Al amanecer, Lira se encontró rodeada de un silencio sepulcral en el bosque. El eco de las sombras aún resonaba en su mente, guiándola hacia la verdad que había prometido desentrañar. Con cada paso que daba, las imágenes que había visto en la biblioteca volvían a su mente, infundiéndola de una determinación renovada.
Mientras avanzaba, las sombras danzaban a su alrededor, susurros y lamentos llenaban el aire. Lira se detuvo en un claro, donde los rayos del sol apenas penetraban. Allí, la sombra de la mujer triste apareció nuevamente, su rostro ahora reflejaba una mezcla de esperanza y tristeza.
“Has venido a ayudarme, Lira”, dijo la sombra con voz melodiosa. “Pero hay algo que debes saber. No solo debo liberarme, también debes enfrentar la verdad que alguna vez te mantuvo cautiva. Mi dolor es un espejo de tu propio miedo.”
Lira sintió un escalofrío recorrer su espalda. La sombra continuó: “Antes de que puedas llevarme hacia la luz, debes entender el porqué de mis cadenas. Mi historia está ligada a la tuya”.
De repente, la sombra comenzó a desvanecerse, pero antes de desaparecer completamente, Lira presenció una visión: un antiguo pueblo en ruinas, un fuego voraz y una traición que había marcado el destino de muchos. En la visión, vio a un hombre con ojos oscuros y una sonrisa engañosa. Era un eco de alguien que había traicionado a la mujer, y esas cicatrices la habían mantenido prisionera en el olvido.
Con el corazón desbordante de emociones, Lira supo que debía buscar respuestas sobre ese hombre y su conexión con su propia historia familiar. Las sombras no eran solo lamentos de un pasado distante; también eran advertencias sobre el presente.
Así, Lira emprendió el camino hacia el pueblo en ruinas, decidida a descubrir la verdad que había estado oculta durante generaciones. Cada paso que daba en el bosque la acercaba más a la comprensión de su linaje, mientras el eco de las sombras resonaba atrás de ella, guiándola hacia su destino.
El desafío lo enfrentaría sola, pero ya no temía a la oscuridad. Sus propios ecos la acompañaban; la memoria de sus ancestros le daba fuerza. Lira estaba preparada para hacer frente a lo que vendría, decidida a liberar a las almas atrapadas y a sí misma en el proceso.