EL ENCANTO DE... SUGA

PROTEGIDA DE SUGA

CAPÍTULO 1: EL GUARDAESPALDAS MÁS FASTIDIOSO

El primer día que la conocí, estaba a punto de despedirme.

No exagero. Había aceptado el trabajo por insistencia de la agencia.

— Es una cliente VIP, Suga. Solo tú puedes manejar esto — pero cuando llegué al lujoso penthouse donde se alojaba y escuché los gritos detrás de la puerta, consideré seriamente dar media vuelta.

— ¡No es justo! ¡No necesito un niñero! — una voz aguda resonó desde dentro, seguida del sonido de algo rompiéndose.

Mi nuevo cliente, al parecer, tenía el temperamento de una estrella de rock adolescente.

El manager, un hombre pálido con ojeras profundas, me lanzó una mirada de auxilio.

— Ella es... especial —

— Lo noto — murmuré, ajustándome las gafas de sol.

Cuando finalmente entré, la encontré en medio del caos: rodeada de maletas abiertas, ropa esparcida por todas partes y un teléfono en el suelo, probablemente la víctima del golpe que acababa de oír. Llevaba shorts demasiado cortos, una camiseta holgada que se le resbalaba por un hombro y el cabello recogido en un desordenado moño.

No parecía una estrella de cine. Parecía una universitaria en crisis.

— Ah, eres tú — dijo, cruzando los brazos. — El matón que mi estudio contrató para arruinarme la vida —

— Suga. Guardaespaldas, no matón — respondí, manteniendo la voz neutral — Y no estoy aquí para arruinarle nada. Solo para asegurarme de que no la secuestren, asesinen o… — miré el teléfono destrozado — …mate a dispositivos electrónicos inocentes —

Ella resopló, pero una esquina de su boca se curvó.

—¿Siempre eres así de…? —

— ¿De qué? —

— Soso —

— Se llama ser profesional —

— Se llama ser aburrido — canturreó, agachándose para recoger un par de zapatos de tacón que lanzó negligentemente hacia una maleta. Uno de ellos aterrizó a mis pies.

No me moví.

Ella suspiró.

— Mira, no necesito que me vigilen 24/7. Solo… quédate por ahí, hazte invisible y déjame respirar, ¿vale? —

— No —

— ¿Cómo que no? —

— Porque quedarme por ahí no es mi trabajo. Mi trabajo es estar aquí — señalé un punto exacto a su lado izquierdo, a menos de un metro de distancia en espacios públicos — Revisar cada habitación antes de que entre, probar su comida por si está envenenada y… — levanté un dedo — …Evitar que haga tonterías como salir en pijama a las 3 AM —

Sus ojos se abrieron como platos.

— ¡¿Cómo sabes lo del helado?! —

— Su manager me advirtió —

— ¡Traicionero! — gritó hacia la puerta, donde el pobre hombre ya se había escabullido.

— ¡Te voy a despedir! —

— No puede. Contrato firmado por su estudio — dije, sacando una copia del documento de mi chaqueta.

— Cláusula 7: "El guardaespaldas tiene autoridad total en materia de seguridad" —

Ella arrugó la nariz, acercándose para leer el papel. Demasiado cerca. Olía a vainilla y algo fresco, como lavanda.

— ¿Y esto incluye prohibirme comer helado? — preguntó, mirándome de arriba abajo con una sonrisa pícara.

— Incluye evitar que la fotografien en ropa de dormir en Page Six —

— Uf. Eres peor que mi ex —

— No soy su ex. Soy su sombra — dije, guardando el contrato.

— Y le sugiero que se acostumbre —

Esa noche, mientras revisaba los sistemas de seguridad de la suite, oí un suave golpe en la puerta que conectaba nuestras habitaciones.

— ¿Suga? — su voz era mucho más pequeña ahora — ¿Podrías… chequear el armario? Creo que hay algo ahí —

Conté mentalmente hasta tres.

— ¿Un asesino? ¿Una araña? —

— …Podría ser un fantasma —

Casi sonreí. Casi.

— No existen los fantasmas —

—¡Yo existo, y tengo miedo! — insistió.

Al final, revisé el maldito armario ("¡Revisa bien! ¡Abre también los cajones!"). No había fantasmas, solo un montón de zapatos y un sostén de encaje que me hizo apartar la mirada rápidamente.

— Todo seguro —

— ¿Seguro, seguro? —

— A menos que el fantasma tenga fetiche con Louboutins, sí —

Ella rió, y el sonido fue… inesperadamente agradable.