El eco de un amor qué se niega a morir

Encuentros prohibidos

La vida dio un giro inesperado al terminar el bachillerato. Había ingresado a la universidad para estudiar medicina, aunque en instituciones diferentes. Sin embargo, el destino tenía planes para nosotros en esta nueva etapa .La emoción de comenzar un nuevo capítulo en nuestras vidas estaba presente, pero también la
chispa que siempre había encendido nuestro amor.

El primer día de clases fue electrizante. Había un aire de nerviosismo y emoción mientras me dirigía a mi nuevo apartamento. Al llegar, lo vi
Estaba allí, parado en la entrada, con una sonrisa que iluminaba su rostro. El corazón se me aceleró. Me abrazó con fuerza, como si el mundo a nuestro alrededor hubiera desaparecido,y luego, con una suavidad abrumadora, sus labios encontraron los míos. Ese primer contacto encendió una llama que había estado latiendo en el fondo. Poco a poco.

la pasión comenzó a apoderarse de nosotros nos perdimos en un torbellino de sensaciones mientras nuestras manos exploraban nuestros cuerpos. Era un deseo que parecía haber acumulado años de espera sin poder contenernos más, lo llevé al interior del apartamento. La habitación se volvió nuestro refugio secreto. La puerta se cerró tras nosotros y el sonido del mundo exterior se desvaneció. En un instante, lo empujé suavemente hacia la cama, y él, con una sonrisa traviesa, me siguió la corriente.

La cama crujía bajo nuestro peso, pero la necesidad de mantener nuestro encuentro en silencio era un reto que nos excitaba aún más.
Nos tiramos al suelo, riendo entre susurros mientras nuestras pieles se encontraban en una danza inigualable de deseo y pasión. Sus brazos recorrían cada rincón de mi cuerpo, y la intensidad de su mirada me dejaba sin aliento.El sudor caía entre nosotros, y cada roce se sentía como una explosión de sensaciones.

La habitación se llenaba de nuestros gemidos y susurros, pero el mundo afuera no podía enterarse. Con un impulso primitivo, él se
posicionó encima de mí, y el tiempo pareció detenerse mientras el placer nos envolvía ,los ruidos de la cama se intensificaban, y para
no despertar a nadie, decidimos movernos al piso. El contacto frío de la superficie contrastaba con el calor que emanaba de nuestros cuerpos.

Los ruidos de la cama se intensificaban, y para no despertar a nadie, decidimos movernos al piso. El contacto frío de la superficie contrastaba con el calor que emanaba de nuestros cuerpos
Alli, en el suelo, el deseo nos consumió, y finalmente, él se entregó por completo a mí, dejándome temblando bajo su cuerpo. La intensidad del momento se apoderó de nosotros Ilevándonos a un clímax que resonó en cada fibra de mi ser. Después de la tormenta, y con nuestras respiraciones entrecortadas, nos arrastramos de
vuelta a la cama. Ahí, desnudos, nos dejamos caer en un estado de felicidad pura.

La pizza que habíamos dejado de lado se convirtió en nuestro desayuno improvisado, mientras la pantalla luminaba nuestros rostros con la mágica historia de El libro de la vida. Las risas y los abrazos fluyeron naturalmente, como si el tiempo
no tuviera importancia, pero en la madrugada, el deseo despertó
nuevamente en nosotros. Al roce de nuestros cuerpos, la necesidad se volvió imperiosa, y sin pensarlo, caímos en una nueva ronda de pasión.Hicimos el amor hasta el amanecer, envueltos en
la calidez de nuestro secreto, cada caricia y cada beso profundizando el vínculo entre nosotros.

Finalmente, al clarear el día, él se vistió rápidamente, sabiendo que su salida debía ser discreta para evitar despertar sospechas.Se
acercó a mí una última vez, sus ojos reflejaban la mezcla de amor y deseo que siempre había sentido por mí. En un susurro, prometió que esto no sería el final, sino solo el comienzo de algo más intenso. Con un último beso, se deslizó por la puerta, dejando atrás el eco de nuestra noche mágica, y un remanente de pasión que me hizo
temblar. Quedé allí, entre la calidez de las sábanas y la luz del amanecer, con la certeza de que nuestro amor, aunque prohibido, estaba destinado a ser vivido con intensidad. La incertidumbre de lo que vendría era abrumadora, pero el fuego que había encendido esa noche me daba fuerzas para enfrentar lo que nos esperaba.




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