El eco de lo prohibido

El Reflejo de la Perfección

La casa era inmensa, un palacio de cristal y mármol, donde cada rincón parecía gritar la perfección. Los muebles de lujo, las alfombras suaves, las paredes adornadas con cuadros de artistas renacentistas; todo en su lugar. Pero para Isabela, la belleza del lugar era como una prisión invisible, con paredes que la rodeaban, cada vez más cercanas.

Desde que tenía memoria, había vivido entre sonrisas forzadas y conversaciones vacías. Sus padres, personas influyentes, siempre se mostraban impecables ante los demás, pero a puertas cerradas, la tensión era palpable. Su madre, elegante y fría como un maniquí de porcelana, solo le enseñó a brillar en las fiestas, a sonreír en las fotos, a vestir siempre con la última moda, a ser "la hija perfecta". Su padre, un hombre de negocios imponente, se ocupaba más de sus transacciones que de la vida emocional de su hija.

Isabela se encontraba a menudo en el jardín trasero, alejada de la pompa familiar, observando el mundo que giraba sin ella. La brisa suave movía las hojas de los árboles, como si el viento tratara de hablarle, pero ella no podía entender sus susurros. A veces se preguntaba si alguna vez podría escapar de esta vida, si alguna vez habría algo más allá de las paredes doradas que la rodeaban.

Su mundo parecía disolverse cada vez que se veía al espejo, pues veía un reflejo que no reconocía: una joven con ojos vacíos, un rostro hermoso pero sin alma. Si alguien preguntara, todos dirían que era una chica afortunada, pero dentro de ella, se sentía completamente perdida.

Una tarde, mientras su madre organizaba otro evento de caridad, Isabela decidió caminar por la ciudad, una ciudad que nunca había tenido tiempo de conocer. Nadie notó su ausencia, ya que su presencia era solo una formalidad, un adorno en los eventos sociales. En el bullicio de las calles, el ruido de la vida diaria la envolvía como una melodía que nunca había oído antes. Aquí, fuera de la burbuja dorada, sentía una desconcertante sensación de libertad.

Pero su vida cambiaría esa misma tarde, cuando cruzó caminos con Álex, un joven cuya vida estaba tan lejos de la suya como la luna lo está de la Tierra. Él era la clase de persona que no encajaba en su mundo, pero eso lo hacía aún más intrigante. La chispa entre ellos fue instantánea, aunque ambos sabían que algo tan sencillo como una conversación podría poner en peligro todo lo que Isabela conocía.




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