Miraba a Lucas intensamente, ¿Qué hacía con esa chica? Pues lo obvio, intentar conquistarla para agregarla a su lista. ¿Estaba celosa? Debo de estar confundida, como voy a estar celosa de con quién esta este tipo.
— Vale me siento mal — se quejó Adrián tocándose la cabeza interrumpiendo mis pensamientos.
— Ahí está, es él — dije hipnotizada.
— Vale, p-por favor... — dijo él con su rostro contrayéndose en una mueca de dolor.
— ¿Pero qué te pasa Adrián? Un momento, Adrián ¡QUÉ TE PASA!
Los ojos de Adrián se volvieron vidriosos y su cuerpo empezó a temblar violentamente. Las piernas le fallaron y cayó al suelo, golpeando el suelo pulcramente limpio con un sonido seco. Los músculos de su cuerpo se tensaron y relajaron en espasmos descontrolados, mientras sus brazos y piernas golpeaban las baldosas sin ritmo ni razón.
Me levante de la silla horrorizada, no sabía qué hacer. El tiempo pasaba en cámara lenta mientras que mi cuerpo no reaccionaba, pero con desesperación pude moverme a intentar calmar las convulsiones del moreno.
— ¡No lo sujetes Valeria! — dijo firme Lucas que había presenciado toda la situación. Su acompañante chillaba sin cesar, algo que me hacía poner más nerviosa. — Necesitas primero estar calmada, segundo, no se sujetan a las personas cuando tienen convulsiones. — El pelinegro se desabotonó el abrigo y lo puso entre el frío suelo y el pobre Adrián como pudo.
Me eche para atrás y presencie toda la escena como si fuera una película de terror, menos mal que el chico problemático sabia como actuar en estos momentos. Me sentía tan inútil, solo estorbaba y si Adrián no hubiera estado conmigo nada de esto hubiera pasado. Los labios de mi compañero se tornaron de un color azul grisáceo, y de su boca comenzó a salir espuma blanca. La respiración se volvió irregular, entrecortada, y sus ojos se movían rápidamente bajo los párpados cerrados, como si estuviera atrapado en una pesadilla de la que no podía despertar.
Alrededor de nosotros se situaron muchas personas que estaban en la terraza observando el suceso como si fuera un show de televisión, hasta parecían estar divirtiéndose. De repente me vino un momento de lucidez y llame a la ambulancia mientras intentaba mantener la calma. Lucas estaba al lado de Adrián asegurándose que no se hiciera daño.
Los minutos pasaban con lentitud angustiante, y cada segundo parecía una eternidad. Finalmente, los espasmos comenzaron a disminuir, los movimientos del moreno se hicieron más lentos y menos intensos, hasta que quedó completamente inmóvil, respirando con dificultad, mientras sus ojos se abrían lentamente, parpadeando desorientados.
Yo me agache a ver qué tal estaba y este me miro con dificultad.
— Vale... — jadeo
— Estoy aquí contigo, pronto llegará la ambulancia y te prometo que te acompañaré en todo momento.
— Valeria... ves... mi vida no es perfecta... — él cerro los ojos para descansar.
Sus palabras entraron hasta lo más hondo de mí. Yo ya había analizado mal la vida de Adrián, solo había visto el exterior, la cascara. Me había dejado llevar por mis celos sin darme cuenta de lo valioso que es él como persona y solo me enfoque que me estaba haciendo sombra. Soy tan ególatra, solo me enfoco en mis logros personales, pero es que he trabajado tanto en ellos.
Pensar que algún día consiga mis objetivos me reconforta, pero no me doy cuenta de que me estoy volviendo en alguien que no quiero ser.
Pasaban los minutos y la ambulancia no llegaba, impacientando a Lucas.
— Mónica, ayúdame a cargar a este chico. Lo llevaremos al hospital en mi coche. La maldita ambulancia nunca aparece. — le dijo el pelinegro a su acompañante.
— Pero Lu, esta todo lleno de baba y tú sabes como soy con la limpieza — alego Mónica con cara de repulsión, era una morena espectacular con un abrigo de piel, unos jeans ajustados y unas botas rojas.
— ¡Cállate y ayúdame de una vez!
— No te preocupes Mónica, yo lo ayudo — dije sintiendo la culpabilidad recorrer por mis venas.
Con mucha dificultad cargamos a Adrián al aparcamiento con la confundida Mónica siguiéndonos, llamamos la atención de todas las personas que pasaban por nuestro lado.
— Oye Lucas, ¿no crees que sea mejor esperar a la ambulancia y que los profesionales lo atiendan? — sugerí mientras subíamos a mi pobre compañero de clase a los asientos de atrás del coche el cual era un Porsche gris. ¿Acaso Lucas también tenía dinero? Guapo y con dinero, con razón siempre esta con mujeres. ¿O será que otra vez estoy juzgando lo superficial?
— Muy tarde Zanahoria, si tú quieres te quedas aquí esperando, pero nosotros nos vamos.
— Oh no, eso no. Los acompaño. ¡Y deja de decirme Zanahoria!
Nos subimos al coche, yo detrás, la morena en el asiento del copiloto y Lucas conduciendo. Nos dirigimos a toda velocidad al hospital más grande de Granada.
— Chicos, perdónenme por no ayudar, es que este tipo de situaciones me parecen un poco incomodas e innecesarias, ese chico no debería salir de su casa. — dijo Mónica mirándose las uñas — a que tengo razón chica pelirroja, ¿Chica pelirroja? ¡Te estoy hablando!
— ¿Eh? Ah ¡Yo, sí! — estaba mirando con melancolía a Adrián cuando la morena me hablo.
— ¿De verdad piensas que un chico como él debe estar amarrado a su casa por tener epilepsia, Mónica? El no eligió tener esa enfermedad y no debería interferir en su vida diaria. — alego el pelinegro.
— Lucas, cariño. El que nació fenómeno no tiene la culpa, pero al molestar a la mayoría de la gente con sus peculiaridades es mejor alejarlos por el bien común.
— Cállate — grite
— ¡Qué te pasa! — se quejó la engreída.
— ¡Cállate! — grite otra vez con más intensidad. — ¿Acaso tu sabes lo que es sufrir teniendo algo que no te gusta? Este chico es literalmente un genio y la humanidad perdería mucho si no lo tuviera a él.
— ¿Dices que por yo ser dependienta de una tienda yo no valgo?, además soy extranjera y si me han discriminado por no ser española.