El enigma de Lucas

Capítulo 3

Al parecer debo estar soñando, sí... estoy segura que estoy soñando. Estoy entre nubes de algodón rosa que me abrazan delicadamente. Puedo también moverme entre ellas como camas saltarinas, me puedo mover libremente y hacer un montón de volteretas. Veo el planeta Tierra desde aquí. No sé qué tan arriba en el cielo este pero esta sensación de yo poder ver a los demás, pero yo estar oculta a sus ojos me reconforta.

De la nada las nubes se tornan grises y comienza una tormenta. Los truenos no paran de sonar y veo al frente mío como de una puerta aparecen mis padres con una mirada de odio. Se acercan a mí y cada paso que dan produce un estruendo espantoso que hacen doler mis oídos.

— Sabemos lo que hiciste hija, ¿Crees que mereces vivir así?, tranquila y sin preocupaciones en tu carrera ideal, en una ciudad ideal. En realidad, no deberías tener nada.

— Papás, por favor ¡Perdónenme! Yo no quería esto. Tendré más amigos, seré la mejor de la clase sin hacer trampa. ¡Se los suplico!

— Ya has fallado hija mía, el pasado no se puede borrar — decían mis padres empujándome a la orilla de la nube.

— Todo va a cambiar, seré una gran psicóloga y me recordarán durante siglos y estudiarán mis manuscritos.

— Ya es tarde.

Mis padres me empujaron de la nube y caí a una gran velocidad. Ya era mi fin y no podía hacer nada, pero empecé a sentir una paz tremenda. Ya no estaría obligada a ser alguien importante, solo sería un espíritu, un fantasma feliz.

— ¡Ahhh! — grité para darme cuenta que estaba en mi cama de la residencia sana y salva. Todo había sido una pesadilla. ¿Acaso estaba disfrutando morir en aquel sueño?, pero ¿No estaba en la fiesta? Miré la ventana y vi que aún era de noche. Vi la cama de Ale, pero aún no había llegado.

— Pensaba despertarte yo, pero te has adelantado. — dijo una voz grave procedente de la puerta de la habitación. — Te he preparado un té, debes estar deshidratada después de tanto vomitar, te manchaste toda la ropa y la mía también.

— ¿Lucas?, ¿Qué haces aquí? ¡Ay mi cabeza! — dije agarrándomela con dolor. No entendía nada y odio cuando no puedo controlarlo todo.

— No te quejes y toma el té, el café se terminó esta mañana por si lo preferías.

Por un momento me quede en blanco para luego recordar todo lo que había pasado y levantarme de mi cama alarmada. Lucas me vio con cara de aguantarse la risa y poso su vista en mi cuerpo. Así me di cuenta que no estaba con la ropa de la abuela de Alejandra, sino que estaba en pijama. No obstante, no recuerdo habérmelo puesto, a no ser que...

Mire afligida a Lucas mientras este me veía extrañado. Me puse a gritar, pero el pelinegro me tapo la boca con sus dos manos.

— ¡Te puedes callar!

— ¡¿Fuiste tú quién me puso mi pijama?! — pregunte sin querer saber la verdadera respuesta, estaba roja como tomate.

— Valeria mírame.

— ¡Respóndeme!

— ¡Te dije que me miraras! — dijo firme. Yo lo mire un poco avergonzada, pero no tarde en perderme en su mirada. Sus ojos eran tan verdes, un color menta que te relajaba y te hacía pensar que todo está bien, que estaba a salvo. — sí, es verdad. Te puse tu pijama, pero como ya te dije tu ropa estaba manchada de vómito y no podías meterte a la cama así.

— Entonces ¿Me viste desnuda? — tartamudee sin parar. No podía creer que esta situación me estaba pasando a mí. Al menos un chico guapo me vio desnuda, espera ¿En qué estoy pensando?

— Apagué las luces Zanahoria, obvio no te vi. — Dijo Lucas junto con una pequeña carcajada. — luego me fui a duchar y te hice un té, este que tengo aquí.

— Deja aclararme. Te vomite en la fiesta, al parecer luego de eso me desmaye. Me trajiste a la residencia no sé cómo, me desvestiste, me pusiste mi ropa para dormir que no sé tampoco como la encontraste y me pusiste en la cama correcta y no la de Alejandra.

— Soy muy observador.

— Ya veo.

Nos quedamos en silencio los dos mientras yo me tomaba el té intentando conservar la tranquilidad. Él se sentó en una silla al lado de mi cama. Definitivamente había sido la peor fiesta de mi vida y eso que no había tenido muchas. Pero ¿por qué Lucas me había ayudado? Si a penas nos conocemos. Solo nos hemos visto algunas veces por casualidad, una de esas extrañas veces en mi pueblo. Se ve que tiene éxito con las chicas ¿no debería estar con alguna de ellas? Casi me atropella el otro día por ir muy rápido en una calle pequeña. Parece que es un chico problemático, nunca está en la residencia estudiando, siempre parece tener un plan fuera.

Como un chico como él va a ayudar a la estudiosa y aburrida Valeria Herrera. Porque él estaba en Orgiva, un lugar en medio de la nada. Lucas atrapó mis pensamientos y no planea dejarlos en paz. Quiero conocer más a este chico. Quiero analizarlo y hacer su enigma un asunto mío.

— ¿Por qué me ayudaste? — dije incrédula rompiendo el largo silencio que había entre los dos.

— Jessica, la dueña de este lugar, me dijo que te vigilara que no te pasara nada.

— ¿Enserio? G-gracias... — dije sonrojada. — te debo una.

— No hay de qué.

— De todas maneras, pudiste no haberme ayudado y continuar con la fiesta.

— Lucas tomo una larga pausa para luego mirarme y decir — He cometido muchos errores antes, ya no quería sumar otro a la lista. — dijo impactándome. ¿A qué errores se refería?

— Bueno, si no salieras mucho podrías enfocarte más en lo que sea que estudies — dije siendo demasiado sincera, una teoría que tenía era que salía mucho con sus amigos y talvez no se enfocaba en sus responsabilidades.

— Eso no es asunto tuyo — dijo Lucas molesto, alejando su cuerpo del mío, alejando su calor.

— Perdona, pero es un buen consejo, supongo.

— Supones mal, yo sé lo que es bueno para mí.

— Perdona, no quiero terminar disgustada contigo.

— Pues ya es tarde. — señalo el pelinegro levantándose de la silla y abandonándome en mi habitación con una inmensa soledad.




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