Capitulo 3
Emma.
Hoy es la primera vez que estaré al frente como guía turística, estoy nerviosa ya que no sé como saldrá esto, mis padres deben de tener mucha confianza en mí para encargarme a un grupo de turistas… tampoco es como que viviéramos en un gran lugar y se vean muchas cosas verdad.
Después de una ducha rápida, me puse mi uniforme de guía turística: una camisa blanca, pantalones cómodos y un sombrero para protegerme del sol. Salí de mi casa y me fui rumbo al pequeño hotel donde se hospedaba aquel grupo de turistas.
Lo bueno de vivir en un pueblo turístico es que tu no gastas por la habitación solo agarras tus chivas y vas al hotel del turista. al llegar me dirigí al comedor para un desayuno rápido ya que me pare tarde.
Te dejaste llevar ya que vives en este lugar… ¿O me equivoco?.
¿Ya te vas a poner en mi contra?
… Mejor prosigue con la narración.
Ok, prosigamos.
Al momento que dio la hora para iniciar con la excursión fui al punto de reunión donde se había citado a todos los turistas.
—¡Buenos días a todos! —saludé con una sonrisa. —Espero que estén listos para una gran aventura hoy.
Recibí varias respuestas entusiastas, especialmente a una señora que ya rodaba de la tercera edad, quien ya estaba lista con su sombrero de ala ancha y una expresión de pura felicidad. Me acerqué a ella para asegurarme de que se sentía bien y preparada para el día.
—¿Lista para explorar, señora…? —le pregunté.
—Jenkins — se presentó aquella señora.
—Más que lista, querida. He estado esperando este tour durante meses —respondió, su emoción era contagiosa.
Conté a todos y verifiqué que tuvieran sus pertenencias. Les recordé la importancia de mantenerse juntos y atentos durante la excursión.
Nos dirigimos al punto de encuentro donde el autobús nos esperaba. Nuestro conductor, Tom, nos saludó con su usual buen humor y ayudó a todos a subir a bordo. Mientras el autobús recorría las coloridas calles de Notting Hill, les di una pequeña introducción sobre los lugares que vamos a visitar este día.
Primero, nos dirigimos al famoso mercado de Portobello Road. Caminamos juntos, disfrutando del bullicio del mercado, los puestos de antigüedades y los vendedores de comida callejera. Luego, fuimos a los jardines de Kensington, donde les expliqué la historia del parque y su conexión con la familia real.
La señora Jenkins estaba especialmente fascinada por la historia de Kensington. Me hacía preguntas detalladas y tomaba notas en su pequeño cuaderno. Me alegraba ver su entusiasmo.
Esa señora está más entusiasmada que yo en un lunes por la mañana, ¡ay esta chaviza y su energía al 100!
—Es increíble pensar en cuántos eventos históricos han ocurrido aquí —dijo, maravillada.
—Lo es, ¿verdad? —respondí. —La historia de Londres está llena de momentos fascinantes.
Luego, nos dirigimos a la encantadora librería que inspiró la película "Notting Hill". Las estrechas calles adoquinadas y las casas de colores eran tan hermosas como las postales. Les di tiempo libre a los turistas para explorar las tiendas y cafés, recordándoles que se encontraran en la plaza principal a una hora específica.
***
Todos los turistas empezaron a llegar a la plaza principal algunos venían con bastantes bolsas que no podían ni cargar pero con una gran sonrisa en sus rostros.
Siento que algo malo va a pasar.
Que positiva eres.
Yo solo digo. Pero ya me calló.
Mientras contaba al grupo antes de partir hacia nuestro próximo destino, noté que la señora Jenkins no estaba con nosotros. Me alarmé, pero traté de mantener la calma.
—¿Alguien ha visto a la señora Jenkins? —pregunté, tratando de no sonar demasiado preocupada.
Ahora si mis papás me van a matar, o sea si no me mataron por ya no estudiar derecho por esto si me matan, he perdido a la señora Jenkins.Justo en el primer recorrido turístico que hago, no sé en qué momento ha pasado.
Después de preguntar a varios turistas, descubrimos que alguien la había visto en una tienda de recuerdos. Le pedí a una turista llamada Marta que se quedara con el grupo mientras Tom y yo íbamos a buscarla.
Corrimos por las calles que tememos cercas, preguntando a los locales si habían visto a una mujer mayor con un sombrero grande.
—Vamos, Tom, no podemos dejar que se pierda en un lugar tan grande —le dije, tratando de sonar más segura de lo que me sentía.
Nos dirigimos rápidamente hacia la tienda de recuerdos, mis pensamientos corriendo tan rápido como mis pies. Al llegar, buscamos entre las estanterías llenas de objetos coloridos, pero no había rastro de la señora Jenkins. La preocupación comenzó a transformarse en miedo.
Salimos de la tienda y comenzamos a preguntar a los dueños de las tiendas cercanas si la habían visto. Finalmente, un tendero recordó haber visto a una anciana que parecía desorientada caminando hacia el mercado de Portobello Road. Agradecimos al tendero y nos dirigimos rápidamente hacia allí.
Mis pensamientos se volvieron más oscuros mientras corríamos. Recordé una conversación que tuve con la señora Jenkins en la mañana. Me había hablado con cariño de su difunto esposo, pero en un momento había confundido los nombres de sus hijos. Algo en su mirada me había preocupado, pero no le había dado mucha importancia en ese momento.
Después de tres horas, encontramos a la señora Jenkins sentada en un banco, visiblemente agitada pero ilesa con una expresión perdida en su rostro. Me acerqué rápidamente, llamándola suavemente.
—¡Señora Jenkins! —exclamé aliviada, acercándome rápidamente. —¿Está bien?
Ella me miró, y por un momento, sus ojos vacilantes parecieron no reconocerme. Luego, una débil sonrisa apareció en su rostro.
—Oh, Emma, lo siento tanto —dijo, su voz temblorosa. —Me perdí y no supe cómo regresar.