Capítulo 5
Franco.
La llegada a Londres fue un torbellino de emociones. Al bajar del avión, me encontré inmerso en un mundo nuevo y emocionante. El aeropuerto de Heathrow estaba lleno de vida y color, y yo solo podía sonreír ante la idea de explorar la ciudad, o al menos lo que pueda recorrer antes de dirigirme a mi verdadero destino.
Tomé un taxi hacia mi alojamiento para estas dos semanas, ya que la próxima semana sale el autobús que me llevará directo hacia mi destino final para los dos meses restantes que estaré aquí.
Quedé maravillado con cada edificio y cada calle que pasábamos, así que no perdí la oportunidad y empecé a fotografiar cada paisaje que Londres me regalaba. La emoción me invadía mientras me adentraba en las calles de esta increíble ciudad.
Después de alrededor de media hora, llegué al hotel. Su estructura es moderna, pero por dentro está adornado como si hubiera viajado en el tiempo a la época victoriana. Este lugar está lleno de retratos, objetos e información de esa época, dándole un encanto único.
***
Londres ha sido maravilloso, todo es tan fino, estas cosas no se encuentran en mi rancho. valió la pena toda mi pato aventura en el aeropuerto.
Lo bueno de hacer escalas en los lugares es que no se hace mucho desastre en la maleta, solo es acomodar e irnos. Hoy como última visita será al Castillo de Windsor, he oído que es uno de los lugares turísticos que no puedo dejar de percibir y no pasar antes de irme, así que les he hecho caso a las personas que me preguntan qué hago aquí.
>>Supongo que ver a un latino guapo no pasa muy seguido.<<
Si, a de se eso ¿Quién no se resiste a mi encanto?.
>>Ay no, a ti no se te puede decir un halagó porque ya te crees mucho<<.
Al llegar al castillo me di cuenta que es una obra maestra, me contaron personas que este lugar tiene más de 900 años de historia. Me maravillé con las torres, los jardines y las estancias reales. Cada paso que daba me transportaba a una época de reyes y reinas, de batallas y conquistas.
Visité la Capilla de San Jorge, con sus vitrales y tumbas de monarcas ingleses. Me sentí pequeño ante la grandeza de la historia que me rodeaba.
Después de recorrer el castillo, me dirigí a los Jardines del Castillo, donde pude disfrutar del sol y la paz. Me senté en un banco y observé a las personas que pasaban, cada una con su propia historia y motivos para visitar este lugar.
Reflexioné sobre mi propio viaje, sobre cómo llegué hasta aquí. De mi querida Guatemala a Londres. Veo que este viaje para reflexionar está dando sus frutos.
Después de un día lleno de historia y belleza, regresé al hotel, listo para ir rumbo a Notting Hill. Estoy ansioso por lo que me espera en ese lugar.
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Emma.
Durante esta semana he intentado contactar con la familia de la señora Jenkins pero nadie contesta las llamadas o los e-mails que he mandado. Tengo la ligera sospecha de que la información que está registrada en el trámite de la página es falsa y eso va contra nuestras reglas.
Toda información que se requiere en el trámite para un recorrido con nuestra agencia debe de ser cien por ciento real por si suceden accidentes con los visitantes, si pasan nosotros ya sabemos con quienes acudir. Un ejemplo claro es lo que pasó con la señora Jenkins. Mis sospechas sobre su Alzheimer ya no son solo eso: hoy se convirtieron en una certeza.
Esta mañana, mientras la ayudaba a prepararse para una clase de cerámica en la que se anotó para pasar más tiempo juntas. ni loca la dejó sola mientras intentó contactar con sus parientes. la señora Jenkins me miró con una mezcla de ternura y confusión… y me llamó “Sophie”. Tardé unos segundos en entender que hablaba de una de sus nietas.
—No, señora Jenkins… soy Emma —le dije con suavidad, tratando de mantener la voz estable.
Ella parpadeó, y una sonrisa nerviosa cruzó su rostro. —Oh… sí, claro… estaba jugando —respondió, como si quisiera disfrazar el momento de una broma ligera.
Pero no lo era. Lo vi en sus ojos. Había miedo, desconcierto… y también algo de vergüenza.
Sentí un nudo en el estómago. No podía evitar imaginar cómo sería para ella perderse así en su propia mente, poco a poco. Y lo peor… saber que, probablemente, no había nadie del otro lado del teléfono esperando para cuidarla.
Esa imagen me acompañó todo el día, como una sombra que no se despega.
Cada vez que la veo, no encuentro una solución definitiva para poder ayudarla. Es como estar atrapada en un laberinto: cuando creo haber encontrado una salida, aparece un nuevo obstáculo que me obliga a retroceder.
Para poder inscribirla en la clase de cerámica, tuve que mentir diciendo que era mi abuela. Sí… mi abuela. Y, por si fuera poco, descubrí algo que me dejó helada: la señora Jenkins ni siquiera es de Londres, ¡es de Estados Unidos!.
¿Y cómo lo sé? Bueno… revisé sus cosas. Sí, lo sé, suena terrible, pero en mi defensa, necesitábamos más información sobre ella para poder ayudarla.
Estando en la clase de cerámica, a la señora Jenkins… , o más bien dicho, nos ayudó a las dos bastante para relajarnos. He estado trabajando a mil por hora: dando tours, planeando agendas para los siguientes visitantes, buscando escuelas y, lo más importante, buscando información sobre la familia de la señora Jenkins… y en segundo plano, sobrepensando por qué el nombre Franco Castillo se me hace tan conocido.
Ya te dije, hay muchas personas con ese nombre.