El eco de un amor qué se niega a morir

La llamada de la pasión

El día había sido largo y agotador, pero en mi corazón había un fuego que no se apagaba. Me miré al espejo, notando cómo mis ojos brillaban con una mezcla de emoción y ansiedad. La universidad estaba a la vuelta de la esquina, pero lo que realmente deseaba era verlo a él. Con el corazón latiendo con fuerza y un cosquilleo en el estómago, decidí salir. Al llegar a su apartamento, el aire familiar me envolvió como un abrazo cálido.

La calidez del lugar contrastaba con el frío exterior, y una sonrisa se dibujó en mi rostro al verlo. Él estaba allí, esperándome con esa mirada profunda que siempre me hacía temblar. Después de comprar algo de comida, nos sentamos a cenar. Las risas llenaban el espacio mientras compartíamos historias sobre nuestros días, pero a medida que caía la noche, el ambiente se tornaba más íntimo.

Nuestras miradas se chocaban constantemente, y cada roce accidental despertaba un deseo latente que ambos intentábamos ignorar. Con cada bocado, nuestras manos se entrelazaban con ternura. Podía sentir la electricidad entre nosotros creciendo; era como si cada instante estuviéramos cruzando una línea invisible hacia lo desconocido. Finalmente, no pudimos contenernos más. Nos acercamos lentamente, como si el tiempo se detuviera. Nuestros labios se encontraron en un beso ardiente y lleno de promesas no expresadas. Era como si todo lo que habíamos guardado durante tanto tiempo estuviera estallando en ese momento. Mi boca se movía con desesperación y anhelo; cada beso era un susurro del deseo reprimido.

Él comenzó a desnudárme con delicadeza; cada prenda que caía al suelo parecía liberar una parte de mí que había permanecido oculta. Cerré los ojos, dejándome llevar por sus caricias suaves y apasionadas. Mi piel ardía bajo su toque mientras él recorría cada centímetro de mi cuerpo con sus labios. “Eres tan hermosa”, murmuró él entre besos, haciéndome sentir deseada y adorada. Sonreí mientras él acariciaba mi cuerpo , sintiendo cómo un escalofrío recorría mi espalda. “Quiero más”, respondí en un susurro cargado de necesidad. Con una sonrisa traviesa, me llevó a la cama;las sábanas frescas contrastaban con el calor de nuestros cuerpos entrelazados. Comenzó a explorarme lentamente, dejando un rastro ardiente de besos desde mi cuello hasta mi pecho. Cada roce hacía que mi respiración se acelerara; cada gemido que escapaba de mis labios era una invitación hacia lo prohibido.

Él tomó uno de mis pezones entre los labios, jugando con él mientras sus manos acariciaban mi cadera suavemente. Arqueé la espalda sintiendo cómo el placer se acumulaba en mi interior. “No pares”, le supliqué entre gemidos. Él sonrió antes de descender aún más; sus labios encontraron el camino hacia mi intimidad. La calidez de su aliento me hizo estremecer mientras él exploraba con devoción cada rincón sensible. Me dejé llevar por las olas del placer; los sonidos que escapaban de mí eran música para sus oídos. “¡Ahhhh!”, exclamé cuando sentí cómo él aumentaba la intensidad; cada movimiento de su lengua era un hechizo que me mantenía atrapada en un éxtasis interminable. Cuando finalmente sentí que estaba al borde del clímax, él me tomó suavemente por los brazos y me puso de espaldas sobre las sábanas suaves.

Los gritos de placer resonaban en la habitación mientras él continuaba llevándome más allá del éxtasis. Cada embestida prometía llevarme a nuevas alturas; cada caricia encendía llamas dentro de mí. Con un movimiento firme pero tierno, me puso de rodillas sin dudarlo. Mis ojos brillaban con deseo mientras tomaba a él entre mis labios; lo envolvía suavemente mientras lo miraba a los ojos con adoración y lujuria. Él soltó un gemido profundo cuando sintió cómo yo lo tomaba en mi boca; el ritmo suave pero decidido le hizo perderse en el momento, sintiendo cómo yo intensificaba mi devoción hacia él. Exhaustos pero felices, finalmente nos acomodamos uno al lado del otro después de alcanzar juntos el clímax. Descansé sobre su pecho mientras nuestras respiraciones comenzaban a calmarse; el mundo exterior ya no existía para nosotros. La noche avanzaba silenciosa mientras caíamos en un sueño profundo, envueltos en el abrazo cálido del amor recién descubierto. Pero eso solo era el comienzo…




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