La respiración de Ariadna se cortó al ver el rostro de su mejor amiga salir de entre las sombras.
—Lia… ¿qué estás haciendo aquí? —susurró, con la voz quebrada.
La sonrisa de Lia era amarga, casi culpable, pero no lo suficiente.
—Perdóname, Ari. No tenía opción.
Killian reaccionó como una fiera: la encañonó con el arma sin dudar.
—Baja la cámara o disparo.
—Hazlo, si quieres —dijo Lia, con un temblor en la voz, aunque sus manos no soltaban el aparato—. Pero eso no va a cambiar nada. Ya saben dónde están. Ya saben todo.
Ariadna dio un paso al frente, con el corazón destrozado.
—¿“Todo”? ¿Qué les dijiste?
Los ojos de Lia se llenaron de lágrimas.
—Que estabas investigando… que estabas juntando pruebas.
—¡Lia! ¡Eran cosas de mi hermana! ¡Tú sabías lo importante que era!
—¡Me amenazaron, Ari! —gritó ella, finalmente quebrándose—. Dijeron que si no hablaba, yo sería la próxima.
Un silencio mortal llenó el lugar.
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Killian bajó lentamente el arma, pero no de la manera que Ariadna esperaba.
Sus ojos estaban clavados en Lia con un odio gélido.
—¿Y qué más contaste? —preguntó, su voz baja, peligrosa.
Lia tragó saliva, temblando.
—Que tú… —miró a Ariadna, luego a él— …que tú no eres quien dices ser.
Ariadna se quedó helada.
—¿De qué está hablando?
Lia bajó la mirada.
—Él no solo es un tipo misterioso, Ari. No es un protector. Él trabajaba para ellos. Era parte de la red que… que destruyó a Sofía.
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El mundo de Ariadna se tambaleó.
Su mirada se clavó en Killian, buscando negación, explicación, algo.
Pero lo único que encontró fue silencio.
Él no se defendió.
—Dime que no es verdad —susurró, con la garganta cerrada.
Killian no respondió. Solo la miraba con esa intensidad que le quemaba la piel.
—¡Dímelo! —gritó ella, con las lágrimas ya corriendo.
Él dio un paso hacia ella.
—No es tan simple.
—¡Sí lo es! ¿Eras parte de los que arruinaron la vida de mi hermana?
El silencio de Killian fue la confirmación más cruel.
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Lia retrocedió, sabiendo que había abierto una herida irreparable.
Killian, en cambio, rompió la distancia con Ariadna. La tomó del brazo, fuerte, casi desesperado.
—Sí, Ari… fui parte de ellos.
Ella sintió un cuchillo atravesarle el pecho.
—Entonces todo esto… ¿era una mentira? ¿Protegerme, ayudarme?
Él apretó los dientes, los ojos brillando con rabia contenida.
—¡No! Yo salí de ese mundo. Lo dejé cuando entendí lo que hacían.
—¿Y se supone que deba creerte?
—No te estoy pidiendo que me creas —murmuró, acercándose tanto que ella sintió su aliento—. Te estoy pidiendo que sobrevivas. Y conmigo es la única forma.
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Antes de que Ariadna pudiera responder, el eco de pasos resonó en los pasillos del edificio.
Más de uno. Varios.
Ellos venían.
Killian apretó la mandíbula.
—Se acabó la discusión.
—¡Yo no voy a ninguna parte contigo! —espetó Ariadna.
Él la miró con esa mezcla peligrosa de ternura y amenaza que siempre la desarmaba.
—Entonces, muñeca… te cargará el diablo.
De golpe, la levantó en brazos, ignorando sus golpes contra su pecho.
Y mientras los pasos se acercaban, Killian eligió la única salida posible: huir con ella otra vez… aunque el fuego de la traición ya ardía entre los dos.
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✨ Fin del Capítulo 10