El Elegido de Cranoa

Capítulo I: Las Llamas.

Fuego. En todas las direcciones.

 Mirase a donde mirase solo podía ver el color naranja de las llamas que, por alguna razón, en lugar de asustarlo lo atraía. No sabía cómo había llegado hasta ese lugar ni porque había fuego, pero tenía una increíble necesidad de acercarse y sentirlo en su cuerpo. Una fuerte curiosidad lo obligaba a olvidar lo extraño de la situación y lo instaba a dirigirse hacia el tibio abrazo de las llamas.

Una voz lo alentaba a avanzar.

—Acércate, no te hará daño.

Por un momento dudó, ¿era una voz? ¿O era su voz? De cualquier forma no le importaba. Sabía que tenía que estar ahí, que debía alcanzar las llamas para encontrar… ¿encontrar qué? No lo sabía, pero fuera lo que fuera estaba allí y, aunque no podía entender la razón, tenía la sensación de que lo había buscado desde siempre y de que toda su vida se reducía a eso.

Intentó seguir avanzando pero se dio cuenta de que no podía alcanzar el fuego. Aumentó la velocidad pero parecía inalcanzable. Probó cambiando de dirección para llegar al fuego que se hallaba a su derecha pero pasó lo mismo, mientras más avanzaba mas parecía alejarse. La voz en su mente volvió a hablar:

— ¿Por qué no te acercas? —La pregunta lo hizo sentirse ofendido. ¿No se daba cuenta de que era imposible?

— ¡Lo estoy intentando! —dijo en voz alta, aunque sin saber a quien se dirigía ya que la voz no parecía pertenecer a nadie y, al mismo tiempo, a todo.

—Aún no estás listo —dijo la voz con un tono de despedida que lo hizo desesperarse.

— ¡Espera! –exclamó aún cuando sabía que era tarde. De repente, el resplandor de las llamas empezó a hacerse cada vez más tenue hasta que el fuego se apagó por completo y el calor dio paso a un frío desgarrador. Miró a su alrededor pero ya no pudo ver nada. La ausencia del fuego había dado paso a un inmenso vacío que lo rodeaba y asustaba. Quería el fuego. Lo necesitaba. En su corazón sintió que había perdido una oportunidad, la oportunidad que siempre había buscado sin saberlo.

— ¡Vuelve! —gritó con desesperación.

No hubo respuesta. El frío aumentaba con mucha velocidad. Quería abrigarse, pero no había nada alrededor suyo. Empezó a temblar. Intentó correr, esta vez sin una dirección concreta, pero el frío entorpecía sus movimientos. Sabía que el fuego se había ido. Sin embargo, su mente se negaba a aceptar esa idea. Nunca había necesitado algo como lo hacía en ese momento.

Cayó al piso. Se levantó y se aterrorizó al notar que ya no sentía los pies ni las manos. Luego de dar dos pasos volvió a caer, pero esta vez ya no pudo levantarse.

—Vuelve… —Ya no pudo gritar. Solo un susurro salió de su garganta. Empezó a adormecerse. Por un instante le pareció ver un resplandor rojo.

«Está volviendo», pensó. Pero ya no le quedaban fuerzas.

Sus ojos se cerraron.



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En el texto hay: sangre, amistad, guerra

Editado: 28.02.2019

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