CAPÍTULO 14: "Bajo tierra no hay salida"

El eco de las botas se expandía en el túnel como si las paredes mismas respiraran. El aire estaba cargado de polvo, humedad y pólvora. Ariadna corría con Killian sujetándole la mano tan fuerte que dolía, pero lo que más la inquietaba era la forma en que él no se detenía ni un segundo a mirar atrás.

—¿Quiénes son? —preguntó ella, jadeando.

—No importa quiénes, sino qué quieren. —Killian giró en seco y la empujó contra una esquina, apuntando su arma hacia la oscuridad.

Un haz de luz atravesó el pasillo. Voces. Estaban demasiado cerca.

—Mierda… —murmuró él entre dientes.

Killian disparó dos veces. El eco retumbó y Ariadna se cubrió los oídos. Un grito ahogado confirmó que había acertado. Pero por cada enemigo que caía, otros dos parecían aparecer.

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Corrieron más adentro del túnel, los pasos chapoteando en charcos negros. Ariadna apenas podía respirar, pero se aferraba a Killian como si su vida dependiera de ello… porque, en realidad, dependía.

Llegaron a una compuerta oxidada que bloqueaba el paso.

—Abre esto —ordenó Ariadna, con desesperación.

—Ya lo intento —gruñó Killian, tirando con todas sus fuerzas. El metal crujía pero no cedía.

De pronto, una bala rebotó contra la pared justo al lado de la cabeza de Ariadna.

Ella gritó y Killian se puso frente a ella como un escudo humano, descargando su pistola hacia la oscuridad.

—¡Agáchate! —rugió.

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El tiroteo se volvió un infierno. Las balas atravesaban el aire silbando, rompiendo pedazos de ladrillo y levantando polvo. Killian cambió el cargador con una rapidez que dejaba claro que no era la primera vez que estaba en esa situación.

Ariadna, temblando, apenas podía apartar la mirada de él: concentrado, letal, con esa furia salvaje que lo volvía aún más atractivo.

—¿Por qué haces esto por mí? —se atrevió a preguntar, su voz perdida en medio del caos.

Killian disparó otra vez y luego giró hacia ella, los ojos brillando como fuego.

—Porque ya no sé cómo no hacerlo.

Ella sintió que el corazón le estallaba en el pecho. No había tiempo para procesarlo, pero esas palabras se le grabaron como una herida ardiente.

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Un estruendo sacudió el túnel. La compuerta se abrió de golpe, no por Killian… sino desde el otro lado.

Una silueta apareció entre el humo, armada hasta los dientes.

—¡Vamos, rápido! —gritó una voz femenina.

Ariadna parpadeó incrédula.

—¿Lia?

Era ella, con el rostro ensangrentado pero firme, como si acabara de atravesar su propia guerra. Killian levantó el arma hacia ella de inmediato.

—¿Otra trampa? —espetó con rabia.

—No hay tiempo para tus malditas sospechas —respondió Lia, con una mirada gélida—. Si no salen conmigo, no salen vivos.

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Killian dudó. Por primera vez, Ariadna lo vio vacilar, como si su instinto asesino no supiera si protegerla o volarle la cabeza a Lia.

—Confía en mí —dijo ella, mirándolo con una intensidad desesperada—. Esta vez, confía.

Los hombres armados se acercaban, los pasos retumbaban cada vez más cerca.

Killian apretó la mandíbula, apuntó una última ráfaga hacia atrás y luego tiró de Ariadna hacia la compuerta.

—Más te vale que no sea una trampa, Lia… porque si la tocas, no habrá lugar en el infierno donde puedas esconderte de mí.

Lia lo sostuvo la mirada, sin parpadear.

—Entonces será mejor que corras rápido.

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Atravesaron la compuerta, corriendo a ciegas por otro pasillo aún más oscuro. Ariadna sentía que la respiración se le desgarraba, que cada paso podía ser el último. El ruido de disparos quedaba atrás, pero la tensión no se iba.

Killian, aún sujetando su mano, la arrastraba como si fuera lo único que le importaba en ese momento.

Y Ariadna lo sabía: tal vez él fuera una amenaza… pero en ese instante, era su amenaza.

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✨ Fin del Capítulo 14 ✨