El era una Amenaza

CAPÍTULO 12: "Entre fuego y susurros"

El eco del disparo seguía rebotando en las paredes rotas del callejón. El aire se volvió denso, cargado de pólvora y miedo. Ariadna apenas podía respirar. Killian, en cambio, parecía entrar en su elemento: ojos encendidos, mandíbula apretada, y un aura peligrosa que lo hacía ver como un depredador en plena caza.

—Quédate abajo —ordenó con voz ronca, mientras cargaba el arma.

—¿¡Y dejar que me maten como a un conejo!? —replicó Ariadna, alzando la voz.

Killian la fulminó con la mirada.

—No voy a dejar que nadie te toque. Ni ahora. Ni nunca.

Antes de que Ariadna pudiera contestar, un segundo disparo hizo saltar polvo de la pared, a solo unos centímetros de su cabeza. Ella ahogó un grito. Killian se movió como un rayo, cubriéndola con su cuerpo, sujetando su rostro entre sus manos.

—Mírame, muñeca. —Sus ojos, tan oscuros, tan intensos, parecían devorarla—. Si te pido que confíes en mí, no es por capricho. Es porque si no lo haces… mueres.

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Un tercer disparo rugió y esta vez Killian respondió. El estruendo de su pistola retumbó tan fuerte que Ariadna sintió cómo le vibraban los huesos. Un cuerpo cayó en la distancia. El olor a pólvora se mezcló con el sabor metálico de la adrenalina.

—¡Corre! —gritó Killian, jalándola del brazo.

Ambos salieron disparados entre ruinas y callejones estrechos. Ariadna tropezaba, jadeaba, pero él no la soltaba. Los pasos de los perseguidores resonaban detrás, cada vez más cerca.

De repente, una mano logró agarrar la muñeca de Ariadna desde la oscuridad. Ella gritó, pero antes de que pudiera reaccionar, Killian ya había hundido su cuchillo en el brazo del atacante. La sangre saltó y el hombre cayó con un alarido.

Ariadna lo miró horrorizada.

—¡Dios mío…!

—No mires. —Killian la alzó contra su pecho, empujándola contra la pared, pegando su cuerpo al de ella para ocultarla en la sombra. Su respiración estaba descontrolada, su boca apenas a centímetros de la de Ariadna.

El calor de su cuerpo la envolvía, opacando incluso el miedo.

—¿Vas a matarlos a todos? —susurró ella, con la voz rota.

Killian rozó su mejilla con los labios, sin llegar a besarla.

—Solo a los que intenten tocarte.

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Los pasos se acercaban. Uno, dos, tres hombres más pasaron frente a ellos sin verlos, y Killian apenas respiraba para no delatarlos. Ariadna sentía cada latido de su pecho contra el suyo, cada vibración de su voz ronca cuando murmuró:

—Si sales conmigo de esta… te voy a demostrar que lo que te dije de Sofía no fue una mentira.

Ariadna tragó saliva, con los ojos brillando entre lágrimas y rabia.

—Y si me engañas, te mato yo misma.

Él sonrió, oscuro, maldito, provocador.

—Esa es la muñeca que me gusta.

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Cuando el peligro pareció alejarse, Killian la tomó de la mano y la arrastró hacia un túnel subterráneo medio destruido. El eco de su respiración aún temblaba en el aire, junto con el olor a pólvora y a promesas rotas.

Pero Ariadna ya lo sabía: estaba enredada en su juego. Y cuanto más lo odiaba, más sentía que ese hombre era su única salida… y su condena.

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✨ Fin del Capítulo 12



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En el texto hay: amor, universitario, detecive

Editado: 03.09.2025

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