El era una Amenaza

CAPÍTULO 8: "Pruebas robadas"

La lluvia había cesado, pero el aire seguía cargado.

Ariadna todavía sentía el calor del beso de Killian en los labios, aunque su cabeza gritaba que no debía dejar que ese hombre siguiera derrumbando sus barreras.

Pero antes de que pudiera decir algo, su celular vibró.

Era Lia.

Diez llamadas perdidas.

Un mensaje de voz con su voz temblorosa:

> —Ari… alguien estuvo aquí. Tus cosas… están todas revueltas.

El corazón de Ariadna se aceleró.

—Killian… tenemos que volver, ahora.

---

Cuando llegaron al departamento, la puerta estaba forzada.

Dentro, un desastre: cajones abiertos, ropa por el suelo… y lo peor: la caja donde Ariadna guardaba la carpeta de su hermana estaba vacía.

—No… no, no, no… —murmuró ella, revolviendo todo con desesperación.

Killian se agachó, revisando las huellas de botas en el piso.

—Esto no fue un robo cualquiera. Vinieron por algo específico.

—¡Las pruebas de Sofía! Las entrevistas, los nombres, las fotos… todo estaba ahí.

—Entonces ya saben que tú estás detrás de ellos.

Ariadna lo miró, aterrada.

Killian se levantó, con esa expresión fría que le helaba la sangre a cualquiera.

—Escúchame, muñeca… —su voz fue baja, letal—. Si se metieron contigo, es porque quieren callarte. Y yo no pienso dejar que eso pase.

---

Ella quiso protestar, pero Killian la tomó del mentón, obligándola a mirarlo.

—A partir de ahora no vas a ningún lado sola. Duermes donde yo pueda verte.

—¿Y si no quiero? —intentó desafiarlo.

—No es una opción, Ariadna.

El silencio se llenó de esa tensión pesada, esa mezcla de miedo y algo más que ella no quería admitir.

—Esto… esto es culpa mía —dijo Ariadna al fin.

—No. Esto es culpa de ellos —Killian dio un paso hacia ella, y su proximidad la dejó sin aire—. Y te prometo que lo van a pagar.

Su cercanía era peligrosa.

O tal vez era ella la peligrosa por querer seguir ahí.

---

Mientras recogían lo poco que no habían destrozado, un sonido metálico resonó afuera.

Killian fue directo a la ventana, abrió un poco la cortina… y vio un auto negro estacionado frente al edificio, con los vidrios polarizados.

—Mierda… —murmuró.

—¿Qué pasa?

—No estamos solos.

En ese instante, las luces del pasillo parpadearon… y se apagaron.

Un golpe fuerte sonó en la puerta.

—Ari, atrás de mí —ordenó Killian, sacando algo de la chaqueta.

No era un cuchillo.

No era un bate.

Era una pistola.

Ariadna sintió el vértigo del miedo y la adrenalina.

El golpe se repitió, más fuerte.

Un silencio mortal.

Y entonces… una voz desde el otro lado:

—Sabemos que estás ahí, Killian. Entréganos lo que tienes… o ella no amanece.

✨ Fin del Capítulo 8



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En el texto hay: amor, universitario, detecive

Editado: 19.08.2025

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