de mis pensamientos y el anzuelo de la razón, y de sus profundas y estigias profundidades emergerá la respuesta anhelada.
Compréndanme, y espero disfruten mi intento por darles una lectura amena y diferente.
Atte. Luis Arturo Tolsá Martínez.