Capítulo 11 — Lo que se siente… y se teme

El sol entraba filtrado entre las cortinas, tibio, suave… casi cómplice.
Aelina lo sintió en la piel antes de abrir los ojos. El aire aún tenía el aroma de él. De la noche. De su cuerpo y del suyo entrelazados sin miedo, por fin, sin excusas.

Él dormía a su lado.

Respiraba tranquilo, con un brazo estirado hacia ella. Su pecho subía y bajaba con esa calma que solo llega después de una tormenta emocional. Y sin embargo, Aelina no se sentía en paz.
Se sentía llena.
Demasiado llena.

No de culpa.
De realidad.

Se sentó al borde de la cama sin hacer ruido. Buscó su ropa entre las sábanas, se vistió rápido. El corazón le latía fuerte, no por lo que habían hecho… sino por lo que venía después. Porque ahora ya no había vuelta atrás.
Y no sabía si estaba lista para enfrentar lo que significaba amar a alguien que no debía haber amado nunca.

Él se movió.

—¿Aelina?

Su voz era ronca, adormilada, vulnerable.

—No te despiertes —dijo ella sin mirarlo—. Solo… necesito aire.

—¿Vas a irte?

Ella tragó saliva.

—Es mejor así.
Por ahora.

Silencio.

—¿Estás huyendo otra vez?

No hubo rabia en su tono. Solo una tristeza suave.
Una herida vieja reabriéndose.

—No quiero arruinar lo que pasó —susurró—. Pero si me quedo… empiezo a pensar. Y si pienso, empiezo a destruirlo.

Él se sentó también, con la sábana sobre la cintura, mirándola con esos ojos que ya no tenían filtros.

—¿Y si yo no quiero que te vayas?

Aelina lo miró al fin.

—¿Y si yo quiero quedarme… pero me da miedo?
Porque ya te perdí una vez sin tenerte.
Y ahora que te tengo… me da pánico que se vuelva real.

Él no respondió. Solo la observó. Como siempre lo hacía: en silencio, sin presionarla… pero sin dejar de estar ahí.

Aelina dio un paso hacia la puerta.
—Necesito pensar —dijo, casi en un suspiro.

Y se fue.

No con prisa.
No con rabia.
Solo con ese nudo en el pecho que aparece cuando uno sabe que el corazón está haciendo lo que puede… aunque no sea lo que quiere.