Lía Flores era una hermosa mujer de 28 años, sus padres siempre quisieron que estudie una profesión práctica como Doctora, Abogada o Ingeniera. Ella desafió sus expectativas y desde muy joven supo que su pasión era la historia, por eso fue la mejor de su clase, graduándose como Historiadora especializada en la Edad Media, su salario como profesora universitaria era bajo, pero su alegría era por trabajar en algo que le apasionaba, lo superaba todo.
Lía fue siempre una mujer de espíritu libre y mente aguda. Su pasión por la historia no solo se reflejaba en su carrera, sino también en su curiosidad insaciable por las historias no contadas y los secretos del pasado. Era valiente, una cualidad que la llevaba a explorar ruinas antiguas y personajes olvidados, en busca de conocimiento.
Con ojos verdes que reflejaban su amor por el misterio y cabello castaño claro que fluía libremente. Lía tenía una presencia que mezclaba una elegancia atemporal con fuerza interior. Su rostro redondo y sus expresiones amigables la hacían accesible con sus parientes, alumnos y conocidos, sin embargo, había una determinación en sus facciones que sugería que no se rendía fácilmente.
Su abuela le contaba historias de caballeros y damas de la Edad Media antes de dormir, sembrando las semillas de lo que se convertiría en una vocación. Lía siempre sintió que había nacido en la época equivocada, una sensación que solo se intensificó a medida que estudiaba y enseñaba historia.
Sin embargo, desde muy joven hubo un misterio que la impulsaba: la profecía de una mujer del futuro que cambiaría el curso de la historia, una leyenda que Lía descubrió en un manuscrito antiguo poco antes de su viaje inesperado. Era el Diario de los Tiempos Olvidados.
La profecía contaba la historia de una mujer de un tiempo distante y avanzado, cuya existencia estaba entrelazada con los hilos del destino, ella llegaría a la época del medioevo, llevando consigo el conocimiento de los siglos venideros. Su llegada sería marcada por un cometa que cruzaría el cielo, iluminando la noche como un faro a través del tiempo.
La profecía decía que esta mujer, conocida como la Centinela de las Eras, tendría el poder de cambiar el curso de la historia. Su sabiduría influiría en los líderes, y sus acciones podrían dar forma a un nuevo futuro.
Intrigada y escéptica, Lía consumida por la fascinación del Diario de los Tiempos Olvidados, y la leyenda que contenía, dedicaba cada momento libre a descifrar sus secretos. Día y noche, en la Biblioteca, se sumergía en las páginas amarillentas, buscando pistas que la conectaran con la misteriosa Centinela de las Eras. La obsesión de Lía con el documento antiguo no pasaba desapercibida para sus padres, quienes veían con preocupación cómo su hija se alejaba de la realidad cotidiana.
La tensión entre Lía y sus padres crecía, y ella se encontraba en una encrucijada: seguir la razón y los deseos de su familia o entregarse al llamado que sentía desde las profundidades de su corazón, y de un innegable presentimiento de que no debía abandonar su pasión. La decisión de Lía no solo definiría su camino, sino que también sería el preludio de su inesperado viaje a través de los siglos.
Una noche fría de mayo, mientras observaba las estrellas desde la Biblioteca, el cometa anunciado en la profecía surcó el cielo. En ese instante, un resplandor la envolvió, una mezcla de emociones la embargó.
La sorpresa y el asombro se entrelazaron con un profundo sentido de conexión con la historia que había estudiado tan intensamente. Era como si el universo le confirmara que su destino estaba ligado a la leyenda de la Centinela de las Eras.
La aparición del cometa también trajo consigo una sensación de urgencia y responsabilidad. Lía sintió que era una señal, un llamado a la acción que no podía ignorar. A pesar de las dudas y el temor, algo dentro de ella sabía que este era el momento de emprender un viaje que podría cambiar no solo su vida, sino el curso de la historia.
Con el corazón latiendo fuerte y la mente llena de preguntas, Lía tomó una decisión que alteraría su realidad para siempre: abrazar el papel que la profecía parecía haberle asignado. Era el comienzo de una aventura épica, un salto hacia lo desconocido que la llevaría a través del tiempo y la convertiría en parte de una leyenda viva.
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Editado: 19.11.2024