Él es mi boxeador

Capítulo 4

Damon, que al parecer ese es su nombre, camina hacia el ring y se sube con elegancia sin mirar a nadie, como si no fuesen lo suficientemente buenos para llamar su atención. Su cuerpo brillando con sudor es ligeramente iluminado por las luces colgando del techo. Una bata de tela fina color negro cubre sus brazos y cae abierta a sus costados, dejando a la vista su enorme y precioso torso. Su pecho desnudo está iluminado por las luces del complejo. Las sombras que se crean en sus abdominales hacen que mi boca se seque por completo y que no pueda apartar la vista de allí. Sus piernas se mueven con lentitud, sin importarle el tiempo que tarde en llegar al cuadrilátero. Tranquilidad pura es lo que demuestra. Confianza y arrogancia, todo en uno. Su competidor es un joven de unos dieciocho años, fornido, rubio ceniza y con ojos tan verdes que sorprenden su claridad. No es muy alto y su complexión no es nada en comparación con la de Damon. Sí tiene bastantes músculos, pero definitivamente no se acercan siquiera a los de él.

Mi boca cae abierta. La sorpresa de que Damon sea boxeador aún se mantiene burbujeando en mi interior. Lo imaginaba por su físico trabajado que sería un jugador de futbol americano como mis hermanos, un atleta… Sin embargo, no un boxeador. Nunca lo hubiera esperado, pero no quita que haya sido capaz de considerarlo. Cuenta con la fuerza y la estatura de uno muy bueno, y su mirada oscura, fría y penetrante, completamente seria, le ayuda mucho más para intimidar a su oponente.

Él y su contrincante se observan con rivalidad, creando una energía tensa en el ambiente. La multitud parece no notarlo porque desde el primer momento se encuentran gritando a todo pulmón lo que piensan de los peleadores. Desde mi lugar puedo notar cómo las mujeres se encuentran casi sin ropa en el cuerpo, algo que me desconcierta mucho. ¿Por qué se visten así para una pelea? Comprendo que quieran ligar con alguien, pero de esa forma solo conseguirán algo casual. Los hombres, por otro lado, no están un poco mejor. Algunos no llevan remera, pero tienen pintado algo con tinta sus torsos. Realmente no me quejo por lo que la gente decide hacer, solo considero que no es tanto como para desnudarse en medio de un estadio por una pelea. Creo que todo eso es absurdo.

Vuelvo a posar mis ojos en el ring, y finalmente alejar mi mirada de la multitud.

Damon y su competidor se observan con odio puro, concentrando su atención el uno con el otro mientras Damon se saca la bata y la tira hacia un costado, en donde alguien está para tomarla. Mi mirada no se puede despegar de ellos, ni siquiera cuando suena la campana y comienza la pelea. Eso hace que todo a mi alrededor desaparezca, que solo pueda ver el ring y cómo la batalla empieza.

—Noah, ¿cómo se llama el otro competidor? —pregunto sin dejar de ver la pelea. El otro chico le quiere atinar un puñetazo en la cara a Damon, pero este es más ágil y rápido, esquivándolo y zafándose de un buen derechazo.

—Steven —responde tan concentrado como yo y sin mirarme. Asiento agradecida de finalmente tener un nombre para ponerle al rostro que será próximamente destrozado.

Steven se acerca de nuevo a Damon, pero no llega a hacerle nada porque con rapidez él le golpea en la mandíbula con el puño derecho envuelto en los guantes de boxeo. Steven da un paso atrás por el impacto del golpe, sorprendido, pero luego embiste con todo. Por suerte, no logra hacerle nada porque Damon lo evita y contrataca con la mano contraria hacia su costado izquierdo y luego con la otra a su derecho. Seguidamente, y con agilidad, lo golpea con furia en la cara y en el torso. Es en este momento en el que comprendo por qué lo llaman «La Furia». Es como si él diera bastante de sí mismo en el cuadrilátero, aunque esté observando por primera vez una de sus peleas, dándole tanto enojo y furia, tal y como lo dice su apodo, a sus golpes. Y debo admitir que es impresionante que el contrincante no haya caído todavía. Steven no logra hacerle ni un mínimo rasguño, pero Damon lo está derrotando casi sin esfuerzo alguno.

Lo golpea en la mandíbula una y otra vez con el mismo puño, y siempre retrocede ante el enojo de él. La mirada de Damon es fría y distante, pero concentrada y mordaz. Feroz. Se acerca peligrosamente a su oponente y este otro por instinto retrocede, cubriéndose la cara a modo de defensa. Entonces me doy cuenta de que esa fue la estrategia de Damon: hacerle pensar que iba a golpearlo en la cara, cuando en realidad, sus golpes se concentraron en el torso y el abdomen.

Cuando Steven comprende la situación, deshace su escudo y trata de alejarlo, pero solo logra tener una sangrienta y cortada ceja.

Sus respiraciones son agitadas y el público los alienta cada vez más. Los dos están sudados, pero el más agitado es Steven, quien está lleno de miedo y temblando en medio del ring. Sus ojos se encuentran desorbitados en ocasiones cuando Damon le pega, pero luego se recupera hasta que a los minutos vuelve a desconectarse por el dolor.

Las chicas gritan obscenidades hacia Damon, que pretendo no escuchar ni entender. ¿Por qué son así? Miro alrededor y noto que muchos son del instituto. Al parecer, soy la única que no sabía que él boxeaba. A varios los veía seguido por los pasillos, pero otros simplemente en clases.

Me estremezco ante la cargada atmosfera del lugar. La testosterona está prendida fuego y se me hace imposible respirar sin sentirla. Bulle en ondas fuera del cuerpo de Damon junto con el sudor y la energía. Mi piel se calienta al instante en el que mis ojos se centran en los movimientos de sus brazos y rápidamente mi alrededor baja la velocidad hasta quedar en cámara lenta. Puedo notar cada movimiento de los brazos de Damon. Sus músculos tensándose y contrayéndose, su piel suave y lisa estirándose y dándome un espectáculo esplendido. Lo disfruto por lo poco que mi ensoñación dura, y absorbo todo lo que puedo del momento.




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