El eco de lo que amamos

El cansancio no es un enemigo, es un testigo del amor

La alarma del teléfono suena, pero mis oídos ya están en modo alerta. Sé que en menos de cinco minutos, un llanto diminuto llenará la casa. No sé si es de hambre, de frío, o simplemente de la necesidad de sentirme cerca. Lo que sí sé es que yo debo ser la primera en responder. Tu lado de la cama está vacío y desordenado. Un pequeño trozo de tu realidad que dejaste atrás antes de que saliera el sol.

Me levanto en silencio para no hacer ruido. Mi cuerpo se mueve solo, una máquina bien aceitada por el tiempo y la falta de sueño. Cambio pañales, preparo la leche, y luego la abrazo. A mi hija. El mundo se reduce a sus pequeños brazos que me aprietan el cuello. Me siento afortunada, agotada, pero completa. No cambiaría este momento por nada.

Sé que te vas al trabajo para que podamos vivir esta vida. Para que esta casa, este refugio, sea un lugar de paz y seguridad. Pero a veces, me olvido de que el mundo real existe. Mis días no se miden en horas de oficina o en reuniones importantes. Mis días se miden en primeras veces. La primera vez que se sentó sola, la primera vez que balbuceó una palabra, la primera vez que se rió a carcajadas. Y yo, solo yo, soy el único testigo de esos pequeños milagros.

Te llamo por teléfono y te digo que todo está bien. No te cuento que el cansancio se ha convertido en una parte de mí, como una sombra. No te digo que a veces me miro al espejo y no reconozco a la chica que solía ser: la que tenía planes ambiciosos y tal vez querer una carrera por delante. No te lo digo porque sé que tienes tus propias batallas en el trabajo, y porque en el fondo, esta es la batalla que yo misma elegí librar.

A veces, la monotonía es tan pesada que parece un peso físico en mis hombros. La misma rutina, las mismas cuatro paredes. A veces, me siento sola, a pesar de estar rodeada de amor. Pero entonces, llega la noche. Tú llegas a casa, y en el momento en que abres la puerta, algo cambia.

No me preguntas cómo me fue el día, no porque no te importe, sino porque sabes la respuesta. En mis ojos, en la forma en que me muevo, en el caos de la casa, ves todo lo que ha sucedido. Y en lugar de preguntar, me abrazas. Un abrazo que no es de lástima, sino de comprensión. Un abrazo que me dice: "sé lo que haces, sé que es difícil, y te lo agradezco."

Ese es mi momento favorito del día. Cuando te veo jugar con ella, a pesar de que estás agotado. Cuando la levantas en el aire y la escuchas reír. En ese instante, todas mis inseguridades desaparecen. No soy solo una ama de casa; soy el centro de su universo y la ancla de tu vida.

El amor no es solo romanticismo; es un acto de apoyo mutuo. Tú me das la tranquilidad de saber que estamos seguros, y yo te doy la seguridad de que tu hija está feliz y tu hogar en paz. Estamos en esto juntos, incluso si no estamos codo a codo en cada momento.

El amor no es la perfección de una película. Es la imperfección de un hogar lleno de juguetes, de un pelo revuelto, de un cansancio que se vuelve familiar. Es saber que, a pesar de las dificultades y los sacrificios, estamos construyendo algo hermoso, algo que perdurará. Y esa, para mí, es la forma de amor más real y pura que existe.



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En el texto hay: familia, amor, historia de la vida

Editado: 18.08.2025

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